Nunca he sido tibio en mis opiniones literarias, ni
he ocultado lo que realmente pensaba de los libros que iba comentando, así que
ahora, a punto de cumplir los 47 (el mes que viene), no voy a cambiar mi modo
de hacer reseñas. Comenzaré, pues, afirmando que las obras de Antonio Gómez
Rufo me encantan. Desde que lo leí por primera vez allá por 1992 no he dejado
de acercarme a sus libros con curiosidad, gratitud y alegría. Es un autor que,
además, me sorprende por su tremenda versatilidad brillantísima: ha frecuentado
con éxito la novela, el ensayo, los cuentos, los artículos periodísticos, la
biografía y hasta los libros de corte infantil. Y en todos los terrenos ha
demostrado una soltura envidiable en el manejo de la lengua y sus resortes,
siempre misteriosos y proteicos.
Hoy traigo a la pantalla una propuesta
sencillamente monumental: la novela Si tú
supieras, una obra fresca, intimista y bellísima donde se nos cuenta una
preciosa historia de amor que se desarrolla entre dos mujeres, Andrea y Carmen,
salpicada de infortunios, ternura y besos. No es una novela de amor anormal, sino una anormal novela de amor. Y si la adjetivo así es porque lo esperable
sería una cierta dosis de morbo, una recreación turbulenta que Gómez Rufo, con
inteligente y exquisito criterio, se niega a darnos. No hay conmiseración en
estas páginas, más que la justa; no hay tampoco asiduidad en las descripciones
sexuales, salvo también la justa; y no hay lirismo meloso, excepto el que toda
buena historia de amor, por su misma entraña, requiere. De ahí que el resultado
final pueda calificarse de extraordinario. Domina el corazón sobre los
genitales, y el alma sobre el aleteo de las manos. Andrea admirará en Carmen “el
aroma a hierbabuena de su risa”; y ésta, casada y con hijos, encontrará en la
joven Andrea un boquete de luz por el que mirar el mundo de distinta manera.
Andrea se ha pasado media vida disimulando sus
gustos sexuales (“Vivir en el engaño ha sido su modo de sobrevivir”), y Carmen,
agazapada en las redes de un matrimonio anodino y gris, siempre se ha negado a
aceptar que, verdaderamente, le gustaban las mujeres. Era una ruptura demasiado
brutal con su propio código de valores, y por eso ha tenido que luchar lo
indecible para acariciar la piel de su nueva amiga con la pasión y el gozo que
ambas anhelaban. Por eso esta novela alcanza tan elevadas cotas de introspección
y de auténtica espeleología erótica. Quizá tengamos en las manos (yo así lo
creo) uno de los mejores libros de amor de los últimos tiempos.
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