El escritor y académico francés Jean
Dutourd lo escribió en su voluminosa novela Los
horrores del amor: “Hay que ser vigilante, hay que estar persuadido de que
las cosas no se adquieren nunca para siempre, hay que tener miedo sin cesar”.
Igual certidumbre atenaza a Pável Vasílievich, un antiguo profesor de
literatura de la academia Kírov que, por avatares de la dictadura stalinista,
se halla durante el año 1939 trabajando en la Lubianka , cuartel general
de la KGB
soviética. Allí le han encomendado la misión de ordenar y archivar los
documentos literarios que se requisan a escritores de primer y segundo orden en
Moscú, sospechosos de no ser demasiado afectos al nuevo régimen comunista. Y la
acción de esta obra se inicia justo cuando está a punto de entrevistarse con
uno de los escritores a los que siempre ha admirado: Isaak Bábel. Sus cuentos
(que le parecen tan hermosos y tan admirables) están siendo puestos en cuestión
por el nuevo sistema gubernamental, que los juzga obscenos, provocadores y
antirrevolucionarios. Pero Pável, sensible a la belleza de su literatura, se
niega a admitir ese juicio.
Al mismo
tiempo, el funcionario de la
Lubianka está viviendo un continuo calvario, que se
desarrolla en varios frentes: de un lado, su mujer, Elena, a la que adoraba, ha
muerto hace pocos meses en un atentado que hizo descarrilar el tren donde
viajaba, y el papeleo para recuperar sus cenizas y sus pertenencias se está
convirtiendo en una auténtica odisea administrativa, casi kafkiana; de otro
lado, su propia madre está comenzando a experimentar graves fallos de memoria,
que serán absolutos en apenas poco tiempo; y de un tercer lado, no puede dejar
de observar que algunos de sus mejores amigos, como el profesor Semión o el
constructor Víktor, van siendo represaliados con lentitud imparable, sin que
nadie pregunte y sin que nadie trate de impedirlo. Los dos únicos consuelos que
a Pável le quedan son la literatura y el sexo lánguido que le ofrece su vecina
Natalia, una mujer a la que la vida también ha golpeado con la muerte de sus
hijas y el alejamiento de su marido.
Entristecido,
amargado y noble, Pável decide rescatar algunos cuentos de Isaak Bábel y
esconderlo en el sótano de su casa, hasta que a finales de 1939 se da cuenta de
que pronto van a venir a por él también, para depurarlo de su cargo. La mejor
noticia para la serenidad de su espíritu es que, en noviembre de 1939, ignoraba
que Bábel sería fusilado por la
NKVD soviética a finales de enero de 1940. El archivero de la Lubianka es una obra
muy bien escrita, de gran espesor humano y de excelente ambientación espacial e
histórica, que nos permite acercarnos al lado oscuro (el único que tuvieron) de
los servicios secretos de Stalin, sin que la novela derive hacia el panfleto o
peque de sensiblería. Francamente recomendable.
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