Es incuestionable que Frédéric Bovis,
Jean-François Lopez y Léopold Jorge han escrito la novela El legado (El último secreto de Juan Pablo II), que les acaba de
publicar en España la editorial Kailas, en la traducción de Natalia Galiana
Debourcieu, con la intención de contraponerla a El código Da Vinci. Y también es incuestionable que los autores de El legado han introducido en la obra una
serie de elementos muy similares a los manejados por Dan Brown: exploración de
arcanos religiosos, documentos que se guardan en la caja fuerte de un banco
provisto de altas medidas de seguridad, huidas por ventanas y balcones, falsos
policías, persecuciones en coches a toda velocidad, etc. Todo esto es evidente
y legítimo. Al fin y al cabo nos encontramos en el ancho mundo de la novela,
donde los lectores esperamos con gozo que se nos embarque en proyectos
imaginativos y en aventuras que nos agiten, conmuevan y seduzcan. Lo que ya no
tiene tanto sentido (porque se sale de lo puramente literario e incurre en el
absurdo del adoctrinamiento papanatas) es que se nos diga que los autores han
querido reaccionar contra la manipulación ideológica que supuso la provocadora
novela de Dan Brown, basada en elucubraciones fantasiosas, mientras que ellos
«manejan fechas, lugares y hechos históricos reales» (sic). Ah, bien. ¿Es real
entonces aquello que se pregona en la novela de que hace siglos el Diablo
reclutó a una docena de adeptos, los marcó con el dibujo de un diamante negro y
se han dedicado desde entonces a sembrar el mal en el mundo? ¿Es verdad que un
soldado romano destruyó en el año 70 d.C. un buen número de rollos del Mar
Muerto donde se hablaba de Jesús de Nazaret? ¿Es verdad que Guillermo de
Nogaret (el cerebro gris que orquestó la campaña para desmantelar la Orden del Temple) era uno de
esos personajes marcados con el diamante negro? ¿Es verdad que el papa Juan
Pablo II recibió estas informaciones en un dossier, junto con el Grial, y que
optó por quemar el primero y esconder el segundo? Es obvio que la respuesta
tiene que ser negativa en todos los casos. Son ficciones novelescas, tan
disparatadas como las de Dan Brown. Y entiéndase bien: a mucha honra. No trato
de burlarme. Bovis, Lopez y Jorge no tenían por qué buscar justificaciones que
se saliesen de lo puramente ficcional, ni por qué arrogarse el extraño papel de
“historiadores”. Su tarea tenía que circunscribirse a construir un argumento
trepidante, a componer personajes bien trazados y a dotar a la obra de un final
sólido y verosímil. Y esto sin duda lo han cumplido a la perfección.
Literariamente, El legado es una obra
muy superior a El código Da Vinci.
Pero sería bueno que no intentaran seguir vendiéndola más que como lo que es:
una obra de ficción. Una estupenda obra de ficción. Ya es bastante con eso.
4 comentarios:
¡Hola Rubén!
No sabes cuánto me alegro de que hayas retomado el blog, ¡y con qué brío!
Pues eso, espero que sigas actualizándolo para poder leer tus reseñas, ya que muchas veces no tengo un ejemplar de "El Faro" a mi disposición
Un abrazo,
Muchas gracias, Gonzalo. Creo que he resuelto el problema que te he comentado esta tarde: la demostración es que estoy contestándote, jajaja. Un abrazo.
Hola, ya estamos conectados en el ciberespacio. Un beso
Conectados, sí. Un beso
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