jueves, 20 de noviembre de 2014

Los mares del miedo



Una doble suerte tenemos los lectores de Antonio Gómez Rufo: de un lado, la excelencia incuestionable de su prosa (es, no me cansaré de repetirlo, uno de los mejores escritores de España); y de otro la fecundidad versátil de su pluma, que nos permite encontrar un nuevo libro suyo en las mesas de novedades de las librerías o en las bibliotecas cuando aún no se ha extinguido el placer que nos provocó el anterior.
Un ejemplo de novela excepcional (uno entre varios) es Los mares del miedo, que está ambientada entre los siglos XVI y XVII y que pone en relación a tres personajes subyugadores: don Fernando Ruiz de Alcalá (médico obsesionado por la cura de almas, la eliminación de los miedos humanos y la reflexión sobre la circularidad del tiempo), doña Clara (su intenso amor imposible, que ni la muerte atina a desbaratar) y Ben Al-Razí (sabio morisco que acompaña y nutre la vida y la inteligencia de don Fernando durante años, hasta su bochornosa expulsión de España por Felipe III). Con ellos, y con el manejo de los tres vectores que cruzan la obra (ciencia, amor y amistad), Gómez Rufo articula su texto alrededor de una tesis básica, auténtico aleph mental del protagonista: “Existe un único miedo, el miedo a la muerte, frente al cual todos los demás son miedos menores que encubren el gran temor, el verdadero” (p.211).

Y para descubrir la causa y la más eficaz neutralización de ese miedo cerval acude a la Teología, a la Alquimia y a la Anatomía, hasta que una jornada descubre en el cerebro humano un pequeño espacio que compara con una “minúscula pepita de oro” (p.374), donde pudiera estar la morada del alma (el místico sufí Ibn Arabí afirmó una vez que había oro en el cerebro humano). Todo esto lleva a don Fernando Ruiz de Alcalá, sanador de miedos, cirujano del espíritu, a elaborar una arriesgada, lírica e impactante teoría científica sobre la transmigración de las almas. Pero dejo en sus manos, querido lector, descubrir en qué consiste ésta y cómo trata el doctor de probarla. Ya me contará.

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