Una mujer
recibe mensajes de un hombre que afirma ser la persona que aparece desnuda en
sus sueños. Un señor sufre unos terribles dolores estomacales que los médicos
no aciertan a sanar y no le queda más opción que acudir a un curandero. Un
divorciado lee y fuma tranquilamente mientras espera la llamada telefónica de
una divorciada, dudando sobre la forma en que debe responder. Una nueva
especie, utilizando un mecanismo extremadamente inteligente, se adueña del
planeta y extermina de raíz a los seres humanos. Un ídolo musical, que se ha
cuidado durante años para mantenerse en forma de cara a su público, nos lanza
su particular queja.
El
espectro de emociones, sensaciones y sucesos que quedan registrados en las
páginas de No levantes la voz, de
Juan José Lara Peñaranda, es tan variado que los lectores no corren peligro de
verse abocados al aburrimiento. Y conviene apuntar que se trata de un logro muy
meritorio, porque el autor maneja (y maneja bien) estrategias muy variadas para
lograr sus propósitos: el humor, la sorpresa, la melancolía, la reflexión, lo
onírico… Todas las armas están sobre la mesa y todas están afiladas, pero la
destreza consiste en elegir la más adecuada en cada recinto narrativo. No es
fácil, sobre todo porque la tentación de ajustarse a una pauta y repetir el
molde acecha siempre; pero el autor cartagenero consigue en esta obra (su
primer volumen de relatos publicados, no lo olvidemos) convertirse en un niño y
en un bailarín, como pedía Nietzsche al hombre superior: alguien que juega y
alguien que se mantiene en un continuo ejercicio de piruetas e innovaciones.
El resultado es un tomo en
el que casi treinta pequeñas historias repletas de pactos satánicos,
misteriosas habitaciones de hotel, psicópatas peculiares, accidentes aéreos, un
hombre elefante, neandertales, sexo y flamboyanes nos esperan para entregarnos
su deliciosa propuesta.
1 comentario:
Convencida en la primera línea, hoy lo has tenido fácil 😅
Besitos 💋💋💋
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