Entre los muchos diccionarios que
circulan por ahí, en librerías y bibliotecas, los hay de todo orden: de uso,
académicos, de sinónimos, de rima, de humor (les aconsejo el de José Luis Coll,
aunque el de Luis Díez Jiménez también incluye instantes felices), etc. Pero
pocos alcanzan la gracia, la ironía, la profundidad, la inteligencia, del Diccionario del diablo, de Ambrose
Bierce. Yo conocí esta obra gracias a la recomendación de Joaquín Iborra Mateo,
y la verdad es que ahora que la he releído al cabo de 15 años sigo pensando que
es un prodigio de estilo y de penetración. Las definiciones que en él incluye
oscilan entre la zumba, la retranca, el sarcasmo, la desvergüenza, la libertad
y la iconoclastia, y siempre son deliciosas de leer. Pero como cualquier comentario
que yo pudiera hacerles sería un pálido reflejo de sus numerosas virtudes,
estoy pensando que lo mejor será que les apunte algunas de ellas, para que
ustedes juzguen. Si les gustan las que anoto, les aseguro que el libro contiene
muchos centenares más, del mismo tenor, hasta completar casi las quinientas
páginas. Raro será que encuentren un libro más ameno, más gamberro y más sagaz.
Adelante, pues, con la enumeración...
Abogado: Profesional especializado en
burlar la ley. / Aire libre: Esa parte de nuestro entorno que el gobierno
todavía no ha podido tasar con impuestos. / Alentar: Confirmar a un necio que
hace bien al empeñarse en una tontería que está empezando a perjudicarle. /
Amistad: Barco lo bastante grande para llevar a dos cuando hace buen tiempo,
pero sólo a uno cuando empeora. / Baco: Deidad más que conveniente inventada
por los antiguos como excusa para emborracharse. / Batalla: Método de desatar
con los dientes un nudo político que no se podía deshacer con la lengua. /
Calamidad: Hay dos tipos de calamidades: la desgracia propia y la fortuna
ajena. / Categórico: Equivocado a voz en grito. / Centeno: Whisky en cáscara. /
Cerebro: En nuestra civilización se tiene en tan alta estima al cerebro que se
le recompensa eximiéndole de ocupar cualquier cargo público. / Cielo: Lugar
donde los perversos dejan de incordiarte con su conversación sobre sus
problemas personales, y los bondadosos escuchan con atención mientras tú
expones los tuyos. / Circunloquio: Truco literario por el que un escritor que
no tiene nada que decir se lo cuenta lentamente al lector. / Cobarde: El que en
una situación peligrosa piensa con las piernas. / Competidor: Sinvergüenza que
desea lo mismo que nosotros. / Cumplido: Préstamo con interés. / Depósito:
Contribución caritativa para ayudar a un banco. / Día: Período de veinticuatro
horas, casi todas malgastadas. / Disimular: Ponerle una camisa limpia a la
personalidad. / Distancia: Lo único que los ricos están dispuestos a que los
pobres consideren suyo, y a que la guarden. / Egoísta: Persona de mal gusto,
más interesada en sí misma que en mí. / Elogio: Homenaje que rendimos a los
logros ajenos que se parecen, aunque no igualan, a los nuestros. / Erudición:
Polvo que se levanta de un libro y se introduce en un cráneo hueco. / Espalda:
Parte de la anatomía de un amigo que tenemos el privilegio de contemplar cuando
nos van mal las cosas. / Fe: Creencia sin pruebas en lo que dice alguien que
habla sin tener la menor idea sobre cosas nunca vistas. / Historia: Relato,
casi siempre falso, de las hazañas, casi siempre carentes de la menor
importancia, que realizan gobernantes, casi siempre deshonestos, y soldados,
casi siempre necios. / Homeópata: El humorista de la profesión médica. /
Inmigrante: Persona desinformada que cree que un país es mejor que otro. /
Jurado: Cierto número de personas designadas por un tribunal para ayudar a los
abogados a impedir que la ley degenere en justicia. / Noviembre: Undécima parte
de las doce que conforman el tedio. / Paz: En política internacional, intervalo
dedicado al engaño entre dos períodos de guerra. / Política: Medio de ganarse
la vida preferido por la parte más degradada de nuestras clases delictivas. / Procesión:
Reunión de necios que se han negado a cultivar el sentido del ridículo. /
Represalia: Piedra natural sobre la que se erige el Templo de la Ley. / Ruina:
Lugar donde acabarían nuestros millonarios si tuvieran que pagar impuestos. /
Sacerdote: Caballero que afirma conocer y ser propietario del sendero interior
que conduce al paraíso, y que quiere poner un peaje en el mismo.
¿Les ha parecido un buen paseo? Pues ya
saben el título del libro...
2 comentarios:
La portada del libro es de San Agustín y el Diablo, porque San Agustín, uno de los Padres de la Iglesia, llegó a la verdad a través del vício.Es decir, el bien y conocimiento se lo dio el Diablo...
Los cuentos de este escritor son impresionantes. Bien traído, como siempre. Abrazos.
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