domingo, 19 de septiembre de 2010

Contra el viento del norte



Dice Alejandro Sanz en una de sus canciones: «Cuando nadie me ve no me limita la piel; cuando nadie me ve puedo ser o no ser». Y esta afirmación, que podrían suscribir millones de personas en el mundo, esconde una verdad muy característica del ser humano: el hecho de que nos sentimos más cómodos y más sueltos cuando no tenemos delante la cara de la persona con quien estamos hablando. Quizá por eso los sacerdotes han procurado durante tanto tiempo que los fieles se sitúen al otro lado de una reja mientras confiesan sus pecados; y los psicoanalistas han colocado su asiento en un lugar escorado donde sus pacientes no los podían observar mientras hablaban. Actualmente, la técnica se ha refinado con la llegada de Internet y de los chats. En ese territorio, protegidos por el teclado y por la frialdad aséptica de la pantalla, podemos abrirle nuestro corazón o manifestarle nuestros deseos a la otra persona sin que el pudor nos atenace, la vergüenza nos cohíba o la prudencia nos atempere.
Daniel Glattauer ha explorado literariamente algunas de las posibilidades de este fenómeno en su novela Contra el viento del norte, que le ha publicado la editorial Alfaguara en la traducción de Macarena González, y que está suponiendo uno de los mayores éxitos de ventas de la temporada. Lo que en sus páginas se nos cuenta es la relación que establecen Leo Leike y Emmi Rothner a través del correo electrónico, desde el momento en que tienen contacto el uno con la otra por pura casualidad (un equívoco en las direcciones provoca el inicio de la relación). Él es un investigador universitario de 36 años, soltero, que está especializado en el lenguaje de los correos electrónicos (de hecho, está trabajando en ese asunto con vistas a una futura publicación); ella es la esposa de Bernhard, su antiguo profesor de piano (viudo y con dos hijos). Contra lo que pudieran pensar los malévolos de turno, el núcleo de sus conversaciones no tiene nada que ver con el sexo, sino con sentimientos más abstractos: ambos se exploran para conocerse mejor, se trasladan detalles de sus emociones, deslizan pinceladas de sus vidas privadas, se intercambian consejos... Pero poco a poco surgirá entre ellos algo más particular. Emmi, preocupada por el hecho de que Leo manifieste su voluntad de seguir alejado de las mujeres, insiste en que conozca a una amiga suya, con la que presume que podrá llegar a algún tipo de relación. Pero cuando él le confiese que, en verdad, han terminado acostándose, Emmi sentirá esa frase como una especie de traición. ¿Qué está ocurriendo entre Leo y Emmi? ¿Hacia dónde conducen todas las charlas que están manteniendo en el ciberespacio? ¿De qué modo pueden llegar a conjugarse las existencias de un soltero atractivo y de una mujer casada con su antiguo profesor?
Si esta página la estuviera escribiendo un crítico con ínfulas académicas (no es el caso: nadie debe alarmarse), éste sería el momento de analizar con detalle lo mucho que Contra el viento del norte tiene de novela psicológica; o de novela epistolar (además, con una jugosa variante: la forma de las cartas se encuentra renovada a la altura de los tiempos); o incluso de teatro (porque solamente escuchamos la «voz» de los personajes, pero no la del narrador de la historia). Pero me parece más enriquecedor subrayar la forma en que Glattauer resuelve la arquitectura de la obra, de gran solidez, o los diálogos de los protagonistas, que en ningún momento caen en charlas forzadas ni se deslizan hacia el escabroso y resbaladizo terreno de los clichés. Leo y Emmi no son prototipos, sino auténticas personas. Incorporan todas las contradicciones esperables en los seres humanos de carne y hueso. Y esto sin duda constituye uno de los éxitos mayores del narrador austríaco.Así que los lectores de la novela ya pueden ir preparados para encontrarse con una obra de formato ágil, fluidez sostenida, deliciosos momentos de humor y una conclusión que Alfaguara nos promete ampliar: ya hablan de una segunda parte de la obra, que saldrá a la luz con el título de Cada siete olas. Frente a tanto timo, ésta es una novedad literaria que merece ser leída.

4 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Y, prontito, la segunda parte. Novela, sobre todo, para mujeres, no nos engañemos.

Pilar dijo...

Muchos temas me sugieren tus palabras, y esta novela que apunto porque me parece que sería una opción para las lecturas voluntarias a partir de cuarto de la eso, tú me dirás. ´
Decía Platón que la representación de las ideas en grafías contenía el gran peligro de que quedasen reducidas a imágenes en las que confiar peligrosamente al obviar la multiplicidad de los matices de las interpretaciones. A fin de cuentas, cuando hablas con alguien cara a cara, eres imagen directa, con muchos factores mediatizadores del comportamiento. La escritura es un campo dispuesto para la reinvención, una posibilidad de ampliación de lo que uno-a es.
..hum , y luego está ver esa sonrisa, o tocar esa mano... pero ese es otro tema.

Hoy abrazos, y que no falten en palabras mientras no sean en directo.

Juan de Dios García dijo...

¿Novela para mujeres? Soy varón y heterosexual, pero me encantan las novelas para mujeres.
La pondré en mi lista de recomendaciones.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡La segunda parte lleva ya publicada un tiempo! Y muy buena crítica hacia el libro. Saludos