miércoles, 8 de septiembre de 2010

Montaigne




Decía Francisco Umbral que uno no puede combatir contra su propio ser; y es una gran verdad. De la lucha contra sí mismo surgen las dietas, las vocaciones frustradas y otras inmundicias en las que conviene no escarbar demasiado. Yo creo que tampoco se puede luchar (ni se debe) contra tu propio ser como lector. De ahí que, pese a la buena voluntad que siempre le he puesto por conocer de primera mano la obra de tantos autores del mes de la FNAC, de tantos genios indiscutibles de su barrio y de tantos poetas laureadísimos por sus amigos del certamen, al final siempre termino volviendo a Michel de Montaigne. O a gentes de la cuerda de Michel de Montaigne: lúcidos, solitarios, descreídos, bahístas (por usar la palabra maravillosa que se inventó Pepe Perona: los que dicen “Bah” ante las novedades). Releo a Montaigne, releo a Pessoa, releo a Cioran, releo a Kavafis.
O a gentes que han pensado sobre ellos, como hizo Stefan Zweig en este breve librito sin duda hermoso, cuya lectura recomiendo para quitarse de encima las tontunas de la modernidad.

2 comentarios:

Leandro dijo...

A la primera: a menudo, la lucha contra uno mismo es recomendable. De vez en cuando, es incluso muy conveniente. Y en contadas ocasiones, puede llegar a convertirse en el motor de la existencia.

A la segunda: tengo yo un amigo que se niega tajantemente a leer a autores que lleven menos de cincuenta años muertos. Bueno, tajantemente no; hace algunas excepciones, pero para eso hay que regalarle el libro. No deja de ser un criterio, incluso un criterio razonable para algunos (sobre todo para él), pero yo creo que: a) se pierde buenos autores y buenos libros, algunos incluso muy buenos, cosas que realmente merece la pena leer, incluso releer; b) pierde de vista por dónde van los tiros hoy día, o por dónde iban hace relativamente poco tiempo.

A la tercera: el mismo Stefan Zweig quizá merecería estar en esa lista de autores que se releen, no en la de aquéllos que piensan sobre los que figuran en ella

supersalvajuan dijo...

El Maestro de Gramática es que era un crack. De vez en cuando leo alguno de sus artículos de "Espejos de una Biblioteca" y me lo paso genial.