martes, 10 de noviembre de 2009

La vida secreta de los números



Siempre me han gustado los libros de divulgación. Sobre todo, los que se emplean con rigor, solvencia y buena prosa a la tarea de lograr que una determinada órbita del conocimiento humano sea asequible para los profanos en la misma. Por eso, he disfrutado mucho con el libro La vida secreta de los números, de George G. Szpiro, que ha traducido Francisco Bermejo para la editorial Almuzara. Es un intento (logrado) de poner algunas peculiaridades de las matemáticas al alcance del gran público. Y tiene, además, una de las explicaciones de contraportada más nítidas y convincentes que he leído jamás (felicidades para los responsables). De hecho, no me voy a resistir a copiar un fragmento: “Cuando una persona muestra su don de gentes en una fiesta o recepción recitando un poema se le considera culto e instruido. Si por el contrario lo que se recita es una fórmula matemática la cosa cambia. Lo más que cabe esperar son algunas miradas compasivas y la etiqueta de “invitado más empollón de la fiesta”. La mayoría de los invitados admitirían que no se les dan bien las matemáticas, que nunca se les han dado bien y que nunca se les darán bien. Lo cierto es que esto resulta sorprendente. Imaginemos a nuestro abogado diciendo que se le resiste la ortografía, o a nuestro asesor financiero asegurando divertido que siempre confunde a Voltaire y Molière. Tal vez tacharíamos a esas personas como incultas. Eso no ocurre con las matemáticas. Las carencias en este campo suelen aceptarse tranquilamente”. No se puede explicar con más nitidez.
Una vez dentro del tomo, el lector podrá encontrarse con la teoría de nudos... aplicada a las corbatas (p.116); con las implicaciones matemáticas del juego del Tetris (pp.129-131); con las diferentes mediciones que pueden realizarse de una frontera o de una costa, dependiendo de los fractales (p.185); con la curiosa explicación matemática del método que usan las moscas para volar (pp.194-195); o con la relación estrechísima que guardan los procesos criptográficos con el café con leche (p.208)... En suma, un libro inteligente, peculiar, con sentido del humor y con enormes dosis de atractivo para enamorarse de una materia secularmente considerada árida. Un trabajo muy valioso.

4 comentarios:

Culturajos dijo...

me apunto el título Rubén. Las matemáticas me resultan un mundo interesante y dificil de comprender, casi como la poesía. A veces leo ambas por lo que me hacen sentir, pero siempre acabo con la sensación de grandeza y no haber comprendido casi nada. Lo hago por puro placer. Como muchas otras cosas.
Salud

Leandro dijo...

Juan Bonilla escribió una novela (Cansados de estar muertos) en la que, a través de uno de los personajes, recoge también unas cuantas curiosidades matemáticas. Allí aprendí que sólo hay un número que está situado entre el cuadrado de otro número y el cubo de un tercero: el 26. Por supuesto, jamás me preocupé de verificar si eso era cierto. Pero tampoco lo he olvidado. Y mira que lo intento.

Sarashina dijo...

Pues no que me he imaginado entrando a una fiesta o charlando con alguien y recitando el teorema de Pitágoras, y la cara que pondría el colega y/o colegas al oírme. Pero qué quieren, si las matemáticas son habas contás... que no es lo mismo que habas narrás. En fin, para mi siguiente vida no me resisto a aprender matemáticas, por si en un futuro lo fino en un sarao es hablar de raíces cuadradas y algoritmos. Bromas aparte, me encantan, como a ti, los libros de divulgación científica, por cubrir de algún modo mis carencias y porque suelen ser muy entretenidos. En mi centro hacen la semana de la ciencia y siempre traen algún matemático lúdico que es un placer escucharlo.

supersalvajuan dijo...

¿La teoría de nudos me ayudaría con mis cordoneras?