Si hubiera que elegir una virtud,
solamente una, de la obra Lo que el aire
mueve, con la que Manuel Hidalgo ha obtenido el I premio Logroño de novela,
yo no dudaría demasiado en afirmar que se trata de la exactitud con la que
retrata el habla urbana actual. Con oído atento, el escritor pamplonés ha
llenado páginas y páginas con los diálogos ágiles, chispeantes, cercanísimos y
frescos de un grupo de personajes que se ven sorprendidos por las mil trampas
que la vida les tiende. En primer lugar tenemos a Javi, un dependiente de 20
años que trabaja en una tienda de ultramarinos y que se ve acosado/usado
sexualmente por la insaciable dueña del negocio, una cincuentona frustrada y
medio ninfómana; en segundo lugar tenemos a Tere, la hermana de Javi, una chica
sin suerte que trabaja en una línea erótica telefónica y que, poco a poco, se
ve complicada en el mundo de la prostitución, del que no ve el modo de salir,
porque sus proxenetas le exigen una elevada cantidad de dinero para liberarla
de su vínculo; en tercer lugar aparece Jose, atolondrado y no muy listo, que
vive pendiente de su padre (que tiene que someterse a diálisis) y de Tere, de
la que anda enamorado; y en cuarto lugar aparece Merche, la hermosa novia de
Javi, que ignora sus encuentros sexuales con la patrona, así como el duro
trance por el que está pasando su “cuñada” Tere.
Y de pronto,
con la misma rapidez con la que se mueve la luz, en la cabeza de Jose brota una
idea absurda: robar un banco para conseguir los seis mil euros que liberen a
Tere de la sevicia mercantil a la que están sometiéndola sus chulos. El
hermano, Javi, se rebela contra semejante imbecilidad; pero acaba aceptando
que, por más vueltas que le den, no hay otro modo de conseguir una suma tan
alta de dinero. El humor de la situación, así como su esperpéntica puesta en
escena, acaba con un inesperado derramamiento de sangre.
Manuel Hidalgo
borda, zolesca o ferlosianamente (el primer Ferlosio), el arte del diálogo. No
se busquen preciosismos en dichas páginas, pero sí la exactitud casi fonética
de sus transcripciones, lo que tampoco es tarea fácil. Así que podría juzgarse
que el primer valor de esta novela es el antropológico. Pero esto no quita para
que nos encontremos ante una pieza de general elegancia y de sólida textura, en
la que el humor, el fatalismo, la investigación profunda en las redes
familiares o el análisis de la amistad alcancen cotas de notable brío. Dos
errores mayúsculos se podrían limar, eso sí, para una próxima edición: en la
página 125 indica que Javi “inspira hondo y expira lento”; y en la página 247
nos abofetea a los lectores no laístas la secuencia “Javi la reñiría”. Lo
demás, narración amena y elogiable.
2 comentarios:
Yo entre la diálisis y la ninfomanía, me quedo con lo último, aunque creo que lo que haré es leerla, porque tú lo vales, yepa.
pd.-haselfavó de mirar la configuración de tu casita porque no puedo comentar si no es desde mi cuenta antigua, que es antigua como su nombre indica
Como si yo entendiera lo que me estás diciendo, hermosa. Le pregunto a Marta mañana, cuando se levante, jajaja. Besos
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