La gran virtud de un biógrafo (la más
sabia y hermosa virtud de un biógrafo) consiste en situarse ante su
protagonista... y dejarlo hablar. No conducir sus respuestas, no frenar sus
digresiones, no limitar su tiempo, no sugerirle ningún tipo de contestación:
dejarlo hablar. Así de fácil y así de difícil. En ese sentido, podríamos
afirmar que el mejor biógrafo es siempre un auditor; es decir, alguien que
escucha lo que el aire tiene que decir y lo que hace con la cometa, cómo la
mueve, hacia dónde la conduce. El biógrafo y el entrevistador son observadores,
oyentes (o espectadores, para decirlo con la fórmula de Ortega y Gasset). Por
eso Fernando Sánchez Dragó es tan penoso entrevistando, y en cambio Joaquín
Soler Serrano fue un auténtico e irrepetible maestro.
Josep Pla,
aquel genio que nació en Palafrugell, publicó hace ocho décadas un libro
biográfico sobre el artista Manuel Hugué que está considerado una de las piezas
más exquisitas del género. Y ahora la editorial Libros del Asteroide lo vuelve
a publicar (traducido por Jordi Amat) con la finura a la que ya nos tiene
acostumbrados este sello barcelonés.
Pla escuchó y
Hugué habló. Habló sin cesar y sin cortapisas. Y de esa charla surgió un
torrente de palabras, de opiniones, de vivencias, que nos permite acercarnos no
sólo a la existencia, sino al alma misma de Manolo Hugué, aquel ser que comenzó
siendo «un pinta absoluto» (pág.14), capaz de retratarse como «un hombre
triste, de una tristeza que nunca se acaba» (pág.39), manirroto (pág.57) y
frecuentador de la bohemia más estílica y disparatada. Pero que fue también un
inteligente analista del ser humano, como se puede observar en algunos de sus
juicios: «Cuando se encuentra gente interesada en hacer agradable la vida de
los demás es que realmente se ha entrado en un país civilizado» (pág.48), «Lo
primero que me interesa de un hombre es saber si ha sido probado. Creo que lo
más grande que puede hacer un hombre en este mundo es aguantar los golpes de la
vida en nombre de una idea abstracta, de un ideal si quieres» (pág.63), «Todo
el mundo intenta, para decirlo en una palabra, contar a los demás lo
extraordinario que es» (pág.98), «Los intelectuales pueden demostrarlo todo.
Esta habilidad les da la posibilidad abyecta de poder demostrar que lo blanco
es negro» (pág.121)...
Frases como éstas abundan
aquí y allá en Vida de Manolo, y constituyen uno de los alicientes de la obra
de Josep Pla. El otro, obviamente, es el estilo; pero sobre él no podemos
hablar. Hay que degustarlo, dejar que nos acaricie los ojos y la mente,
permitir que nos inunde y sorprenda. Gracias a Libros del Asteroide, puede
afirmarse que una de las mejores obras del genial Josep Pla está, por fin, al
alcance de todos en una cuidadísima edición.
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