Una de las virtudes que tiene la
editorial Anagrama, y tiene muchas, es que patrocina uno de los premios de
novela más aparentemente limpios y creíbles de España. Así que, cada vez que se
emite el veredicto del jurado, todos los lectores estamos pendientes del nombre
de la obra ganadora y de la finalista, porque seguro que merecen ser leídas.
Este año, para completar este soberbio panorama, la editorial ha lanzado otros
tres volúmenes (los iré reseñando en semanas próximas) que llegaron a la recta
final de las votaciones y que constituyen valerosas apuestas del sello catalán.
La primera es Asuntos propios, de José Morella, que
tiene de principales protagonistas a tres personajes perfiladísimos y
complementarios: Roberto, un viejo traductor jubilado que sigue trabajado en
casa, rodeado de café, diccionarios, disciplina y un profundo amor a los
libros; Jacinta, una inmigrante africana que comienza a limpiar la casa de
Roberto cuando a la anterior asistenta le sobreviene un grave conflicto de
salud; e Isabel, la hija de Roberto, a quien los vecinos del inmueble advierten
de la peligrosa relación que se está fraguando entre su padre y la limpiadora.
Se ponen entonces en funcionamiento las reglas no escritas, que «son los
cimientos invisibles de nuestra ciudad» (pág.41); y que determinan que un
hombre mayor no puede enamorarse de una mujer mucho más joven y de otra raza,
porque sin duda ella está engatusándolo para quedarse con su pensión, lograr
estabilidad en el país de acogida o resolver sus problemas sociales. Dolida por
este maremágnum de insidias, ofuscaciones y prejuicios, Jacinta llega a la
conclusión de que «la libertad es como una selva virgen al lado de tu pueblo.
Se sabe que está, pero no se la explora. No se entra en ella. La tienes, nadie
te la niega, y nadie te dice que no puedes explorarla. Pero si la exploras te
castigan» (pág.131). Y Roberto, más perplejo por la intransigencia de su hija
que por cualquier otra consideración, se obstina en demostrar que su amor por
Jacinta es mutuo y noble; y que no ensucia su textura ningún interés espurio.
Estamos ante
una novela fascinante, fluida y escrita con calmosa sencillez, donde Morella
demuestra un buen dominio de las situaciones tensas (las páginas donde nos
describe el tiempo que Isabel tiene secuestrado a su padre, para evitar que
«esa puta negra» (pág.87) lo desplume, son antológicas) y una notable lucidez
para reflexionar sobre los males que afectan a nuestra sociedad, zarandeada
entre la tolerancia y el extremismo, entre la hipocresía y la crudeza, incapaz
de permitir que miremos con ojos inocentes las relaciones amorosas y humanas
entre personas disímiles. Un extraordinario ejercicio de análisis que, además,
está redactado con una prosa lograda y efectiva.
1 comentario:
Nos lo recomendó Care Santos el otro día, en su visita "mandarachera", y si atesora la mitad de la calidad con la que tú lo expresas, es de ley correr a la librería ya mismo.
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