sábado, 20 de mayo de 2017

Mortal y rosa



La primera vez que leí Mortal y rosa, de Francisco Umbral (Destino, Barcelona, 1979), fue en agosto de 1989. Y no tengo que hacer demasiada memoria para recordar que me impresionó. Aún no había sido padre, ni había perdido a ningún hijo, pero el dolor terrible que sus páginas contenían me traspasó como un dardo envenenado de lágrimas y literatura. Ahora, cuando lo visito por tercera o cuarta vez, sigue pareciéndome un canto hermoso, magnífico, desgarrado y lírico que Umbral le dedica a su hijo recién fallecido, y que hace estremecerse el ánimo del más templado. Imagino que cuando pasen los años y las décadas, la imagen agria que Umbral se obstinó en difundir como personaje público quedará olvidada o difuminada, y que entonces se comprenderá la grandeza única de este largo poema en prosa, uno de los mejores que he leído en mi vida. “Cómo negar la mitad en sombra de la vida, si están ahí los sueños”.  “La juventud es una divina vulgaridad. Los años estilizan, aristocratizan, dignifican un poco, y llegan incluso a individualizarnos. Pero preferíamos la democracia gloriosa de la juventud a estas distinciones y medallas de edad que nos impone la vida”. “Ahora la gente se pone al sol para teñirse. Mal hecho. Eso da cáncer. El bronceado es un vestido, un disfraz. Una mujer muy blanca está más desnuda. El pigmento, natural o adquirido, viste, reviste”. “Es muy fácil que la mano se torne garra sobre el cuerpo de una mujer. Ir a la mujer con manos de pianista mejor que con manos de ladrón. Que la mujer no se sienta saqueada, sino templada, pulsada, afinada”. “El hombre, si no es la medida de todas las cosas, es al menos una maqueta bien intencionada del Universo”. “Nunca llevamos a un niño de la mano. Siempre nos lleva él a nosotros”. “Estoy oyendo crecer a mi hijo”. “La salud es un delicado equilibrio de deflagraciones. La cabeza que suena, los ojos que duelen, los oídos que pitan, la garganta que escuece, el vientre que sufre, los enfisemas, los vértigos, el insomnio, el miedo, las caries, las infiltraciones hiliares, las arritmias, la tos. Estamos vivos de milagro. Lo científico sería morirse en seguida”. “Vives otras casas, las amueblas, las habitas, y algo te dice que no son tu casa. Entras y sales en ellas. Pero un día encuentras la casa, tu casa, la que te esperaba, ésa que teje en seguida en torno de ti su silencio, sus sombras, su polvo, su tiempo, y de la que ya no vas a salir nunca, a la que volverás siempre”. “Escribir es una cosa pasiva, receptiva, contra lo que se cree, así como leer es algo activo, creativo, voluntarista”. “El estilo es la modulación que toma el lenguaje al pasar por nosotros, como la curva que adopta el agua en una jarra”. “El libro es sólo el pentagrama del aria que ha de cantar el lector. En el libro no hay nada. Todo lo pongo yo. Leer es crear. Lo activo, lo creativo, es leer, no escribir”. “Miro mi edad en los espejos de las tiendas”. “Moriré sin haber pasado por el mundo. Jamás he salido del ámbito mágico de la literatura, lo cual no tiene nada que ver con la torre de marfil. He vivido el mundo intensamente, pero literariamente. Escribir es sólo la exteriorización de una actitud y de una óptica. El escritor va por dentro”. “(El escritor) No, no sirve de nada defenderse con el escándalo o la rebeldía. Al final te aprovechan. Al final te vacían en bronce, que es lo que quieren”. “Nada me atormenta tanto como la belleza del mundo. Vamos en una lujosa calamidad, en una primavera mortal, hacia la muerte. Se nos ha preparado —¿por quién?, por nadie— una suntuosa masacre, el hombre muere rodeado de belleza, entre el esplendor del verano o los palacios fríos del invierno”. “Lo nuestro no tiene arreglo. El hombre es decididamente mediocre”. “Ya tenemos estadísticas exactas sobre los niños que se mueren. Lo que no tenemos es ganas de alimentarles, pero llevamos su muerte muy bien contabilizada”. “Hay que descubrir la piedra filosofal todos los días, y encontrarla entre las piedras grises y torpes, que son las que más abundan”. “Lo más desolador es que ni en la muerte nos encontraremos. Cada cual se queda en su muerte, para siempre. La muerte es distancia, sólo distancia”.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Hola Rubén!
Solo he leído esta obra una sola vez, y no creo que vuelva a hacerlo, me dolió tanto que la dejé en el desván de casa de mi abuela y no he vuelto a rescatarla (y eso que la casa ahora es mía)

Un beso.