domingo, 4 de agosto de 2013

Los silencios del Atlántico



Elías Meana, el escritor salmantino afincado en Molina de Segura, vuelve a las mesas de novedades de las librerías con una novela ambientada en el mundo del mar, que le publica el sello Noray. Esta vez se trata de la obra que lleva por título Los silencios del Atlántico, una historia de espionaje y amor que demuestra una vez más su solidez como narrador y su solvencia como constructor de historias.
Estamos en el año 1943 y el capitán Emilio Ballvona recibe en su barco la visita de la teniente Esther Ryle. Ella le explica que, desdeñando la neutralidad oficial que el gobierno de Franco mantiene en la guerra, muchos capitanes de barcos bajo bandera española están ayudando (o son obligados a ayudar) a submarinos alemanes, haciéndoles llegar combustible en alta mar. La teniente, una vieja conocida del capitán Ballvona, le ruega que colabore con los aliados en una complicada operación de espionaje que tiene como objetivo detener esos suministros y, al mismo tiempo, capturar una máquina Enigma, utilizada por los nazis para codificar sus mensajes. Tras aceptar la misión, el capitán Ballvona se trasladará hasta La Habana, donde comienza realmente su tarea como espía aficionado. Allí conocerá al capitán Arnaldos, responsable del Magallanes, que está colaborando a regañadientes en el suministro de combustible a los nazis. A bordo del Magallanes, por cierto, viaja una “ilustre señora” (sic) llamada doña Carmen, según se explica en la página 122.
Durante todo el desarrollo de la novela asistiremos al doble protagonismo de los capitanes Ballvona y Arnaldos, que sustentan acciones paralelas y en cierto sentido complementarias: dos personas honestas, firmes, honradas, que luchan en el fondo por lo mismo aunque les haya tocado mantenerse en platillos diferentes de la balanza. En tiempos difíciles, las máscaras que se adoptan para sobrevivir pueden ser más quebradizas e inestables de lo que en un principio pudiera parecer. Y las personas rectas y honorables, por debajo de los disfraces, siempre se acaban entendiendo.
Elías Meana nos facilita en esta estupenda novela varios combates marítimos de inmejorable dibujo, escenas de amor, reflexiones sobre la fidelidad, el servicio a la patria, el respeto por uno mismo y una porción de escenas memorables que los lectores irán descubriendo durante el desarrollo de la obra.

Y si el lector que decida meterse en esta obra no domina ni mucho ni poco el vocabulario del mar, que no se agobie en absoluto. Aunque Elías Meana lo utiliza con profusión y siempre de una forma adecuada y exacta es posible avanzar por la novela sin que tales términos estorben a la intelección. Doy fe.

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