En la contraportada de Demasiado tarde para volver (Murcia,
2008), Miguel Ángel Hernández nos comunicaba que se sentía «un escritor
frustrado, triste y melancólico». Y aunque las condiciones del alma no dependen
de una forma directa de los accidentes del éxito, es probable que esta
afirmación haya sufrido alguna metamorfosis después de que el jurado del premio
Herralde de novela dictaminara hace pocos meses que esta obra que ahora tenemos
entre las manos merecía aparecer bajo el sello Anagrama, a nivel nacional.
En esta primera narración extensa que
publica, el escritor se adentra en un mundo que conoce espléndidamente (es
profesor de esa materia en la universidad de Murcia): el territorio del arte
moderno. Sus protagonistas son fundamentalmente tres: un joven estudiante de
último curso llamado Marcos, reconcentrado en sí mismo, con problemas de
comunicación, peso y alopecia; una profesora atractiva que le imparte clase
(Helena); y un reputado artista de fama mundial, Jacobo Montes, que suscita
tantas polémicas como adhesiones por sus obras. Y el eje argumental es tan
sencillo como turbador: Montes llega a la ciudad donde estudia Marcos y lo
utiliza (gracias a la intermediación de su amiga Helena) como ayudante para ir
perfilando las líneas de su siguiente obra. Se tratará de una acción artística
donde intervendrá como protagonista Omar, un inmigrante sin papeles que acepta
servir como conejillo de Indias en un proyecto que Marcos, al principio,
encuentra llamativo, pero que poco a poco le va pareciendo inhumano o
vejatorio. Sumergidos en la elegante prosa de Miguel Ángel Hernández, los
lectores avanzarán, hechizados, por las páginas de esta historia inaudita, que
los llevará de la sorpresa a la repulsión, de la indignidad a las meditaciones,
del pasmo al silencio.
¿Qué elementos (aparte de la propia
belleza expresiva del texto, que ya he comentado) han llamado mi atención de
forma particular en Intento de escapada?
Pues yo diría que cuatro: las interesantes indagaciones de Miguel Ángel Hernández
sobre las fronteras (elásticas, cambiantes, difusas, cuánticas) del mundo del
arte; su atinada observación acerca de la invisibilidad
del paria (los marginados, los inmigrantes ilegales, etc, son en buena medida
personas sin entidad real para la
sociedad que los circunda); la forma eficaz en que los artistas utilizan el
discurso como disfraz (me ha resultado inevitable recordar aquella frase de
Ramón Gómez de la Serna, incluida en su Diario
póstumo, en la que se burlaba de una persona que le ponía «un forro de
palabras» a todo lo que decía, por huero que fuese); y, difuminada en varios protagonistas
y con diversas intensidades, su meditación sobre los límites de la dignidad.
Porque yo creo que esta novela, si tuviéramos que reducirla a la estupidez de una
fórmula, trata de eso, del modo en que cada personaje se enfrenta a su propio
concepto de la dignidad: el estudiante que no quiere decepcionar a la profesora
de la que está prendado; el artista que se niega a reconocer fronteras a su impulso
creativo; el inmigrante que necesita dinero a costa de lo que sea...
Intento
de escapada es una novela sobre el
arte, pero sobre todo es una novela sobre las miserias del espíritu humano,
sobre aquellos pliegues oscuros de nuestro interior donde no nos agrada hundir
los ojos. Léanla con calma y les enriquecerá, a la vez que les sobrecoge.
5 comentarios:
Esos profesores...
Esta también la leeré despacio. Muy despacio.
Hacer visible lo invisible y sobre todo dejar constancia. Enhorabuena!!
Hace visible lo invisible y hace constancia. Enhorabuena!!!.
EL CUÑADO
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