No sé muy bien si los microrrelatos proceden del magisterio de los haikus orientales o de las enseñanzas cazurras y sincréticas del jesuita Baltasar Gracián (“Más obran quintaesencias que fárragos”), pero lo cierto es que el género, en los últimos años, está interesando a un número creciente de lectores. Sin duda, buena parte de esta curiosidad ha sido despertada por autores como Ángel Olgoso, titán de las mini-estructuras e intrépido explorador de sus mil bifurcaciones y recovecos. Su último libro continúa la línea, con elogiable brillantez. Se trata de un tomo que le publica Páginas de Espuma, con una magnífica portada de Santiago Caruso, y que lleva por título La máquina de languidecer. Cien historias densas, proteicas, intrigantes, humorísticas, filosóficas, desasosegantes y llenas de guiños, donde el autor granadino da rienda suelta a sus fantasmas, sus obsesiones y sus temas recurrentes, para conformar un cosmos de inquietante perfección, donde cabe casi todo: las revisiones de los mitos homéricos, contemplados desde una óptica nueva (“Ulises”); los relatos de terror o de aldeanismo supersticioso, que viran en sus últimas palabras hacia el humor (“El lobo viejo de las desgracias”); los textos donde las fronteras entre el fracaso y el éxito, entre la ignominia y la liberación, entre el ayer y el hoy, desdibujan sus límites (“La larga digestión del dragón de Komodo”); sangrientas ceremonias precolombinas que acaban de un modo lánguido, humano, casi suplicante (“Quauhxicalli”); las parábolas donde la vida queda codificada en una serie de elementos comunes (“La derrota”, “Umbrales”, “Subir abajo”); ínfimas disputas fraternas que adquieren una dimensión simbólica, inquietante o tremebunda en apenas siete líneas (“Vidas privadas”); enumeraciones culturales que se rizan, al final, en una carcajada lingüística (“Un mélange mitológico”); o textos espeluznantes, que sobrecogen como latigazos, donde nuestro mundo queda retratado con macabra nitidez (“Conjugación”).
Ángel Olgoso acude a todos los senderos, pulsa todos los resortes, maneja todas las variantes, indaga todas las cuevas. Parece como si no quisiera dejarse ni una sola posibilidad por ensayar, ni siquiera la micro-novela, que está representada por textos tan memorables como “Crimen perfecto” o “Caballería volante”... Por fortuna, sus lectores sabemos que es mentira, y que su prosa y su fantasía son como el ave Fénix: están en constante ejercicio germinativo. Apenas dadas a la imprenta estas producciones, Ángel Olgoso estará componiendo otras historias, cincelando otros mundos. Y seguramente, aunque parezca imposible, nos volverá a sorprender con esas páginas. Por ahora, y a pesar de nuestra avaricia, tendremos que soportar la espera leyendo y releyendo este prodigioso volumen, lo que tampoco está mal.
6 comentarios:
Las cuevas siempre hay que indagarlas, es verdad. Y hay muchos tipos de cuevas.
Feliz año, Rubén, a ti y a todos tus lectores. Espero que este año que entra esté lleno de proyectos e ilusiones. Deséale también un estupendo 2010 a Marta de mi parte.
Un abrazo,
Gonzalo
Las series de tv, los medios nuevos, todo empuja a lectores que requieren menos tiempo para ser informados, y no creas que me gusta ese infinitivo tan pasivo. A eso le sumo lo fácil que cabe un sueño en un relato corto. Y sí, el cuento está en parte salvando la narración, un ejercicio de mantenimiento. Hubo un tiempo en que leí muchos, ahora me tiro a por las páginas. Besazos, y siempre felicidad nueva
Por fin apareció Pilar por aquí y por estas tierras. Se la echaba de menos, ¿verdad? No soy una gran lectora de minicuentos o de microrrelatos o de relatos hiperbreves, pero sí de cuentos en general, así que en parte también me interesan. De hecho, el año pasado me publicaron uno en una antología, pero ni siquiera tengo el libro donde apareció. Si lo quieres leer, pon en google "Censura en Gaula" y seguro que te lleva a él.
¿Has mirado la extensa colección que hay en Ciudad Seva?
Yo creo que la cosa viene de la prisa que la gente tiene, aunque también hay que sentarse a leerlos y en una línea cabe a veces una enorme historia. Pero últimamente, como mi hermanica, me tiro para los tochos.
Perdona que me salga del tema, pero esta tarde me he enterado por Lola de que has ganado un premio en Málaga (¿premio Gerald Brennan, quizá?). A ver si un día te animas a colgarnos aquí ese relato premiado. Enhorabuena
Sí, me han dado el Gerald Brenan. Cuando me llamaron para comunicarme el fallo me quedé más bien boquiabierto, porque han sido 2491 participantes, así que figúrate el shock. No sé cuándo sale publicado el cuento (porque lo sacan), pero ya os contaré. Gracias por tu felicitación, Leandro.
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