Encontrarse en los escaparates de las
librerías un nuevo libro de Patrick Ericson siempre es una felicidad, porque
podemos estar seguros (yo diría que convencidos) de que su lectura resultará
fascinante y nos deparará días enteros de emociones. Pero descubrir que en la
portada de la obra no se reproduce el nombre literario del autor, sino el
auténtico (José María Fernández-Luna), requiere una pequeña explicación... Esta
vez, Patrick no nos habla de muertes misteriosas, ni de escalas masónicas, ni
de rituales rosacrucianos, ni de conspiraciones donde queden mezcladas política
y religión, sino de un personaje real: Ramón Fernández-Luna, famoso jefe de la
Brigada de Investigación Criminal de Madrid y antepasado suyo. La detención de
Eduardo Arcos, conocido en la prensa internacional como Le Fantôme, o la
resolución del crimen del capitán Sánchez, aureoló a este policía con el
sobrenombre de El Sherlock Holmes español.
Se entiende entonces que, por el hecho de tratarse de un pariente lejano del
novelista, éste haya decidido firmar la obra con su apellido, como homenaje.
¿Y qué se van a encontrar los lectores
en estas apretadas cuatrocientas páginas? Pues les aseguro que un grupo de
personajes realmente sorprendentes: un mago ruso llamado el Gran Kaspar, que se
fuga de forma misteriosa de la cárcel Modelo de Barcelona, sin que nadie
acierte a explicarse cómo lo ha logrado; una espectacular bailarina cubana
llamada María Duminy, que utiliza su cuerpo como arma y moneda, dentro y fuera
del escenario; una bella vedette colombiana (Luisa Rodrigo) que no esconde
demasiado su condición bisexual; un anarquista que ha matado a varias personas
y que tiene que esconderse de las fuerzas del orden hasta que se apacigüen los
ánimos; un enigmático tipo llamado Agamenón, que maneja las voluntades de dos
mujeres a cambio de drogas; el escapista más famoso de todos los tiempos, que
ayudará a Ramón Fernández-Luna a entender algunos de los pormenores de un truco
de magia; el comisario Manuel Bravo Portillo, cuyas brutalidades asquean tanto
a los maleantes como a sus compañeros policías; una criada que intenta hacerle
la vida imposible a su señorita... Y a todo ese grupo de personajes (que no es
sino un resumen de los muchos que aparecen), sumen charlas políticas y
sindicales, reuniones en casa de Antonio Gaudí, asistencia a una sesión de espiritismo,
tesoros escondidos en algún lugar misterioso, un submarino alemán que aparece
en las proximidades de Barcelona, un plan meticuloso para matar al zar Nicolás
II de Rusia, excelentes retratos de época (ropas, carruajes, etc), truculencias
carcelarias...
Con esta historia, que sucede en la
Ciudad Condal pero que tiene notables ramificaciones en Madrid, Cuba y
Petrogrado, Patrick Ericson vuelve a demostrar que es un novelista portentoso
capaz de documentarse con una minucia extrema para cualquier detalle de su
obra, pero que luego camufla esos datos y los entrega al lector de una forma
novelesca, natural, fluida.
La gran pregunta que acude de inmediato
a la mente es ésta: ¿habrá más casos
del policía Ramón Fernández-Luna en el futuro? El título abierto de esta obra
que acabamos de terminar parece indicar que sí, y el final que Patrick Ericson
dibuja en la página 401 entiendo que camina en la misma dirección. Ojalá sea
así. Leer a novelistas como él es siempre un gozo. Cuanto más se repita la
experiencia, mejor.
1 comentario:
Magníficas palabras para una novela en verdad extraordinaria.
Publicar un comentario