Víctor Gómez Pin es un pensador lo suficientemente conocido en España y fuera de España como para que soslaye la infantil tentación de presentarlo a los lectores. Pero no soslayaré el gozo de referirme hoy a su voluminoso trabajo Filosofía (Interrogaciones que a todos conciernen), publicado por Espasa-Calpe y donde el prestigioso analista trata de aproximarse con espíritu sereno y con prosa nítida a algunos de los grandes problemas que atribulan a los seres humanos desde el comienzo de los tiempos.
El libro se inicia con una humorada melancólica ("Es una situación embarazosa la de alguien que, al ser preguntado por su profesión, ha de responder filósofo o incluso profesor de filosofía", p.17), a la que Gómez Pin responde con una sentencia tan misteriosa como verdadera: "Filósofo es quien, simplemente, ha asignado a su mente el objetivo más ambicioso que cabe esperar", p.21). Es decir: plantearse todo, lo inmanente y lo trascendente, lo humano y lo divino, como tarea insobornable de reflexión y de análisis. Empeño ciclópeo y a veces asfixiante, pero que permite a su autor concluir que "la praxis filosófica es finalmente la única prueba de que se es cabalmente humano" (p.308). Si nos explica la mitología que Atlas tuvo que soportar el mundo sobre sus hombros, el filósofo tiene como misión algo mucho más trabajoso: indagar más lejos, preguntarse por los orígenes de ese mundo, y por su destino final, y por su esencia. Ahí es nada. Es probable que no sea injusto decir que el filósofo es el más silencioso y el más grande de los héroes.
Pero como ya ha pasado aquel tiempo en que los pensadores eran seres aislados de su entorno, que meditaban en sus gabinetes sobre la ultimidad del ser, las categorías morales o la existencia de Dios, Gómez Pin se incorpora a las nuevas tendencias filosóficas y asume que los tentáculos de la curiosidad pueden ser tan variados como enriquecedores. Así, nos hablará de Platón, Aristóteles, Kant, Hegel o Kierkegaard (grandes referencias del pensamiento occidental), pero también nos introducirá alusiones a Mendel, Darwin, Pasteur, Copérnico, Colón, el Big Bang o el genoma, así como manos tendidas hacia otros universos creativos, que van desde la literatura (Borges, Shakespeare, Dostoievski, Proust, Neruda) a la pintura (Max Ernst, Durero), pasando por la música (Alban Berg, Puccini) o la escultura (Eduardo Chillida). Todas las tendencias del espíritu humano con acogidas en este libro integrador y pleno. Y la inteligencia de Víctor Gómez Pin busca conjugarlas y darles una estructura orgánica. Nada humano le es ajeno (como dijo otro pensador célebre), pero tampoco nada divino. La respuesta filosófica a un mundo cuántico sólo puede ser una mente cuántica, abierta a los reclamos más diversos y cuya principal misión radica, precisamente, en la tarea unificadora. Los grandes genios luchan por ser los grandes cohesionadores del pensamiento humano.
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