Decía Jean-Paul Sartre que, una vez colocados todos los números en forma de columna, no queda sino trazar una raya bajo ellos y sumarlos. Esa voluntad de conclusión que a veces tienen las cosas se aprecia igualmente en la vida: no es raro que en algunas ocasiones se nos obligue a enfrentarnos con el borde del acantilado. Y es entonces cuando decidimos mirar hacia el horizonte para no dirigir nuestros ojos hacia las olas que rugen abajo, estrellándose contra las rocas. Son tardes o noches de reflexión, de silencio, de remembranza. Tardes o noches de recuento y clausura. Tardes o noches de sentir y pensar, como quien anota las cifras negras y rojas de un arqueo trascendente, de un balance en el que la propia vida está en juego. El profesor y escritor Pascual García (Moratalla, 1962) ha convertido en poemas uno de esos cómputos emocionales, y lo ha titulado Cita al anochecer. En sus páginas se nos muestra un catálogo de luces y de sombras donde el dolor, la esperanza, la fe, la lucidez, el desamparo, la enfermedad, la entereza y la muerte caminan dándose la mano bajo la música de los versos, como torrentes subterráneos que sólo alguien muy sensible puede detectar y convertir en palabras. Pascual García consiste acercarse (y acercarnos) hasta las fronteras mismas del vértigo, hasta la esencia misma del ser humano, de la persona que ha sido convocada a un instante terrible, pero que tarde o temprano habrá de alcanzarnos a todos («No he visto la laguna /ni al hombre que conduce cabizbajo, / como un verdugo entre la niebla espesa, / pero de pronto la noto tan próxima»). Enfrentado a la enfermedad y manteniéndose erguido, el poeta realiza el esfuerzo supremo de intentar contarnos a los demás qué se siente en esos instantes especiales, qué trallazos golpean la piel y qué sacudidas eléctricas intentan desbaratar el corazón y el temple del ser humano. Gabriel Celaya nos explicó una vez que cuando se miran «los vertiginosos ojos claros de la muerte» se dicen las auténticas verdades, las verdades más hondas. Pascual García, consciente de que esto es así y consciente también de lo azaroso de la situación que está viviendo sin remedio («Me eligieron para ese último día»), recuerda también instantes en los que vivió otras muertes, como por ejemplo la de su abuelo (uno de los mejores poemas del libro, a mi entender). Y es entonces cuando se aferra a las certidumbres sólidas que lo auxilian, como el amor de su esposa, que le permitió mantenerse a flote y sobrevivir al naufragio. Vivir es también descubrir quiénes están junto a nosotros y saber hasta qué punto podemos contar con ellos. Quien pasea por el filo lo descubre para siempre. Estamos, en fin, ante un libro excelente, de enorme belleza y de enorme dureza, donde el escritor murciano vuelve a demostrar que sigue una trayectoria impecable de perfección lírica. Leerlo es leer a uno de los poetas más brillantes de nuestro tiempo, sin ninguna duda.
5 comentarios:
Me lo apunto
Estamos muy orgullosos de haber publicado, en las hojas de nuestro ACANTO particular, estos poemas de Pascual García porque más allá del cariño que le tenemos desde aquel tiempo de los Encuentros de Jovenes Escritores (en el que también tú, Ruben, estabas), es una poesía plena de sinceridad y de belleza.
Con amantes de la poesía como vosotros, los lectores nos sentimos en perpetua deuda. Mil gracias por seguir en la brecha, incansables, limpios, puros.
El peligro de los momentos de recuento es que pasen a ser, además, de clausura. Huid de ellos mientras podáis
Algo que buscaba, seca de releer, y a lo que me tiro de cabeza. Tu presentación también ha sido un paseo placentero, mucho.
Me he enterado que has dado con la tecla de los usuarios y su procedencia; me temo que te confundirá el buscador, yo soy la de Ceuta, no la de Jerez de la Frontera o Puerto de Santa María según gire el ordenador. Las cosas de África son así. Chao, amigo, tengo ganas de verte.
MI enhorabuena a Pascual, y a su intensidad.
Publicar un comentario