viernes, 6 de julio de 2012

Lecciones de literatura universal




Cuando un volumen lleva un título de este calibre ya sabemos que ha de ser necesariamente un libro ambicioso. Éste, desde luego, lo es. Pero lo importante es que además cumple a rajatabla las expectativas que su marbete genera en los lectores. Coordinado por Jordi Llovet, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Barcelona, prologado por el insigne Martín de Riquer y epilogado por el no menos ilustre José María Valverde, se alinean en esta obra ciento siete trabajos dedicados al análisis de autores señeros de la historia de la literatura o de obras capitales, desde el siglo XII al XX.
Al final del recorrido, los lectores salen con tal bagaje de conocimientos y con tal acumulación de anécdotas importantes o curiosas que sienten que han sido testigos de un viaje maravilloso, que los ha transportado desde la épica medieval hasta García Márquez o Vargas Llosa, desde  Góngora hasta William Blake, desde Virginia Woolf hasta Ausiàs March. El hecho interesantísimo de que sean tantas y tan diferentes las personas que abordan los análisis (filósofos, escritores, poetas, catedráticos, traductores, novelistas) permite que el vademécum sea proteico, más valioso y más enriquecedor para quienes lo consulten. Y los juicios y anécdotas que sobre los grandes de la historia de la literatura se vierten en sus páginas resultan impresionantes. De Dante, por ejemplo, nos dice Raffaele Pinto (Universidad de Barcelona) que «su discurso parece brotar inmediatamente de su individualísima experiencia, como si el lenguaje de la literatura le perteneciera de forma natural» (p.90); de Desiderio Erasmo (Erasmo de Rotterdam) nos explica el profesor Jaume Medina (Universidad Autónoma de Barcelona) cómo, además de ser personalidad cultural de primera magnitud, fue también hombre de carácter: rechazó el nombramiento de cardenal que le proponía el papa Pablo III (p.173); del cáustico, hipercrítico y genial Voltaire explica Josep Ramoneda que sus ojos «no juzgaban todo de la misma manera: era menos complaciente con el cristianismo que con ciertos déspotas, a los que exaltaba sin reparar en sus desmanes, como Luis XIV, Pedro el Grande de Rusia o el propio Federico II» (p.376); de la inglesa Jane Austen asevera la profesora Pilar Hidalgo (Universidad de Málaga) que fue «un caso anómalo dentro de la novela universal. Puede que ningún otro gran novelista haya utilizado materiales tan limitados ni escenarios tan circunscritos» (p.516); el maravilloso Fernando Savater se extasía comentándonos que «abrir un libro de Stevenson es como recuperar los sábados por la tarde de nuestros años colegiales: algo prometedor, incitante, nostálgico, misterioso, nieve nunca pisada y, sin embargo, algo familiar, recurrente, confirmador, íntimamente exaltante de lo que en nuestros mejores momentos creemos que somos» (p.728); Basilio Losada define al ciclópeo Fernando Pessoa diciendo que representa «la figura de uno de los grandes creadores de nuestro tiempo, y quizá también de uno de los profetas del porvenir» (p.987); y Enrique Murillo (me estoy limitando a anotar algunas leves pinceladas de un tomo que se acerca a las 1200 páginas) explica que «el océano Faulkner está, así pues, rodeado de costas escarpadas, farallones amenazadores, oscuridades compactas. Sólo el lector paciente, por lo tanto, logrará penetrar en esa inmensidad» (p.1024).
Ningún lector, por especializada que sea su curiosidad literaria o por raro o lejano que sean el estilo o el país que disfrute de sus preferencias culturales, se encontrará con laguna digna de mención en este prodigioso compendio, cuyos capítulos (y cedo la palabra al editor de la obra) «significan por ellos mismos una selección que nada tiene de arbitraria: corresponden, por así decirlo, a un determinado canon que no dudaré en calificar de sensato, conservador en cierto modo, y hasta tópico» (p.15). En efecto, es así. La editorial Cátedra ha tenido el notable buen gusto de poner esta obra monumental al servicio de los lectores de habla hispana para que seamos capaces de regodearnos con los poemas que se van intercalando en el texto, aprender anécdotas sobre Balzac, Dickens o Montaigne, perfeccionar nuestras sabidurías sobre Elias Canetti o Ezra Pound y, en fin, degustar lo mejor de los mejores, de la mano de los especialistas más avezados en su obra y en sus vidas. ¿Se le puede pedir mucho más, realmente, a un libro?

1 comentario:

angel almela dijo...

Muy intersante parece su lectura pero ¡tengo, tantas lecturas atrasadas esperando el verano...!, que uno no sabe ya si puede leer más (a parte de que me apetece también escribir, y actualizar el Blog, etc).
Feliz Verano, Rosa