Muchos lectores (y críticos literarios, y profesores) de España almacenan, enquistado en sus mentes, un difuso prejuicio contra el humor, al que son capaces de tolerar, aplaudir o incluso buscar en libros y revistas, pero al que niegan con vehemencia todo atisbo de profundidad. Así, maravillosos escritores como Hipólito G. Navarro o Juan José Millás son tildados de ingeniosos, lúdicos, chispeantes o rateros (“autores para pasar el rato”); pero cuesta muchísimo que se les reconozca la genialidad o la brillantez que se regala casi al instante a todos aquellos que, llenando folios con cara de vinagre o mostrándose renuentes a los peines, se instalan en la zona noble de los suplementos literarios. El sello Páginas de Espuma, lejos de transigir con esta tendencia general, se rebela de forma ostensible contra ella en una de sus últimas publicaciones: el tomo España, aparta de mí estos premios, una colección de relatos que firma Fernando Iwasaki (Lima, 1961) y que tienen en común el hecho de haber sido “premiados” en una serie de certámenes a cuál más extravagante, donde los escritores deben idear cuentos que glorifiquen al Sevilla F.C., ensalcen la gastronomía vasca, transcurran en la cueva de la Pileta, glosen el papel de la nueva mujer catalana o aludan a los héroes del Alcázar de Toledo (en un singular concurso patrocinado al alimón por Izquierda Unida Los Verdes y Falange Auténtica, ahí es nada). Situándose en estos disparatados cauces, el escritor que quiera conquistar premios literarios (indica Iwasaki) tendrá que amañar sus relatos con sutiles retoques para que el mismo texto, “refrito varias bases según las veces y viceversa” (p.13), tenga opciones de alzarse con el triunfo. Así, nos encontraremos con Makino Yoneyama, un brigadista nipón que sale de una cueva e interrumpe un programa televisivo, sin saber que la guerra civil acabó hace 70 años; o con Makoto Komatsubara, quien emerge de las catacumbas del Alcázar de Toledo, ignorando la misma circunstancia; o con Michiko Arakaki, una antigua lanzadora de cuchillos y amante de Picasso, quien lleva décadas viviendo de incógnito como trabajadora en el ayuntamiento de Barcelona; o con... No creo que haga falta añadir más nombres para que los lectores se hagan una idea del contenido de este volumen. Un relato que actúa como “célula madre” es clonado con sutiles diferencias, para adaptarse a las exigencias más peregrinas de los ayuntamientos, cajas de ahorros y demás organismos convocantes de concursos de cuentos. Zumbón como él solo, didáctico, explosivo, iconoclasta, irreverente y disparatado, Fernando Iwasaki construye siete cuentos que son siete mecanos, siete estrategias, siete carcajadas, siete provocaciones, siete desplantes con los que todos los lectores disfrutarán. Y, como colofón para el libro, incluye un "Decálogo del concursante consuetudinario", en el que, entre otras cosas, aconseja a los novatos que firmen con seudónimos femeninos, que no aborden jamás el tema de los templarios (que funciona en las novelas, pero no en relatos cortos) y que, en la medida de lo posible, ambienten sus creaciones en Nueva York, porque “nunca falla”. En suma, una obra irónica, muy bien escrita y que garantiza sonrientes horas de lectura a sus usuarios.
10 comentarios:
De todos los libros que has glosado desde que vengo por aquí, éste es, por varios cuerpos de ventaja, el que me ha dado más ganas de leer. O el que me han dado más ganas de leer. O el que más ganas me han dado de leer. O lo que sea. Es posible incluso que me lo compre en vez de sacarlo de la biblioteca. Por cierto, (...) aquéllos que (...) mostrándose renuentes a los peines (...), qué barbaro, muy bueno.
Ese tiene pinta de ser un buen decálogo.
He llegado a tu página a través dxe Fuensanta (Asuntos propios) y descubro un espacio tremendamente interesante para los mantes de la lectura, entre los que me cuento. Volveré más despacio para saborear su contenido.
Este es, Rubén, el libro que más me ha hecho reír en los últimos años, además de la agudeza de Iwasaki, por reconocer ciertos vicios que uno ha visto por ahí en algunos jurados que otros. Abrazos
Bueno, Ru(bén), ya has visto que Ernesto ha venido aquí de mi mano. Ya sabes, comisión, comisión, que estos premios también tienen precio. Lo que me voy a reír mañána con mi Pili. Te escribo y comento desde allí, en cuanto llegue. Y este libro me lo apunto para la tercera pila de libros en la silla que tengo a la izquierda, y no es lenguaje figurado, es que es una silla y está a la izquierda, llena hasta los topes de libros. Si algo me gusta es divertirme leyendo y no tengo manías. Gracias.
Leandro, muchas gracias por ese apunte tan gracioso, con variantes textuales incluidas, y por el elogio a esa frase. Me salió de un tirón. A veces me sorprendo a mí mismo.
Don Supersalvajuan: es un decálogo genial. Las dos páginas del final son de antología. Píllatelas, como dicen nuestros analfabESOs.
Ernesto51, bienvenido al club. En esta casa cabemos todos, siempre que juremos fidelidad a los buenos libros y a la cerveza (o el gintonic, en algunos casos).
Antonio, hermano, qué decirte. Es tan raro encontrar tíos listos y que sepan reírse de sí mismos que Iwasaki es un lujo.
Fuensanta, dale a la Pili un abrazo del tamaño del Kilimanjaro y ya haremos una puesta en común curricular con alcohol garrampónico, en homenaje a tu hermana.
Iwasaki siempre me había sonado detrás de la oreja, como una canción de Astrud o de Sinatra. Era un nombre lejano y no le había prestado demasiada atención hasta ahora, que me has abierto el apetito. Cuántas veces nos hemos reído en Mula con el famoso Terrín y ahora nos sale una parte de su biografía. ¿Cuánto terrín suelto hay por el mundo?
En cuanto al vinagre, es necesario, pero prefiero las salsas de ensalada china.
Un saludo y te sigo los pasos.
Por cierto, he recuperado los textos del noroeste para culturajos. Comienzo por el que dediqué a Miguel Espinosa.
Más abrazos, ahora para todos.
Sí, vi lo de Espinosa y me alegró que no quedara simplemente en el mundo del papel. El ciberespacio es otro horizonte. Has hecho bien en recuperarlo. ¡Buena travesía!
Se lo acabo de pedir a los Reyes Magos. Con dos cojones.
Y me lo trajeron. Ya he leído los dos primeros cuentos. O las dos primeras variantes del cuento, como prefieras. Impagable
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