jueves, 23 de marzo de 2017

San Camilo, 1936



¡Qué enorme impresión me causó, la primera vez que lo leí, este tomo de Camilo José Cela!  La novela San Camilo, 1936 es sobrecogedora, de una textura compositiva magistral y de un fondo ideológico radicalmente pesimista, que deja un poso amargo en la boca y en el corazón. No podía, desde luego, ser de otra manera. El estallido de la guerra civil, novelado por un testigo directo, analítico y concienzudo es, desde luego, una invitación a la más sosegada y enriquecedora de las reflexiones. Ahora, cuando vuelvo a ella con más años y más lecturas, sigo encontrando en sus páginas un asombroso retrato de época, una urdimbre de imágenes, sentimientos, arengas, frustraciones, crímenes, horripilancias y decepciones que dibuja con pluma magistral aquel ambiente de mediados de los años 40 en nuestro país. En ocasiones, la literatura sirve más que la historia para entender el devenir de los pueblos, su secreta colección de fracasos, su fondo de acíbar.
Sirven emocionándome y diciéndome cosas las frases que entonces (en junio de 1986) subrayé en el viejo ejemplar de Alianza, y por eso las transcribo: “Cada uno habla el español como le da la gana, que para eso es de todos”. “El hombre teme la verdad pero no se refugia en la mentira sino en la farsa”. “No, no hay nadie más que nadie, todos somos demasiado, y los huevos están bien donde están, no fuera de su sitio”. “Los ricos saben coger el tenedor muy finamente pero no leen un libro aunque los aspen, los de en medio cogen peor el tenedor y leen algún libro, lo que pasa es que no se enteran, y los pobres comen con las manos, cuando comen, y no saben ni leer, ¡usted dirá!”. “La política no es la ciencia de machacar al enemigo como si fuera un diente de ajo en el almirez y ponerlo después a secar al sol, sino el arte de serenar los nervios de todos, amigos y enemigos, para que la vida siga discurriendo sin mayores agobios ni más goteras de las precisas”. “Al crimen no se le puede combatir con el crimen sino con la serena e inexorable justicia, en nombre de la libertad no se pueden cometer actos que repugnan a la esencia misma de la libertad, el pugilato del crimen conduce a la aniquilación de la sociedad”. “El hombre es un animal muy torpe y consuetudinario que piensa, sí, pero que ni ve ni escucha, el hombre tiene un corazón muy cruel y melancólico que no le sirve para ahuyentar la muerte, la verdad es que no le sirve para casi nada”. “El hombre es un animal despreciable, miedoso e iracundo que se disfraza porque tiene miedo a la compañía, en soledad es más honesto”. “La mujer y los hijos son los rehenes con que el destino coacciona al hombre para que siga portándose mal y abyectamente”. “Las armas nunca sirven para traer la paz, que suele habitar otros caminos menos ruidosos y violentos”. “A la hora del desayuno nadie ve buenas caras en su familia, se conoce que los españoles dormimos mal a lo mejor es que cenamos demasiado”. “Tan bestias con los frailes que quieren quemar herejes como los herejes que quieren quemar frailes, unas veces ganan unos y otras otros pero el que pierde siempre es el país”. “La sangre llama a la sangre, cría sangre, hace manar la sangre (...) La sangre es el freno de la historia, lo que sucede es que es más fácil verterla que encauzarla (...) Las páginas que se escriben con sangre pronto son de muy difícil lectura, en cuanto caen las primeras lluvias”. “Hay que creer en algo para no sentirse jamás demasiado huérfano”. “Abre de par en par las puertas de tu alma y deja que el amor te habite, te invada como una marea, no te defiendas del amor a tiros y a mordiscos, entrégate sin reservas, conviértete en alimento del amor”. “El amor es un mar abierto, a diferencia del odio, que es un claustro cerrado”.

Qué grande era Cela cuando quería.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Leí el libro por obligación y como suele suceder en estos casos, no lo disfrutas, así que años después lo releí y me llegó al alma.
Como tú mismo dices, qué grande era Cela cuando quería.