Indica la Biblia (en el capítulo 6 del Apocalipsis) que, una vez abierto el cuarto sello, apareció un tenebroso caballo amarillo, y que el nombre del jinete que lo conducía era Muerte. Esta imagen inquietante sirve a Boris Savinkov para poner título a la historia de George O’Brien, un terrorista que se desplaza hasta Moscú con el objetivo de asesinar al gobernador general y hacer que, poco a poco, caiga el poder de los zares y triunfe en Rusia la revolución bolchevique. Colaboradores para lograr esa meta serán Vania (una persona muy religiosa, que lucha por un futuro mejor, en el que imperen la fraternidad y la ley de Cristo), Heinrich (que en el momento decisivo, cuando deba lanzar las bombas, sufrirá una grave indecisión), Fiodor (que muere en un atentado fallido) y, sobre todo, Erna, que está enamorada de George y sueña con terminar compartiendo su vida con él. Pero, para desgracia suya, el protagonista está enamorado de una mujer llamada Yelena, que está casada con otro. Entre la sumisión casi perruna de la primera (quien admite todas las humillaciones que George le inflige, con tal de seguir a su lado) y la coqueta voluptuosidad libre de la segunda (que quiere mantenerse con su marido a la vez que disfruta del sexo con el terrorista) se moverá el corazón de George.
Pero es que su cabeza también está sometida a una dicotomía profunda: por un lado, el nihilismo de quien considera que nada tiene arreglo, que nada puede ser enmendado por los hombres, insectos cósmicos más bien inútiles; por el otro, la tarea revolucionaria, que lo impulsa a espiar, lanzar bombas o matar, como si se esforzara en creer en algo y en intentar conseguirlo. No es ocioso relacionar a este personaje con otros del francés Albert Camus (como hace el traductor James Womack en la página 14 del prólogo).
«No creo en el paraíso en la tierra, no creo siquiera en el paraíso en el cielo. No quiero ser un esclavo, ni siquiera un esclavo libre. Mi vida es la lucha. Es imposible para mí no regirme por la lucha. Pero no sé por qué lucho», dice nuestro protagonista en la página 175 de la novela. Es probable que fueran las mismas dudas que empaparon el alma de Boris Savinkov, revolucionario él mismo durante un tiempo y encarcelado después por sus propios compañeros bolcheviques. Su muerte, lanzándose o siendo lanzado (nunca se pudo aclarar con nitidez) desde una altísima ventana de la prisión de Lubianka, se suma a esa larga cadena de nieblas que rodean a un escritor muy interesante, al que la sabia editorial Impedimenta publica en España con el auxilio traductor de James y Marian Womack. Gustará mucho a todos aquellos que consideren que el alma del ser humano no está fabricada de granito, sino de vacilaciones.
5 comentarios:
Y es que es verdad, nada tiene arreglo. Y de los bolcheviques, mejor no hablo. Podría escupir sangre.
El caballo era bayo, y el nombre de su jinete Mortandad. Que es lo mismo, pero no suena igual. Y ese jinete era la peste. Para lo que intuyo del libro, tal vez le habría venido mejor el segundo caballo, el bermejo, con su jinete provisto de espada: la guerra. En fin... es que no sabía qué decir y a veces no puedo estarme calladito
Supersalvajuan, sepa usted que nada ha tenido arreglo nunca. Pero como los seres humanos somos así de cabezones queremos creer (o fingimos creer) lo contrario.
Leandro, me gusta más la traducción de tu Biblia que la que ofrece la mía. Mi traductor es Marcial Lafuente Estefanía y el tuyo Góngora.
Mi Biblia es un poco antigua. Tiene algunas ventajas, pero si leyeses algunas notas a pie de página, seguro que no te gustaba más
Yo agradezco las informaciones de Leandro, que siempre son certeras.
Por otra parte, me interesa saber quién era este tipo y de qué época, sobre todo, porque Tolstoi tiene información muy precisa acerca de activista de su tiempo, con esas mismas divisiones cerebrales y con esas mismas tendencias.¿Será el alma rusa, esa que dicen que existe, aunque sean los únicos provistos de semejante cosa?
Publicar un comentario