Todo
territorio —social, cultural, económico, político— necesita una conciencia. O,
al menos, la mirada de alguien lúcido que, exteriormente, analice con
inteligencia sus derroteros y su posible futuro. Gilles Lipovetsky es una de
esas miradas, si nos referimos al mundo occidental. Sus reflexiones sobre el
capitalismo europeo y americano, sus dictámenes sobre la modernidad y sus
juicios sobre la cultura liberal circulan ampliamente en libros como La
felicidad paradójica o La era del vacío. Ahora el sello Anagrama acaba de
lanzar La sociedad de la decepción, una larga entrevista que el pensador
mantuvo con Bertrand Richard, y que traduce Antonio-Prometeo Moya.
Se nos
explica en sus páginas que los occidentales habitamos en un mundo
hipersatisfecho, donde abunda al especie del «turboconsumidor nómada» (p.50);
pero que ya comienzan a ser frecuentes las personas que, recelosas de esa
aceleración sin límites, se dan cuenta de que el camino es inviable. No hay
rutas de avance continuo en un planeta cuyos recursos se erosionan, y ni
siquiera nos quedan las ilusiones infantiles de antaño («Ya no tenemos grandes
sistemas portadores de esperanza colectiva, de utopías capaces de hacer soñar,
de grandes objetivos que permitan creer en un mundo mejor», p.63). Y es que, en
efecto, mientras que las sociedades tradicionales se refugiaban en el fervor
religioso o en la persecución de libertades cada vez más avanzadas y estables,
el mundo postmoderno se ha edificado sobre «la incitación incesante a consumir,
a gozar, a cambiar» (p.23). Este panorama que nos dibuja Lipovetsky es, desde luego,
desalentador, pero él no pretende tachar de execrable o agónico el mundo en que
vivimos («Me he negado siempre a la denuncia apocalíptica, es demasiado fácil»,
p.18), sino que pretende diseccionarlo sin prejuicios, sin maquiavelismos, con
rigor. Es verdad que hemos perpetrado insensateces, pero no mayores que las de
nuestros antepasados («El hombre actual no es más egoísta e inhumano que el de
antes: en los dominios tradicionales, la envidia corroía a las personas y la
consagración del deber no impidió ni las guerras mundiales ni los campos de
exterminio», p.109).
Y a
continuación, la gran pregunta: ¿existe todavía un modo de reconducir esta
tendencia y de generar un nuevo modelo político y social? Gilles Lipovetsky
cree que sí, y que éste sólo podrá brotar del sistema educativo, que ayudará al
hombre a redefinir su conducta («El papel de la escuela será primordial para
aprender a situarse en la hipertrofia informativa. Uno de los grandes desafíos
del siglo XXI será inventar nuevos sistemas de formación intelectual», p.92).
Es decir, que sólo repensando nuestro mundo podemos tener esperanzas de
sobrevivir y de avanzar. Libros como La sociedad de la decepción nos pueden
ayudar en la búsqueda de soluciones para seguir pensando que el futuro existe.
1 comentario:
Cuan útiles son las cosas, incluido el dinero, cuando podemos diseñar nuestra cabeza; y que rápido se puede caer en la tristeza por no llevar un iphone o no "ir de vacaciones" . Barriendo para acá, os recomiendo un libro del filósofo catalán Josep Maria Esquirol, “Resistencia Íntima”, que tengo ahora mismo a medias…, da su visión sobre este camino que ojalá aprendamos a caminar con gusto. Os traemos un ejemplar, si encontramos en castellano, proximamente. Por supuesto gracias por el post y un abrazo desde Barcelona. Daniel de Belén.
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