domingo, 21 de junio de 2015

El juicio de Dios



La literatura romántica alemana tiene un nombre propio que no puede ser ignorado por parte de ningún lector culto: el de Heinrich von Kleist, un joven impetuoso y extraordinariamente dotado para la novela y también para el drama (desconocer su Pentesilea, reina de las amazonas supone perderse una de las piezas donde más hondamente se ha tratado el alma femenina en la literatura europea), que acabó sus días prematura y voluntariamente en las aguas del lago Wannsee, cuando apenas contaba 34 años.
La editorial Rey Lear, en su colección Breviarios, nos ofrece una traducción de su obra El juicio de Dios (El duelo), firmada por Úrsula Toberer, cuyo comienzo no puede ser más misterioso, más novelesco, ni más impactante: Von Breysach, hermanastro de Barbarroja, vuelve la noche de san Remigio desde Worms, en pleno siglo XIV, y de pronto una flecha que surge de las sombras le atraviesa el pecho y lo deja herido de muerte. A partir de ese momento, en teoría, todos los mecanismos de sucesión deberían haberse orientado hacia el ya mencionado Barbarroja quien, como hermanastro suyo, debería heredar el trono. Pero el monarca, con su último suspiro, revela la existencia de un hijo bastardo, el conde Philipp, en cuyas manos desea depositar la corona. Todos quedan entonces consternados, sobre todo porque piensan que el feroz Barbarroja no aceptará esta componenda; pero la sorpresa sobreviene cuando se muestra sumiso y acepta la voluntad de su fallecido rey. Ahora bien, las preguntas vienen de inmediato a la mente de los lectores, cuando van contemplando el desarrollo de los acontecimientos: ¿es sincera esta mansedumbre; es creíble esta silenciosa obediencia?
Pronto se descubre un detalle asombroso, que provoca un vuelco en la investigación del crimen: la flecha que se hundió en el cuerpo de Von Breysach la fabricó un artesano de Estrasburgo... para Barbarroja. Pero éste se defiende alegando que la citada noche estuvo compartiendo lecho con la virtuosa Wittib Littegarde von Auerstein. A partir de ese momento, todo comenzará a embrollarse, porque la dama niega vehemente la acusación. ¿Cuál de los dos dice la verdad? Para dirimir tan arduo asunto, se decide convocar un juicio de Dios, cuyo resultado (aunque en principio favorable a los intereses de Barbarroja), terminará sorprendiendo a los lectores en las últimas páginas, gracias a la habilidad argumental que despliega Heinrich von Kleist y a la pericia extrema de su narración.

Simplemente, una obra maravillosa.

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