domingo, 4 de mayo de 2025

Los cachorros

 


Todos los amigos de la vieja pandilla (Mañuco, Choto, Chingolo, Lalo) son ahora hombres casados, con hijos. Empiezan a aceptar la curva de sus barrigas y el asalto inmisericorde de las canas, junto a ciertos alifafes propios de la edad. Pero uno de ellos ha seguido una trayectoria diferente. Se apellida Cuéllar y, cuando los conoció en el colegio Champagnat, era un chico educado, que siempre sacaba buenas notas y que estableció con ellos desde el principio una camaradería muy hermosa, fraternal. Los cinco formaban parte del equipo de fútbol, hasta que un desgraciado accidente en el que interviene un perro danés llamado Judas provocó un vuelco en su relación: Cuéllar comenzó a flojear en los estudios, se concentró más en las exhibiciones espectaculares (era el que más se arriesgaba en la playa, jugando con olas altísimas) y se volvió evasivo. Incluso cuando llegó la época de ennoviarse se mantuvo al margen de la tendencia general: él prefería los billares, la cerveza y la velocidad de los coches. ¿Acaso es que no siente la necesidad de disfrutar del amor, como todos sus amigos? Su férrea negativa se mantuvo hasta que apareció en el horizonte Teresita Arrarte.

Con una habilidad endiablada para mezclar diálogos y fundir planos narrativos, Mario Vargas Llosa consigue en Los cachorros (que yo he contado desde el final para no estropear el disfrute del misterio a los lectores) un relato espléndido, en el cual los miedos y las barrabasadas, las borracheras y los flirteos, el compañerismo y las peleas, conforman un emotivo dibujo sobre la infancia, la adolescencia y el inicio de la madurez de un grupo de chicos de la calle. Muy aconsejable para quienes deseen sumergirse en los libros del Nobel peruano y no sepan por dónde empezar.

No hay comentarios: