Después
de dos mil quinientos años de narraciones en prosa y en verso, resulta casi
imposible que el libro que comenzamos a leer no se muestre deudor de otros
anteriores, desde el punto de vista temático y desde el punto de vista
estilístico. Y mucho más si el asunto del que trata afecta a los sentimientos
más habituales del ser humano: el amor, la muerte, el miedo, la amistad, la
ambición, la traición, el odio. En las páginas de la novela Placer licuante,
de Luis Goytisolo, ocurre igual, porque en ella se habla de decepción, de
venganza, de celos; y resulta imposible no encontrarle conexiones con otros
volúmenes y otros autores. Pero no importa, y conviene decirlo bien fuerte, porque
el tratamiento prosístico y arquitectónico que el escritor barcelonés imprime a
su obra la convierte en una pieza sin duda interesante y, desde luego, valiosa.
En ella nos encontramos con Maica, una marchante de arte con gran éxito
profesional, que está casada (infelizmente casada) con el escritor Pablo Pérez.
Entre ellos no hay complicidad, ni ternura, ni entendimiento de ningún tipo: él
bebe demasiado y, al parecer, no ha terminado de encajar de forma razonable los
viajes, cócteles y reuniones continuas a los que se ve sometida su esposa por
motivos profesionales. Huérfana de ternura, ella descubre en Máximo (arquitecto
prestigioso) una ventana por la que asomarse y por la que recibir el oxígeno y
la luz, de tal forma que pronto se convierten en amantes. Lo intentan llevar
con discreción, porque son personas educadas y con muchas relaciones sociales,
pero la suspicacia del marido se dispara desde las primeras semanas y decide
contratar a un detective para que le facilite pruebas de esa presunta
infidelidad. Cuando las obtiene (y son obscenamente concretas y definitivas),
Pablo compra una caja de balas para la pistola que guarda en casa.
Llegados
a este punto, cualquier persona puede pensar que nos encontramos ante la típica
narración de celos y la típica venganza rencorosa de un marido burlado, pero
les aseguro que no es así: jugando con avances y retrocesos en el tiempo, con
la contemplación de escenas desde varias perspectivas y, sobre todo, con un
final sorprendente, Luis Goytisolo consigue una novela que mantiene el interés
de forma asombrosa.
Con la obra literaria de su hermano Juan nunca he podido, pero mi primera incursión en la obra de Luis no me ha dejado, ni mucho menos, indiferente. Me plantearé continuar en el futuro con Estatua con palomas y, si continúan las buenas sensaciones, con el Everest de Antagonía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario