miércoles, 2 de octubre de 2024

Placer licuante

 


Después de dos mil quinientos años de narraciones en prosa y en verso, resulta casi imposible que el libro que comenzamos a leer no se muestre deudor de otros anteriores, desde el punto de vista temático y desde el punto de vista estilístico. Y mucho más si el asunto del que trata afecta a los sentimientos más habituales del ser humano: el amor, la muerte, el miedo, la amistad, la ambición, la traición, el odio. En las páginas de la novela Placer licuante, de Luis Goytisolo, ocurre igual, porque en ella se habla de decepción, de venganza, de celos; y resulta imposible no encontrarle conexiones con otros volúmenes y otros autores. Pero no importa, y conviene decirlo bien fuerte, porque el tratamiento prosístico y arquitectónico que el escritor barcelonés imprime a su obra la convierte en una pieza sin duda interesante y, desde luego, valiosa. En ella nos encontramos con Maica, una marchante de arte con gran éxito profesional, que está casada (infelizmente casada) con el escritor Pablo Pérez. Entre ellos no hay complicidad, ni ternura, ni entendimiento de ningún tipo: él bebe demasiado y, al parecer, no ha terminado de encajar de forma razonable los viajes, cócteles y reuniones continuas a los que se ve sometida su esposa por motivos profesionales. Huérfana de ternura, ella descubre en Máximo (arquitecto prestigioso) una ventana por la que asomarse y por la que recibir el oxígeno y la luz, de tal forma que pronto se convierten en amantes. Lo intentan llevar con discreción, porque son personas educadas y con muchas relaciones sociales, pero la suspicacia del marido se dispara desde las primeras semanas y decide contratar a un detective para que le facilite pruebas de esa presunta infidelidad. Cuando las obtiene (y son obscenamente concretas y definitivas), Pablo compra una caja de balas para la pistola que guarda en casa.

Llegados a este punto, cualquier persona puede pensar que nos encontramos ante la típica narración de celos y la típica venganza rencorosa de un marido burlado, pero les aseguro que no es así: jugando con avances y retrocesos en el tiempo, con la contemplación de escenas desde varias perspectivas y, sobre todo, con un final sorprendente, Luis Goytisolo consigue una novela que mantiene el interés de forma asombrosa.

Con la obra literaria de su hermano Juan nunca he podido, pero mi primera incursión en la obra de Luis no me ha dejado, ni mucho menos, indiferente. Me plantearé continuar en el futuro con Estatua con palomas y, si continúan las buenas sensaciones, con el Everest de Antagonía.

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