miércoles, 24 de julio de 2024

El cielo es azul, la tierra blanca

 


Tendríamos que situarnos en la página 77 de esta novela para descubrir qué nos dice exactamente la canción de invierno de la que se extrae el título de la obra; pero, en realidad, qué importa. Baste con la delicada eufonía de sus siete palabras. Por otra parte, como información anexa sobre el tema, añadiré que en los créditos del libro se nos indica que el título original es “Sensei no Kaban”, que según los traductores de Internet equivale a “El maletín del profesor”. Tampoco hubiera sido mal título, teniendo en cuenta el papel de dicho objeto en el desarrollo de la trama y, sobre todo, en su final. Sea como fuere, y gracias a la labor traductora de Marina Bornas Montaña y a la labor editorial del sello Alfaguara, El cielo es azul, la tierra blanca se ha convertido en una de las historias de amor más dulces, tiernas y bellamente literarias que he leído en mucho tiempo, lo cual tampoco me ha producido extrañeza, porque Hiromi Kawakami siempre me ha fascinado, desde que comencé a leerla en 2015.

Centremos la mirada en Tsukiko Omachi, una mujer que aún no ha cumplido los cuarenta años. Permanece soltera. No ha tenido una vida sentimental demasiado boyante. Su familia apenas importa y sus amigos son escasos. Suele dejarse caer por una taberna que hay frente a la estación, donde bebe con languidez, pero también con fruición. Vive sola. Se siente sola. Centremos ahora la mirada en la otra figura que está sentada muy cerca: es el anciano Harutsuna Matsumoto, que fue profesor suyo en el instituto. Les separan treinta años. Vive solo, desde que su esposa falleció (más tarde descubriremos tristes matices sobre el asunto). Se observan, se reconocen, hablan, beben juntos. Los diálogos son tenues como la brisa y breves como los haikus. Se encuentran (como La Maga y Horacio) sin un plan previo: simplemente confluyen, se tropiezan por las calles, se miran. Y de forma silenciosa o susurrante aparece esa electricidad a la que podríamos llamar “amor”, aunque al maestro (ella siempre lo llama Maestro) la aceptación de ese vínculo le parezca imposible: él es un anciano, ella es joven.

Permítanme que no siga, porque me emocionaré. Pero, por favor, lean este libro. Es de una belleza dulce y melancólica, arrebatadora y elusiva, inolvidable. Se les quedará dentro.

No hay comentarios: