lunes, 24 de junio de 2024

La noche de arena

 


Dos son las características en las que suelo detener mi atención cuando recorro las páginas de una novela: la primera, la brillantez de su estilo (esta condición la persigo y observo en todos los tomos que abro, cualquiera que sea su género); la segunda, que me cuente una historia. Esto último, para lectores más modernos, que quizá valoran más la focalización, la estructura, la voz narrativa y otras peculiaridades formales, podrá parecer una antigualla. Lo respeto, pero no lo comparto. Lo que más viejo se suele volver en un libro son sus mecanismos “modernos”, su ingeniería técnica. Que está bien, no lo niego, pero que a mí me dice más bien poco: soy decididamente arcaico. A mucha honra y sin rubor.

En La noche de arena, la última entrega de Trifón Abad (Grijalbo, 2024), encuentro abundantes atractivos en los dos ámbitos: su brillantez formal y su solidez narrativa. Circunstancia que, por cierto, no me extraña, porque los dos libros que ya conocía del autor, y que reseñé en este mismo blog en 2018 (https://rubencastillo.blogspot.com/2018/07/que-la-ciudad-se-acabe-de-pronto.html) y en 2021 (https://rubencastillo.blogspot.com/2021/11/quitamiedos.html), me parecieron magníficos. Ahora, alejado del relato corto, el escritor murciano se sumerge en el universo de la novela, invitándonos a que lo acompañemos por una historia de género negro donde no falta detalle: unos mafiosos que no dudan a la hora de emplear métodos de persuasión expeditivos; unos empresarios poco escrupulosos con las normas de seguridad de sus instalaciones; jóvenes que se abocan (o se ven abocados) a los mundos inquietantes del alcohol, la cocaína y la música tecno; y, sobre todo, un antiguo investigador privado (Juan Carlos Robles) cuya vida quedó destrozada con la desaparición de su hija Berta tras la celebración de una rave ilegal y que ahora, de forma casi inesperada, descubre un hilo del que tirar para aclarar aquellos dolorosos sucesos que erosionaron su alma, laceraron su vida profesional y dinamitaron su matrimonio.

Una historia que utiliza con inteligencia los saltos en el tiempo y que dedica una atención exquisita al dibujo íntimo de los personajes (seres, todos ellos, a los que diferentes desgracias han dejado maltrechos: no se pierdan a Charo, no se pierdan a Wolfe, no se pierdan los laberintos interiores de Robles), con unos diálogos bien pautados y con un final que les dejará con la boca abierta. Quien desee disfrutar de (y sufrir con) una novela gloriosa, ya saben su nombre: La noche de arena.

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