martes, 4 de noviembre de 2025

Malos entendidos

 


Descubro, gracias al titánico esfuerzo editor de José María Cumbreño, tan admirable como tenaz, a la joven poeta mexicana Lolbé González. Y lo hago con las páginas de Malos entendidos, el delicado volumen que Liliputienses, con la colaboración del ayuntamiento de Salorino (Cáceres), acaba de poner en las mesas de novedades.

Y como me ocurre cuando termino de bañarme en un buen libro de poesía, me encuentro con la reflexión del millón de euros: ¿qué decir de él? Con una novela es relativamente fácil, porque el lector puede recibir información argumental. Pero, ¿cómo se afronta una reseña sobre versos, sobre estancias líricas, sobre jirones de corazón? Nunca lo he sabido y me temo que nunca lo sabré, pero qué excelente libro, oigan, qué catarata de emociones y de belleza te resbala por dentro y por fuera cuando transitas por sus hojas. Qué esplendor de luces. Qué delirio de lápiz rojo subrayando versos, adjetivos, imágenes. Qué despliegue de signos de exclamación en los márgenes. Qué cabeceos afirmativos mientras vas descubriendo reflexiones llenas de inteligencia y sensibilidad. Me han bastado estas noventa páginas para admirarme con la excelente literatura de esta escritora de Mérida. Y quizá a ustedes les pasaría lo mismo.

Pueden abrir el libro por la página 16 (“La pasión amorosa y la violencia duermen en habitaciones distintas de la misma casa. En esa casa no hay puertas”). Pueden abrir el libro por la página 40, y leer en bucle esa delicia emotiva que ella titula “Comunicado urgente para la niña que fui”. Pueden abrir el libro por la página 42 y asombrarse con el largo quejido (bien justificado, mal que nos pese) de “Señores”. O por la página 54 y leer en voz alta el poema que comienza con estos dos versos: Nunca he parido un hijo / pero he sido un poco madre de todos mis amantes. O por la página 81, donde golpean el mentón versos como este: Me interesa lo que duele atrás del dolor. O, ya que están puestos, por la página que quieran, porque Malos entendidos es una obra que no adolece de altibajos ni de fallas: es deliciosa y admirable de principio a fin.

Ábranlo y lo comprobarán.

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