Descubro,
gracias al titánico esfuerzo editor de José María Cumbreño, tan admirable como
tenaz, a la joven poeta mexicana Lolbé González. Y lo hago con las páginas de Malos
entendidos, el delicado volumen que Liliputienses, con la colaboración del
ayuntamiento de Salorino (Cáceres), acaba de poner en las mesas de novedades.
Y
como me ocurre cuando termino de bañarme en un buen libro de poesía, me
encuentro con la reflexión del millón de euros: ¿qué decir de él? Con una
novela es relativamente fácil, porque el lector puede recibir información
argumental. Pero, ¿cómo se afronta una reseña sobre versos, sobre estancias
líricas, sobre jirones de corazón? Nunca lo he sabido y me temo que nunca lo
sabré, pero qué excelente libro, oigan, qué catarata de emociones y de belleza
te resbala por dentro y por fuera cuando transitas por sus hojas. Qué esplendor
de luces. Qué delirio de lápiz rojo subrayando versos, adjetivos, imágenes. Qué
despliegue de signos de exclamación en los márgenes. Qué cabeceos afirmativos
mientras vas descubriendo reflexiones llenas de inteligencia y sensibilidad. Me
han bastado estas noventa páginas para admirarme con la excelente literatura de
esta escritora de Mérida. Y quizá a ustedes les pasaría lo mismo.
Pueden
abrir el libro por la página 16 (“La pasión amorosa y la violencia duermen en
habitaciones distintas de la misma casa. En esa casa no hay puertas”). Pueden
abrir el libro por la página 40, y leer en bucle esa delicia emotiva que ella
titula “Comunicado urgente para la niña que fui”. Pueden abrir el libro por la
página 42 y asombrarse con el largo quejido (bien justificado, mal que nos
pese) de “Señores”. O por la página 54 y leer en voz alta el poema que comienza
con estos dos versos: Nunca he parido un hijo / pero he sido un poco madre
de todos mis amantes. O por la página 81, donde golpean el mentón versos
como este: Me interesa lo que duele atrás del dolor. O, ya que están
puestos, por la página que quieran, porque Malos entendidos es una obra
que no adolece de altibajos ni de fallas: es deliciosa y admirable de principio
a fin.
Ábranlo y lo comprobarán.

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