Siento
un interés creciente (también una fascinación creciente) por los libros de la
belga Amélie Nothomb, así que continúo explorando sus páginas y recorro ahora
las de La nostalgia feliz, que leo en la traducción de Sergi Pàmies para
el sello Anagrama. Se cuenta allí el conjunto de emociones que experimentó
durante el rodaje de un documental que la televisión francesa realizó sobre sus
primeros años en Japón: el reencuentro con su vieja aya (a la que, con preciosa
fórmula de aire oriental, llama “mujer sagrada”) o con su primer amor (Rinri
Nakano), una visita a su antiguo colegio, paseos por los parques y calles de su
infancia… Como es natural, las sensaciones de nostalgia o de extrañeza salpican
no solamente el corazón de la narradora, sino también las líneas de su texto.
¿Cómo podría ser de otro modo? Regresar a los lugares del ayer y reencontrar
cambiadas o envejecidas a las personas que poblaron ese ayer constituye un
choque emocional enorme, del que resulta imposible salir indemne: han variado
los colores, las formas, las luces. Y la mirada que los registra, también. Se
comprende entonces que esos lugares y esas personas ya no pertenecen al
espacio, sino al tiempo; y que ser capaces de contemplarlos con serenidad nos
impregna de una nostalgia feliz, en absoluto dañina.
Una obra hermosa, melancólica e inteligente, que me anima a seguir conociendo más propuestas narrativas de Nothomb.

No hay comentarios:
Publicar un comentario