viernes, 26 de agosto de 2022

Pío Baroja

 


Me paseo con interés por un estudio de Eduardo Tijeras que se titula Pío Baroja, en el que me salen al paso numerosas anécdotas de la magnífica Generación del 98 (¡tengo que leer muchos más libros de esos autores!). Alguna de ellas, por su especial textura gamberra, me ha provocado una amplia sonrisa: cuando dice con respecto a Baroja que “Ramón María del Valle Inclán lo convenció para que asistiera con un grupo de revoltosos al estreno de la zarzuela ‘La tempranica’. Armaron tal escándalo que fueron detenidos y llevados a la comisaría, donde Valle-Inclán lució su extraordinario ingenio declarándose coronel general de los ejércitos mejicanos”. Muy propio del excéntrico gallego (y también, dicho sea de paso, muy inesperado en el caso de Baroja: me ha costado trabajo imaginármelo con modales de enfant terrible y dejándose llevar por pasiones brutoides). Igual de sorprendente me ha resultado la noticia de que el escritor y diplomático guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (cuyo nombre real se prestaba a demasiadas bromas y juegos de palabras: Enrique Gómez Tible) desafió a duelo a Baroja en 1913, aunque éste, por fortuna para todos, no llegó a celebrarse.

Más llamativa es la apreciación que se lee en la página 67, cuando define a Baroja como “un narrador proteico que no le cambió nunca la tela a su cedazo y que noveló hasta la saciedad con el resultado”. En fin. Si la frase quería plantearse como un elogio, está grismente formulada; si pretendía ser una crítica, me parece idiota: el creador no tiene por qué ser un saltimbanqui que hace de cada salto un ejercicio nuevo y mortal. Buenos estaríamos entonces.

En todo caso, este libro me ha dejado un buen sabor de boca, que agradezco a su autor.

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