viernes, 23 de octubre de 2009

Escribir es un tic




Son muchas las anécdotas y curiosidades que se conocen acerca de las manías de los escritores, de sus extravagancias y de sus rituales a la hora de ponerse a trabajar. Y Francesco Piccolo (Caserta, 1964) ha tenido la feliz ocurrencia de irlas recopilando, ordenando y comentando con gracejo e inteligencia en un libro que se titula Escribir es un tic, publicado en España por la editorial Ariel (traducción de Juan Vivanco) y que lleva unas ilustraciones geniales, absolutamente geniales, de Anthony Garner. Allí, expuestas sin asomo de burla, están las curiosidades de los novelistas y de los poetas, antiguos y modernos, clásicos y vanguardistas, hombres y mujeres, perezosos y grafómanos, disparatados y rigurosísimos, en una colección que maravillará a todos aquellos que paseen por sus páginas.
Allí se nos explica, por ejemplo, que Ana María Matute necesita música suave de fondo, para conseguir concentrarse; y que Cynthia Ozick, por el contrario, no escribe sino de noche, porque durante esas horas se suspende el escándalo del mundo; y que Juan Ramón Jiménez, el Neurótico Mayor del Reino, cambiaba de forma constante de domicilio en cuanto el más mínimo ruido venía a perturbar el inmaculado silencio de su despacho, en el que concebía sus páginas; y que Gonzalo Torrente Ballester solía pasear con una pequeña grabadora japonesa en el bolsillo, que usaba cuando una idea o una frase le venían a la mente (Carlos Barral, mucho más sibarita y adinerado, podía permitirse el lujo de tener una secretaria para los mismos menesteres); y que Gina Lagorio es tan escrupulosa en las mil correcciones de sus escritos que su agente tiene casi que robarle el original para llevárselo a la imprenta dentro de los plazos previstos; y que el universalmente conocido autor de best-sellers Michael Crichton se impone por norma escribir 20 folios diarios, en tanto que la no menos célebre Barbara Cartland fija su límite en 6000 palabras (el extremo lo representaría Marco Lodoli que escribía un folio diario, y si al final de éste quedaba una palabra a medias... la completaba al día siguiente); y que Isabel Allende coloca en su mesa de trabajo una vela encendida, y da por terminado el trabajo diario cuando ésta se consume y apaga; y que Gabriel García Márquez se sienta delante del ordenador para escribir con un mono de trabajo, como si fuera un mecánico; y que...
Mejor les dejo que sigan ustedes leyendo la obra. Las palabras de Piccolo y las imágenes de Garner merecen, sin duda, nuestra atención.

12 comentarios:

Leandro dijo...

Y que la propia Isabel Allende comienza a escribir sus libros siempre en 8 de enero. Y que cuando la escritura comenzó a ser una ocupación profesional para Don Miguel Delibes, padre de muchos y muy seguidos hijos, su señora esposa le compró un apartamento en el centro de Valladolid para que pudiera esconderse y escribir con tranquilidad; el invento le duró unos pocos días, en seguida tuvo que volver a casa, a escribir con los churumbeles saltándole por la chepa y corriendo entre sus piernas, porque el tremendo silencio de aquel apartamento le desconcertaba. O algo así. Ahora que si escribir es un tic -tic: movimiento convulsivo, que se repite con frecuencia, producido por la contracción involuntaria de uno o varios músculos (RAE)-, yo tengo los músculos más templados del universo. Ni convulsiones, ni contracciones, ni frecuencia, ni ná de ná.

supersalvajuan dijo...

¿Y de los negros de esos escritores no habla?

rubencastillogallego dijo...

Es que hablar de los tics de los negros... Lo mismo es racismo, oye

Félix G. Modroño dijo...

Me has hundido, Rubén.
Así que escribir un folio al día es lo mínimo que se despacha... ¡Mecachis!

rubencastillogallego dijo...

Yo le escuché decir a Cela, en una charla que dio en Murcia, que si se escribía un folio al día, al cabo del año se tenía un texto de 365 folios. Lo estuve pensando durante unos meses y me di cuenta de que tenía razón. Qué genio, por Dios.

Rafa dijo...

todo el mundo tiene tics, y los escritores por muy rara especie que sean no iban a ser menos. Interesante libro, lo apuntaremos

Sarashina dijo...

Era tan obvio don Camilo... ¿Y si escribieras dos folios al día? Ajajajá, entonces 730 folios. Yo creo que manías tiene todo el mundo, sólo que los escritores van y las cuentan. Que es lo suyo. Un bisabuelo mío se vestía para ir al juzgado, y si por un casual pasaba por allí un tío vendiendo caracoles, se tenía que desnudar y vestirse otra vez. ¿A que ningún escritor rompe el folio que está escribiendo, por ejemplo, porque pase un tío vendiendo caracoles? Pues eso. Lo mío es bueno. Me tengo que ir de mi casa si quiero escribir algo decente, y claro, me voy a un bar, me tomo algo, y así me va. ¿Y tú qué?

rubencastillogallego dijo...

Rafa: a mí me gustaría leer un libro donde se detallasen las manías y extravagancias de los fontaneros. O de los taxistas. ¿Por qué no? Seguro que descubriríamos cosas muy pero que muy interesantes.
Fuensanta: mi única manía es que no puedo trabajar si hay ruido. Ni el más mínimo ruido. Por eso lo hago de madrugada, habitualmente. Soy vampiro literario. O novelista búhico, como prefieras.

Leandro dijo...

Vampiro literario es una expresión ambigua. Y peligrosa, hablándose de lo que se habla

rubencastillogallego dijo...

Jajajajaja, pues lo mismo sí, Leandro. Pero quién no es vampiro, si ha leído a los grandes. De todos modos, recojo tu sabia precisión y me acojo a la segunda fórmula: "novelista búhico". (Claro que, pensándolo con calma, otros podrían entender que mis novelas y cuentos son egagrópilas, y apañado estaría entonces). Ay, ¿se te ocurre una definición mejor para mi escribir nocturno? Abro aquí un foro al respecto.

Sarashina dijo...

Turno de noche. Escritor de guardia. Queda prosaico, pero también tiene su punto. No todo va a ser cosa gótica.

Culturajos dijo...

yo me quedaría con escritor deshorientado. Un momento, voy al RAE. Y está: Rubén, eres un noctívate. Lease en ingles "noctiveit".
Salud