Mentiría
si dijera que la novela juvenil Las luces de septiembre, de Carlos Ruiz
Zafón, me ha desagradado. Pero mentiría también si dijese que me ha gustado. Lo
más exacto sería declarar, honestamente, que he experimentado con ella unas sensaciones
ambiguas. La prosa, desde luego, es bastante atractiva, sobre todo si se toma
en consideración que está dirigida a un público adolescente; y también es
atractiva la manera en que construye el relato, con un impoluto ensamblaje de
escenas que se van alternando en espacios y tiempos distintos. En esos
aspectos, chapeau. No es que me gusten mucho las historias tan fantásticas como
esta, con sus sombras diabólicas, sus inquietantes presencias nocturnas o sus
robots poseídos por fuerzas maléficas, pero tampoco las rechazo de plano.
El
problema, en mi opinión, es que al novelista se le ve sudar en este
libro. Es decir, se advierte el esfuerzo (el esfuerzo a veces estruendoso) que
hace en cada página por impresionar a los lectores, sobrecargando de adjetivos
y sustantivos infatuados cada párrafo y estirando las escenas más inquietantes
o aterradoras (estirándolas demasiado, como si fueran un chicle negro).
Y la conjunción de esos esfuerzos asemeja algunos segmentos de la novela al
rostro de ese culturista que, obligado a sonreír ante las cámaras de los
fotógrafos, está rojo y parece a punto de explotar. No sé en qué medida resulta
inteligible para un quinceañero leer, por citar un ejemplo, que “la linterna,
una suerte de émbolo que coronaba la cúspide de la cúpula, desprendía un
hipnótico halo de reflejos caleidoscópicos” (p.294). Y el ejemplo está escogido
entre muchos similares.
Obviamente,
no juzgo a Carlos Ruiz Zafón un mal autor juvenil, ni mucho menos. No se me
pasa por la cabeza incurrir en ese dislate, aunque sí que lo considero, después
de leer esta obra, inferior a José María Latorre o César Fernández; y, por
supuesto, muy por debajo de la reina del género juvenil (Care Santos) y del rey
del mismo género (César Mallorquí).
¿Repetiré
con él? No les quepa duda. Aunque, probablemente, me decida por el abordaje de
alguna de sus novelas dirigidas al público adulto, a ver qué tal.
Si ustedes son tan amables de esperarme, ya les contaré.