lunes, 26 de mayo de 2025

La destrucción de Kreshev


 

Kreshev es una diminuta aldea judía donde nada altera la paz cotidiana: todos sus habitantes son pobres, todos son devotos. De tal forma que “toparse allí con un auténtico pecado resulta francamente difícil” (p.11). Pero como el Diablo quiere enredar las cosas (y, además, es el narrador de esta historia), he aquí que se instala en la localidad el rico Búnim Shor, acompañado por su esposa Shifre (que no goza de demasiada salud) y por su bella hija Lise, quien no se interesa por las naderías juveniles, sino por la lectura del Talmud y otros libros de sabiduría. Las aguas de Kreshev no se alteran demasiado con esa llegada, aunque sí lo harán en el momento en que el padre decida que ha llegado el momento de elegir esposo para su hija. El afortunado es Shlóimele, que viene de muy lejos con fama de ser hombre virtuoso, culto y de estricto comportamiento religioso. Las cosas, no obstante, cambiarán cuando se celebre el matrimonio y el marido, a mitad de camino entre lo lúbrico y lo transgresor, comience a sugerirle a su esposa que lo secunde en ciertos juegos eróticos; y ella (“sabido es que mi gente tiene una elocuencia extraordinaria”, dice el Diablo en la página 79) se deje seducir por sus palabras y acceda a cumplir sus deseos.

Isaac Bashevis Singer nos presenta en La destrucción de Kreshev (que leo en la traducción efectuada por Rhoda Henelde y Jacob Abecassis para el sello Acantilado) un relato tan encantador como inquietante, donde se exploran los misterios del deseo, el poder brujo de la palabra y las hogueras de lo prohibido.

Muy recomendable.

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