sábado, 14 de junio de 2025

U.N.I.

 


Gracias a libros como Yo, robot, a películas como Terminator o Descifrando Enigma y, sobre todo, a la aceleración geométrica que está protagonizando la tecnología en los últimos años, el tema de la inteligencia artificial se ha convertido en ingrediente ineludible en nuestras vidas. El proceso, que para Alan Turing o Isaac Asimov pertenecía al ámbito del futuro, ya se ha instalado en el presente, y nos lanza una pregunta que, lejos de todo oropel retórico y de toda condición jocosa, adquiere unos tintes removedores: ¿puede una IA estar viva? ¿Puede experimentar emociones como la amistad, el miedo o el desamparo? ¿Puede plantearse dilemas éticos?

Antonio Garber nos invita a reflexionar sobre estos asuntos en su reciente novela U.N.I.. En ella encontramos a Daniel Pérez, un estudiante de 17 años que alterna los estudios en el instituto con un trabajo como repartidor de comida a domicilio ("Yo, un robot de carne a las órdenes de un algoritmo millonario", p.21) y que, en sus horas libres, se refugia dentro de su ordenador, en el juego Radical Shockers, donde suele coincidir con otra jugadora que responde al nombre de Uni. El aburrimiento, la falta de horizontes, la pertenencia a una familia que vive anclada ante el televisor y la distancia que su antigua amiga Elena lleva marcando con él desde hace años constituyen los elementos más destacados de su día a día. Pero, de pronto, una circunstancia inquietante dará un vuelco a la grisura de su vivir: tras sospechar que Uni no es una persona, sino una IA, Daniel comprobará que alguien empieza a controlar todos sus movimientos, a acosarlo, a perseguirlo. Llega a sentir el miedo. Y, desde luego, sus temores no son infundados, porque una corporación casi omnipotente lo ha convertido en centro de sus sospechas.

Nace así una acción trepidante, cuyos pormenores descubrirá la persona que abra sus páginas y que la conducirán por un laberinto de intereses económicos, control social y manipulaciones psicológicas, que pondrá la vida de Daniel (y, de rebote, la de su amiga Elena) al borde del abismo.

Eso sí (todo hay que decirlo, porque los lectores se lo merecen): si te resultan más bien ininteligibles palabras como exploit, Rubber Ducky, mods, meatspace, estática parasitaria, FPS o NPC, sería conveniente leer este libro junto a un ordenador, para consultar la terminología y no perderte. Es el único problema que le encuentro a una novela bien armada y de desarrollo convincente, que obtuvo el XVII premio Tristana y que ahora está disponible en las librerías gracias al sello palentino Menoscuarto.

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