Gracias
a libros como Yo, robot, a películas como Terminator o Descifrando
Enigma y, sobre todo, a la aceleración geométrica que está
protagonizando la tecnología en los últimos años, el tema de la inteligencia
artificial se ha convertido en ingrediente ineludible en nuestras vidas. El
proceso, que para Alan Turing o Isaac Asimov pertenecía al ámbito del futuro,
ya se ha instalado en el presente, y nos lanza una pregunta que, lejos de todo
oropel retórico y de toda condición jocosa, adquiere unos tintes removedores:
¿puede una IA estar viva? ¿Puede experimentar emociones como la
amistad, el miedo o el desamparo? ¿Puede plantearse dilemas éticos?
Antonio
Garber nos invita a reflexionar sobre estos asuntos en su reciente novela U.N.I..
En ella encontramos a Daniel Pérez, un estudiante de 17 años que alterna los
estudios en el instituto con un trabajo como repartidor de comida a domicilio
("Yo, un robot de carne a las órdenes de un algoritmo millonario",
p.21) y que, en sus horas libres, se refugia dentro de su ordenador, en el
juego Radical Shockers, donde suele coincidir con otra jugadora que
responde al nombre de Uni. El aburrimiento, la falta de horizontes, la
pertenencia a una familia que vive anclada ante el televisor y la distancia que
su antigua amiga Elena lleva marcando con él desde hace años constituyen los
elementos más destacados de su día a día. Pero, de pronto, una circunstancia
inquietante dará un vuelco a la grisura de su vivir: tras sospechar que Uni no
es una persona, sino una IA, Daniel comprobará que alguien empieza a controlar
todos sus movimientos, a acosarlo, a perseguirlo. Llega a sentir el miedo. Y,
desde luego, sus temores no son infundados, porque una corporación casi
omnipotente lo ha convertido en centro de sus sospechas.
Nace
así una acción trepidante, cuyos pormenores descubrirá la persona que abra sus
páginas y que la conducirán por un laberinto de intereses económicos, control
social y manipulaciones psicológicas, que pondrá la vida de Daniel (y, de
rebote, la de su amiga Elena) al borde del abismo.
Eso sí (todo hay que decirlo, porque los lectores se lo merecen): si te resultan más bien ininteligibles palabras como exploit, Rubber Ducky, mods, meatspace, estática parasitaria, FPS o NPC, sería conveniente leer este libro junto a un ordenador, para consultar la terminología y no perderte. Es el único problema que le encuentro a una novela bien armada y de desarrollo convincente, que obtuvo el XVII premio Tristana y que ahora está disponible en las librerías gracias al sello palentino Menoscuarto.
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