Existen,
dentro de Moyano, muchos Moyanos. Pero también es factible pensar que si se
leen todos sus libros se encontrará, en el hipotético fin de esa aventura, un solo
Moyano. Late en ese juicio paradójico una convicción: que cualquier libro suyo
lo contiene por entero, pero que sus lectores buscamos sin fatiga el conjunto
de sus obras con la esperanza de descubrir en cada una de ellas un tema, un
pensamiento (o al menos un detalle) que no estuviese contenido en los volúmenes
anteriores.
Acudimos
así a La versión de Judas, su más reciente entrega, que nos viene de la
mano del sello Talentura y que agavilla diez relatos donde se condensa de forma
muy clara el espíritu creativo del autor: trenes fantasmales e interminables
que, pese a su condición tangible, parecen pertenecer al mundo de las
pesadillas o de la locura (“La bufanda roja”); lugares míticos que se buscan
con ahínco y en los cuales se cifra la obtención de la calma o de la felicidad
(“La ciudad soñada”); homenajes evidentísimos a Jorge Luis Borges (“El Libro”,
“La versión de Judas”); los viajes en el tiempo, que ya acarició como tema en
una obra anterior, titulada La hipótesis Saint-Germain (https://rubencastillo.blogspot.com/2017/11/la-hipotesis-saint-germain.html) (“Fragmento
de un diario”); etc.
Pero, sobre todo, lo que cualquier lector encontrará en estas páginas es una cristalización (diez cristalizaciones) de su modo de sentir y plasmar la literatura: su precisión verbal, su pirotecnia imaginativa, sus finales sorprendentes… Quien se acerque hasta La versión de Judas va a encontrarse con Manuel Moyano. Lo cual, para sus adeptos, es el mejor resumen y la mejor etiqueta posibles. Así que mi consejo para todos ellos es clarísimo: busquen el tomo y prepárense para descubrir unas extrañas competiciones astronómicas entre países, para dejarse engañar por un perro, para conocer a un risible cronista pueblerino, para desvelar qué asombroso personaje se esconde tras el seudónimo Azucena Espriu y, sobre todo, para escuchar la voz grave de Manolo leyéndoles estos relatos, con permiso de Teresa, al oído. Quienes no hayan tenido oportunidad de leer antes al autor experimentarán la sorpresa de conocer su estilo; quienes ya lo conozcan, sentirán la alegría de ver prolongada la admiración por sus líneas. Una experiencia tan recomendable como urgente. Tardando están.
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