La literatura romántica alemana tiene un nombre
propio que no puede ser ignorado por parte de ningún lector culto: el de
Heinrich von Kleist, un joven impetuoso y extraordinariamente dotado para la
novela y también para el drama (desconocer su Pentesilea, reina de las amazonas supone perderse una de las piezas
donde más hondamente se ha tratado el alma femenina en la literatura europea),
que acabó sus días prematura y voluntariamente en las aguas del lago Wannsee,
cuando apenas contaba 34 años.
La editorial Rey Lear, en su colección Breviarios,
nos ofrece una traducción de su obra El
juicio de Dios (El duelo), firmada por Úrsula Toberer, cuyo comienzo no
puede ser más misterioso, más novelesco, ni más impactante: Von Breysach,
hermanastro de Barbarroja, vuelve la noche de san Remigio desde Worms, en pleno
siglo XIV, y de pronto una flecha que surge de las sombras le atraviesa el
pecho y lo deja herido de muerte. A partir de ese momento, en teoría, todos los
mecanismos de sucesión deberían haberse orientado hacia el ya mencionado
Barbarroja quien, como hermanastro suyo, debería heredar el trono. Pero el
monarca, con su último suspiro, revela la existencia de un hijo bastardo, el
conde Philipp, en cuyas manos desea depositar la corona. Todos quedan entonces
consternados, sobre todo porque piensan que el feroz Barbarroja no aceptará
esta componenda; pero la sorpresa sobreviene cuando se muestra sumiso y acepta
la voluntad de su fallecido rey. Ahora bien, las preguntas vienen de inmediato
a la mente de los lectores, cuando van contemplando el desarrollo de los
acontecimientos: ¿es sincera esta mansedumbre; es creíble esta silenciosa
obediencia?
Pronto se descubre un detalle asombroso, que
provoca un vuelco en la investigación del crimen: la flecha que se hundió en el
cuerpo de Von Breysach la fabricó un artesano de Estrasburgo... para
Barbarroja. Pero éste se defiende alegando que la citada noche estuvo
compartiendo lecho con la virtuosa Wittib Littegarde von Auerstein. A partir de
ese momento, todo comenzará a embrollarse, porque la dama niega vehemente la
acusación. ¿Cuál de los dos dice la verdad? Para dirimir tan arduo asunto, se
decide convocar un juicio de Dios, cuyo resultado (aunque en principio
favorable a los intereses de Barbarroja), terminará sorprendiendo a los
lectores en las últimas páginas, gracias a la habilidad argumental que
despliega Heinrich von Kleist y a la pericia extrema de su narración.
Simplemente, una obra maravillosa.
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