Vuelvo
(siempre es una delicia) hasta las páginas de Andrés Amorós, que ahora me
permite leer estos Retratos (Historias verdaderas y fingidas) que le
publica el sello Fórcola. Y resulta difícil, y por eso mismo estimulante,
definir qué hay en el espíritu de estas viñetas. Porque “retratos”, desde
luego, son: vemos el rostro, el temperamento, la peripecia de algunos
personajes, que son dibujados con pinceladas breves y elegantes. Pero también
son “relatos”, porque la voluntad del autor es claramente narrativa: quedan
conformados como diminutos cuadros, al modo de cuentos breves, cuyo aroma
cautiva. Y también son “recatos”, porque el pudor modera el exceso de
revelaciones nominales y tiñe de acertijo muchas de las páginas del volumen.
Creemos descubrir aquí y allá ciertas hebras, de las que tiramos para llegar
hasta la revelación final, pero nunca se nos facilita esta: quizá porque el
hecho estético es, como decía Borges, la inminencia de una revelación que nunca
llega a producirse. “Parece que habla de o que se refiere a”. Eso es todo. El
anzuelo, que no duele, pero que encandila, se clava en nuestra cabeza y nos
permite el juego de aventurar.
Andrés Amorós nos dice que ha encontrado durante su vida muchas personas ante las cuales “yo miraba, escuchaba, callaba y aprendía: ese era mi papel” (p.62). Y ahora, seductor, nos ofrece estos retratos para que nosotros también miremos, escuchemos, callemos y aprendamos con las enseñanzas de don José, del “guesentido”, del psiquiatra judío, del hombre que se enamoró de la chica que salió de una tarta, del teórico sobre la forma craneal de los vascos o del consigliere. Una delicia, créanme.
Qué placer he sentido al ver que comentas un libro de Andrés Amorós. A este hombre lo he leído mucho durante mis años de facultad ('Introducción a la novela contemporánea', sus 'Antología comentada de la literatura española', sus prólogos a las ediciones de varioas obras de Ramón Pérez de Ayala (sobre todo 'A.M.D.G.', pero también el de 'Troteras y danzaderas'). Sé de su sabiduría sobre el toreo, pero salvo algún artículo en algún periódico nada en forma de libro he leído.
ResponderEliminarRecuerdo ahora la sorpresa que unas parejas amigas con las que viajábamos mi mujer y yo a Nápoles tuvimos cuando vimos que en una mesa de la misma terraza donde cenábamos hacía lo propio Andrés Amorós con sus acompañantes. Sentí emoción (fue hace ya más de veinte años), pero no me atreví ir a saludarlo.
Desconocía este título, pero tomo nota porque me gusta la manera que tiene Amorós de afrontar los textos. Muchas gracias por ello, Rubén.
Un saludo