miércoles, 17 de julio de 2024

Reinar después de morir

 


Cuando descubrí el teatro de Lope de Vega, allá por 1986, quedé inmediatamente subyugado por la sonoridad de sus versos, por la fluidez de sus diálogos, por la tersura y firmeza de sus personajes, por sus historias conmovedoras y fértiles. Hoy, a mediados de 2024, me aproximo hasta su coetáneo y seguidor Luis Vélez de Guevara, del que he podido disfrutar la pieza dramática Reinar después de morir, donde se escenifica el amor infausto que experimentó el infante don Pedro de Portugal por la hermosa doña Inés de Castro, quien le terminó dando dos hijos, pese a la condición de hombre casado del infante. Ese amor puro y dramático se precipita hacia su final cuando la infanta de Navarra, que aspira a ser la pareja legítima de don Pedro y no puede soportar que él haya entregado su corazón a otra mujer, mueve los hilos políticos necesarios para que la ingenua doña Inés sea ejecutada por dos lacayos del rey.

Como puede imaginarse, todo en esta obra se encuentra impregnado por la pasión y por la fatalidad, aunque el dramaturgo sevillano no descuida tampoco la parte humorística en algunos instantes. Por ejemplo, cuando el gracioso Brito se queja del caballo sobre el que ha efectuado un viaje; el cual, a fuerza de nervioso y de trotón, “me trae sin tripas, que todas / se me han subido a la nuez / a hacer gárgaras con ellas”. O la secuencia en que el mismo personaje, consciente de que su parlamento ha abusado de cierta palabra, ironiza sobre su pobreza expresiva: “Allí puedes esperar / a que luego allí te diga / lo que allí ha pasado allí; / que has dicho una retahíla / de allíes, para cansar / con allíes a una tía”.

Reflexionando sobre la desequilibrada pugna entre el amor verdadero y las conveniencias palaciegas, Vélez de Guevara esculpe una obra hermosa, de bella sonoridad, que ha resistido espléndidamente el paso del tiempo, el cual no ha logrado avejentar sus líneas.

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