Si hoy en
día se publicara, por parte de una autora joven, una obra como Buenos días, tristeza, el nivel de
polémica que se generaría entre lectores y críticos sería bastante reducido;
quizá nulo. Pero cuando la intrépida Françoise Sagan ofreció a la imprenta
estas singulares memorias de Cécile se produjeron reacciones de estupor,
indignación, escándalo o condena bastante llamativas, por el perfume “inmoral”
que sus páginas desprendían.
Aclarémoslo
con una breve sinopsis, que no agota las virtudes de la obra: la adolescente Cécile,
hija de un viudo atractivo y cuarentón, vive una vida desenfadada, en la que
siente inclinación por los “amores rápidos, violentos y pasajeros”. El alcohol,
las fiestas, los horarios relajados y el escaso interés por los estudios
constituyen todo su universo. Pero cuando su padre decide casarse con la rica y
seria Anne, Cécile siente peligrar su modo de vida; y trama con Elsa (joven
examante de su padre) y con Cyril (un estudiante de Derecho con el que Cécile
mantiene relaciones sexuales) un plan para poner celoso a su padre, incitarlo a
la infidelidad y que Anne anule el proyecto de boda.
Durante
el desarrollo de la narración advertimos la liviandad de Cécile y su condición
inmadura, pese a que ella se juzgue inteligente, mundana y aplomada en sus
actos, a la vez que nos percatamos de la riqueza de matices psicológicos que
adornan a ella y a su padre, las dos grandes figuras protagonistas del tomo.
Pasado el
tiempo, y reducido sensiblemente el caudal “escandaloso” de la pieza, sigue
quedando lo más importante: una narración elegante (a ratos lírica, a ratos
casquivana) donde se percibe el aliento de una buena escritora.
Hoy, mi querido profesor, me has traído una de mis obras favoritas desde siempre, ha sido una lectura que me marcó mucho y que he releído a lo largo de mi vida...
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Un bonito título para una obra que seguro que no ha perdido su chispa. Saludos.
ResponderEliminar