tag:blogger.com,1999:blog-6682027751288543212024-03-18T09:31:10.916-07:00Librario íntimoUnknownnoreply@blogger.comBlogger2542125tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-72981171002394448592024-03-18T09:30:00.000-07:002024-03-18T09:30:34.616-07:00660 mujeres<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiy3ILpBLPn4cIFvNRpNh2R2OUfaQC-oGIP5rOVm3AYzXv601NNMUrrjXidFIC_4DBrWfc4Ef2Dfx2scHqPOsRREDIbmfQj4dvpC_-MCtAfJAA3i_i8DnYUPIKMsPfJ7VdnsItm0faPddoYBN-42ruXw1F8pjFeg-fsQLUWIxmS0PCIpkjlr6y3HF1Wws/s1000/Cubierta%20660%20mujeres.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="667" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiy3ILpBLPn4cIFvNRpNh2R2OUfaQC-oGIP5rOVm3AYzXv601NNMUrrjXidFIC_4DBrWfc4Ef2Dfx2scHqPOsRREDIbmfQj4dvpC_-MCtAfJAA3i_i8DnYUPIKMsPfJ7VdnsItm0faPddoYBN-42ruXw1F8pjFeg-fsQLUWIxmS0PCIpkjlr6y3HF1Wws/s320/Cubierta%20660%20mujeres.jpg" width="213" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Resulta <i>sencillo</i> admirar
la pintura de los hiperrealistas, como Antonio López, Helena Hugo, Slava
Groshev o Marta Penter, porque el impacto visual de sus lienzos es instantáneo:
nos llegan, nos asombran y provocan nuestro aplauso. Han conseguido geminar con
formas y colores una imagen que alcanza el rango de fotográfica, y esa
diabólica habilidad nos embriaga. Pero conviene recordar que existen
otros <i>modos</i> creativos que también hablan (que tan bien hablan)
de sus autores. Por ejemplo, la seducción visual que puede generarse trazando
pinceladas sueltas y dejando que las retinas de quienes contemplan el cuadro
construyan con ellas la imagen final. En el mundo de la literatura acabo de
volver a constatar esta técnica en el libro <i>660 mujeres</i>, de Cristina
Cerrada. La escritora madrileña no construye aquí cuentos rectilíneos, nítidos
y cerrados, sino orbes nebulosos, mosaicos de perfiles evanescentes en los
cuales la persona que está leyendo tiene que intervenir, concentrar la atención
al máximo, rellenar las zonas oscuras. Los personajes de “Que vuelva el
poderoso nadador”, “El baño de Betsabé”, “El niño” o “Anatomía de Caín”
devienen seres complejos, que la autora pone ante nuestros ojos para que
tratemos de penetrar en sus recovecos y seamos capaces de entenderlos (o, al
menos, de concebir una hipótesis razonablemente sólida sobre sus sentimientos,
metas y motivaciones).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El
reto, desde luego, presenta su dificultad, sobre todo si quien está leyendo es
una persona acostumbrada a narraciones más queratinosas que gelatinosas: es
decir, más sólidas y definidas. Pero creo que Cristina Cerrada lo resuelve de
un modo espléndido, consiguiendo quince historias que te reclaman, te
interpelan, te requieren. Memorable.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-86294184533683236542024-03-16T03:08:00.000-07:002024-03-16T03:08:59.898-07:00Sueño profundo<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg-4D03-kuIIQLP48jRsK9fSJn9B82_Tjjtt0XU6BK046Dsj9ed9VEi1KyxSvTp5fGya9p6VPRs4uXpcBjm-G0qNYg1_essVmF9Yj_qBfaoIsXsz8qvyAmE7bLDyjek9ZW4iblMqlDOmxaSiIDJRZ5Qhk4lGiXxJ6gwgunv-cLOWs-X8io84FQpanx3aM/s2993/adn.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2993" data-original-width="2000" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhg-4D03-kuIIQLP48jRsK9fSJn9B82_Tjjtt0XU6BK046Dsj9ed9VEi1KyxSvTp5fGya9p6VPRs4uXpcBjm-G0qNYg1_essVmF9Yj_qBfaoIsXsz8qvyAmE7bLDyjek9ZW4iblMqlDOmxaSiIDJRZ5Qhk4lGiXxJ6gwgunv-cLOWs-X8io84FQpanx3aM/s320/adn.jpg" width="214" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Una
sensación incómoda me ha acechado mientras avanzaba por las páginas de <i>Sueño
profundo</i>, de Banana Yoshimoto (que traduce Lourdes Porta para el sello
Tusquets): la de considerar, casi en cada párrafo, que ninguno de sus
personajes actuaba de forma “comprensible”. Cuando yo esperaba una explosión de
ira, ellos se hundían en un silencio profundo; cuando me parecía perfectamente lógico
que experimentasen celos o que fueran asaltados por las lágrimas, perdían la
mirada en un ventanal, casi hieráticos; cuando se imponía (o eso pensaba yo) abrazar
la almohada, salían a pasear en medio de la madrugada. Esos detalles comenzaron
a agruparse en órbitas giratorias y, de súbito, notaba que me alejaban del
núcleo de la lectura, que no me dejaban disfrutarla en plenitud. Hasta que
comprendí dónde residía la causa de mi error: en no advertir su condición
nipona. Es decir, en empeñarme en mirar las tramas, las reacciones, los
sentimientos, incluso los diálogos como si se tratara de personajes españoles.
Y no lo son. De hecho, hacia la página 50 me detuve y comencé de nuevo.
Entonces, sí, pude disfrutar de estos tres magníficos relatos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
“Sueño profundo” acompañé a Terako, amante de un hombre cuya esposa se
encuentra en estado vegetativo; en “La noche y los viajeros de la noche”
descubrí el modo en que una chica encaja la muerte de su hermano Yoshihiro y
cómo esta defunción impregna también sus relaciones con Sarah y Marie, las dos
mujeres que lo amaron; y en “Una experiencia” me asombró la manera en que una
chica que ha comenzado a beber demasiado es visitada (o eso cree) por el
fantasma de Haru, una muchacha con la que mantuvo una relación difícil en el
pasado.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Qué
elegante es Banana Yoshimoto y qué deliciosa puede ser su narrativa, cuando uno
no comete el error (mea culpa) de juzgarla con ojos eurocéntricos. Volveré a
sus libros, estoy seguro.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-63019445467430773112024-03-14T09:15:00.000-07:002024-03-14T09:15:25.335-07:00De aurigas inmortales<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0jyoj8CvWjTv1_YtnEjiGaWGxYA80fjpzMcq_l8jYoy7E9hYE05djBV4orgYUkr3MRpyIULSsqTy9pW-tBsCybeImTtYOxe9M1_-rwWLgmQS4T0M1jsHK7bbddvolyG8SS33xryAnENk4Abqya7P_oovqtNoPV5LNOiTcNWxy71y_TWnrFPDRFD6Y9SU/s1000/Cubierta%20De%20aurigas%20inmortales.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="717" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0jyoj8CvWjTv1_YtnEjiGaWGxYA80fjpzMcq_l8jYoy7E9hYE05djBV4orgYUkr3MRpyIULSsqTy9pW-tBsCybeImTtYOxe9M1_-rwWLgmQS4T0M1jsHK7bbddvolyG8SS33xryAnENk4Abqya7P_oovqtNoPV5LNOiTcNWxy71y_TWnrFPDRFD6Y9SU/s320/Cubierta%20De%20aurigas%20inmortales.jpg" width="229" /></a></div><br /><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Salí
de la universidad de Murcia en 1990, habiendo recibido allí durante cinco años
clases de algunos profesores magníficos. Poco después, cuando estaba ya en la
recta final de mis oposiciones docentes, me llegó la noticia de que uno de
ellos, Vicente Cervera Salinas, acababa de ser reconocido en los premios
América de poesía por su primera obra en verso. Se titulaba <i>De aurigas
inmortales</i>, y vio la luz en 1993. No pude leerla de forma inmediata (el
ejército se empeñó en que me incorporase a sus filas), pero sí que lo hice un
poco después. Y ahora, casi treinta años más tarde (Dios mío), vuelvo a ella.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Es
un libro magnífico, sin duda. En él descubrimos al joven embriagado por los
aromas de la cultura, al joven que rinde culto extasiado a la belleza, que
compone unos estupendos poemas donde Kierkegaard, Novalis, Pessoa, Yeats o
Eluard nos dejan oír sus voces, llenas de pensamiento, reflexión y oportunas
remembranzas biográficas; y nos dejan también (gracias a la magia del
poeta-médium) penetrar en sus almas heridas, en sus corazones maltrechos. Muchas
veces, descubrimos con rapidez la identidad de la persona destinataria (Juan
Ramón Jiménez se dirige a Zenobia; Antonio Machado, a Leonor; James Joyce, a
Nora); pero en otros casos tendremos que acudir a Internet para descifrarla
(¿quién es la Minny a la que invoca Henry James o la Laura a quien habla Robert
Graves?). Ese es otro de los encantos del volumen: la excitación intelectual,
amplísima, que genera en las personas decididamente curiosas. Es posible que,
para quien desconozca las ideas de (pongo por caso) Novalis, pueda resultar
complejo adentrarse en el espíritu profundo del poema que Vicente Cervera le
consagra. Pero creo que la respuesta más inteligente por parte de la persona
que lee consiste en aceptar el reto, la invitación, que el autor le desliza de
forma implícita con sus versos: conóceme. Acércate para entenderme. Accede al
arca de mi corazón. Y ahí, se lo aseguro, esplende la luz.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Dueño
de una sensibilidad exquisita y de una cultura vasta y contagiosa, Vicente
Cervera modeló en esta primera entrega poética un trabajo realmente hermoso,
que me ha encantado releer.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-39907040773751697802024-03-12T12:20:00.000-07:002024-03-12T12:20:37.883-07:00Una estrella<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8sDZuMx6wFNvVKMZNfn3-5q8KwezwODScO_tMU-mJWenjTRJBeHEoOl9UPmq_1trxhCYkv7pQlodXokEGhHISM3mITcj-pMA2iJ0LxsnKaTBmwvG1bPU2kl9jCqWZgeLC2CgkxHswfEKF5vAB9Sy0h_tpnEkIoBeUxpKG5l4Ka-vFn78MQY5ufI0lt2o/s1637/Cubierta%20Una%20estrella.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1637" data-original-width="1000" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8sDZuMx6wFNvVKMZNfn3-5q8KwezwODScO_tMU-mJWenjTRJBeHEoOl9UPmq_1trxhCYkv7pQlodXokEGhHISM3mITcj-pMA2iJ0LxsnKaTBmwvG1bPU2kl9jCqWZgeLC2CgkxHswfEKF5vAB9Sy0h_tpnEkIoBeUxpKG5l4Ka-vFn78MQY5ufI0lt2o/s320/Cubierta%20Una%20estrella.jpg" width="195" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Es
difícil saber cuántos dolores (y qué hondos) afligen a la persona que tenemos
delante. Y esa dificultad puede conducirnos al error de etiquetarla, sin más
base que la sospecha, la “lógica” o los prejuicios. Estrella Torres, una
atractiva joven pelirroja, se encuentra en la barra de un bar bastante
hediondo, casi al filo de la medianoche. Está tomando notas en un cuaderno y le
formula varias preguntas al camarero quien, suspicaz, no sabe qué actitud
mantener con ella. ¿Será una policía? ¿Una periodista? ¿Alguien que busca
problemas? Para tranquilizarlo, la muchacha le explica que está escribiendo una
novela y que quiere conocer a los jugadores de póker que se encuentran en la
parte de atrás, como parte de su proceso de documentación. Es una demanda
extraña, en verdad, pero al menos no incurre en lo inquietante.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Todo
cambiará cuando entre en el local un borracho que responde al nombre de Juan
Domínguez, quien la reconoce como la hija de su buen y fallecido amigo Rafael
Torres, otro bebedor y jugador irredento. En ese punto, las máscaras caen al
suelo y comprendemos que Estrella ha acudido a ese tugurio infecto para
exorcizar los demonios que calcinaron su infancia y la de su madre, por culpa
de un ludópata que jamás las trató de forma cariñosa, ni las protegió, ni les
sirvió de ayuda. Todos los insultos, todas las recriminaciones, todos los
gritos que no pudo lanzar su padre a la cara podrá ahora verterlos sobre Juan,
quien padece a su vez el desprecio de una hija que no quiere verlo. Dos seres
heridos que, de una forma cenagosa, se atraen y se repelen, se odian y se
necesitan. Se complementan.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Otra
fructífera excursión de Paloma Pedrero por las zonas más oscuras del alma
humana, que a través del diálogo (sofocante, lleno de bilis y antiguas heridas)
nos golpea con brutal eficacia.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-14326710144056727132024-03-10T09:10:00.000-07:002024-03-12T12:21:02.803-07:00El síndrome Frankenstein<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijumHE0VYAwCenXGfD9xVCLIWsk8gmzzS9pc6QAUgmKPQlrxYVzgDldzOpbeoWLE0LJNBJjCESrkRonAQqTCf_aNu3SO-Vj6OyBmkU5uHTsUCoWBEe7wGdZcQ5AtFiWZLIv61NVOZ5X-DBHEp0ZdeqYnsw-noRxZNbnXQY9kwYwwUM1uhc9sV38wS1Xv0/s746/Cubierta%20El%20s%C3%ADndrome%20Frankenstein.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="746" data-original-width="500" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijumHE0VYAwCenXGfD9xVCLIWsk8gmzzS9pc6QAUgmKPQlrxYVzgDldzOpbeoWLE0LJNBJjCESrkRonAQqTCf_aNu3SO-Vj6OyBmkU5uHTsUCoWBEe7wGdZcQ5AtFiWZLIv61NVOZ5X-DBHEp0ZdeqYnsw-noRxZNbnXQY9kwYwwUM1uhc9sV38wS1Xv0/s320/Cubierta%20El%20s%C3%ADndrome%20Frankenstein.jpg" width="214" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Jorge
Luis Borges, con la retranca meticulosa del que profiere una obviedad que los
demás parecen no haber advertido, dictaminó hace años que el concepto de “viaje
espacial” se le antojaba muy curioso, porque todo viaje es espacial. Con
idéntica ironía podría haber recordado que todo viaje es también temporal,
porque compromete un avance en los relojes o los calendarios. El reto narrativo
que se plantea Elia Barceló en <i>El síndrome Frankenstein</i> (y que comenzó a
fraguarse en su aplaudido y premiado volumen <i>El efecto Frankenstein</i>) se
vertebra sobre un prodigioso conjunto de viajes, espaciales y temporales, en
los que sus protagonistas se verán inmersos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Pongámonos,
aunque sea levemente, en situación. Y para eso nada más útil que colocar sobre
el tablero los naipes fundamentales de esta arriesgada e irresistible partida
de cartas: el monstruo al que el doctor Frankenstein le restableció la vida en
el siglo XVIII, que después de haber sido bautizado como Michl, ahora es conocido
como Viktor Frank, un multimillonario al que la cirugía estética ha dado nueva
imagen; los condes Maximilian y Eleonora Von Kürsinger, habitantes del castillo
de Hohenfels (Salzburgo), que permanecen también incólumes ante la muerte, tras
haber recibido una dosis de las misteriosas gotas de Frankenstein; un extraño
ser intersexual que responde a varios nombres distintos, aunque se maneja mejor
con los de Erin y Mystery Stranger; una empresa farmacéutica todopoderosa que se ha
empeñado en conseguir el líquido azul con el que, quienes puedan pagarlo,
adquirirán la condición de inmortales; unos laboratorios avanzadísimos, donde
se está ultimando un modelo de ginoide (un robot femenino) que resulta casi
imposible distinguir de una persona; trampillas secretas que conducen a
habitaciones selladas durante siglos; traiciones inesperadas; lealtades que
superan todo tipo de pruebas; venenos que son administrados a las personas
menos esperadas…<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Sé
que estarían ustedes encantados de que siguiera y les contara cómo se unen de
forma novelesca todos esos caudales (y muchos otros, que prefiero omitir), pero
lamento decepcionarles: no lo haré. ¿Cómo iba a ser tan canalla? ¿Cómo iba a
arrebatarles el placer de avanzar por estas magníficas páginas de Elia Barceló
y sucumbir al encanto irresistible de su talento narrativo? En modo alguno. Lo
que sí les aconsejaré es que, venciendo cualquier tipo de pudor que pudieran
tener ante las historias “adolescentes” (espero que no sea así), disfracen su
corazón de entusiasmo juvenil y se sumerjan sin tardanza en esta historia. Van
a pasar unas horas increíbles.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-36514617143924521552024-03-07T07:54:00.000-08:002024-03-07T07:54:31.057-08:00Anasté<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU680oToKCuC2E_28GHlmIg6r33Q4Uc3cPngUsAvDsQ_zX7aWZmSvTKKc0y04rASTmoHsfEJEHTHvZLZDojyFcapz0YFfIS3ua_e56aCCuGPdi2eHFU9CEvZhFnfu4HZ2OuSgPlIWH6VlPgq9IOL7kAcoWfVHlHRB6fwLYn7dAthg2lhSzC05yQzl0tc0/s2480/Cubierta%20Anast%C3%A9.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2480" data-original-width="1701" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU680oToKCuC2E_28GHlmIg6r33Q4Uc3cPngUsAvDsQ_zX7aWZmSvTKKc0y04rASTmoHsfEJEHTHvZLZDojyFcapz0YFfIS3ua_e56aCCuGPdi2eHFU9CEvZhFnfu4HZ2OuSgPlIWH6VlPgq9IOL7kAcoWfVHlHRB6fwLYn7dAthg2lhSzC05yQzl0tc0/s320/Cubierta%20Anast%C3%A9.jpg" width="219" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Dos
ríos llenan con sus aguas el profundo lago llamado <i>Anasté</i>, la pieza
dramática que Marino González Montero publica en el sello De la luna libros: el
primero adopta forma prosística y se encuentra en la contracubierta. Allí se
nos explica que Anasté es una mujer que ha decidido colarse en un recinto
religioso tartésico que, en el siglo V a.C., va a ser sellado para que sucumba
al olvido. Junto a esa mujer reposarán los cadáveres de medio centenar de
caballos que han sido sacrificados para calmar la furia de los dioses, que
llevan años castigando a la población con sequías y calamidades continuas. Es
(así se nos anuncia) el final de una civilización que continúa erigiéndose en
misterio para los estudiosos actuales. El segundo río hay que buscarlo en el
interior del volumen, en el diálogo febril, telúrico y desgarrado que mantienen
esa mujer que ha decidido inmolarse y la diosa Nortia, quien ha sido convocada
por las oraciones de la primera. ¿Cuál es el sentido de esta reunión? ¿Por qué
motivo Anasté ha reclamado la presencia de Nortia, si desde el principio le declara
con firmeza que no cree en los dioses y que, por tanto, “sois vosotros el claro
reflejo de lo humano… Y que lo de la creación y todo eso es precisamente… al
revés” (p.43)? A través de una tensa conversación, llena de brío verbal y de un
espeso lirismo, vamos descubriendo los impulsos que mueven a Anasté. Y
descubrimos igualmente sus doloridas reflexiones sobre la culpa, que impregnan
la acción misma del drama (“La CULPA es… el más abominable e inteligente
descubrimiento del cerebro humano para dominar a otros cerebros humanos más
manejables”, p.80). Anasté se ha propuesto utilizar las veleidades subterráneas
del río Anas (el actual Guadiana) para culminar el viaje más trascendente que
imaginarse pueda: quiere entrar en el Averno, acceder a Lo Otro, iluminar las
zonas oscuras del Enigma.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Mientras
iba leyendo la obra sentía (creo que les ocurrirá a los demás lectores también)
la palpitación de un abismo, el golpeteo del misterio, que no sólo me acompañó
durante las horas de lectura (recomiendo que sea lenta), sino que continuó
después a mi lado. Anasté representa el final de un mundo, pero de un mundo
lleno de nieblas, que Marino González explora con una delicadeza y con una
hondura tan admirables como inquietantes.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-14229011729554087562024-03-06T11:49:00.000-08:002024-03-06T11:49:37.565-08:00La naranja<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbPdvMeYblOJeiM2qf_MC8Qm4T2pJPT2vIfCqVTKoS8MiO6qS7uQBUFN55PEAZNNN6bEmAJTV9kDRAzpPw_G9zzlrBdLw5mQfpebWYi1qsadoCQFrmjyS6WJVSzlzP9tLN_wOdxKzP_h-7jIfb4sOJYBSYICyaRh1AnDts6TXcQV0lhUUrXJmf8hYO0Jo/s383/Cubierta%20La%20naranja.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="383" data-original-width="269" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbPdvMeYblOJeiM2qf_MC8Qm4T2pJPT2vIfCqVTKoS8MiO6qS7uQBUFN55PEAZNNN6bEmAJTV9kDRAzpPw_G9zzlrBdLw5mQfpebWYi1qsadoCQFrmjyS6WJVSzlzP9tLN_wOdxKzP_h-7jIfb4sOJYBSYICyaRh1AnDts6TXcQV0lhUUrXJmf8hYO0Jo/s320/Cubierta%20La%20naranja.jpg" width="225" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Después
de haber leído su nombre en alguna historia minuciosa de la literatura
hispanoamericana y de haber visto cómo lo citaban autores más célebres que él (Borges),
decido adentrarme en una obra de Enrique Larreta, que se titula <i>La naranja</i>,
y que he disfrutado en una edición antigua (el ejemplar estaba intonso: también
he disfrutado cortándolo) de la editorial Espasa-Calpe. En sus páginas, el
escritor argentino se adentra en interesantes reflexiones sobre la vejez (“Si
no mediara la idea de lo poco que falta para llegar al final, […] la vejez, una
vejez sin achaques, se entiende, sería la verdadera edad feliz, lo mejor de la
existencia”), sobre el gozo de existir (“Demos francamente las gracias. Con
todo, vivir es vivir”), sobre la esencia última del ser humano (“¿Será el
hombre una casualidad zoológica, un acaso de la Naturaleza, un mero cuadrúmano
evolucionado, con prodigiosa sensibilidad cerebral, o el objeto supremo de
Dios, como lo considera la Escritura?”), sobre la luz que debe guiar a la
persona que acomete la tarea de coger la pluma (“Escribe como si todos tus
lectores fueran hombres de genio”), sobre la verbosidad (“La excesiva riqueza
de vocabulario suele encubrir pobreza de pensamiento. Alarde de joyas en el
pecho de la escuálida”), sobre los enigmas de nuestro destino (“Nadie puede
saber nunca cuándo aprovecha su tiempo y cuándo lo desperdicia”), sobre los
viajes (“El hombre inteligente viaja para después; para enriquecer su vida en
los días sedentarios, que son los más numerosos; para formar ese álbum interior
cuyas páginas mueve luego el capricho de un delicioso viento que nadie puede
explicar”), sobre el ejercicio de la crítica literaria (“Ciertos críticos:
perros que orinan en la reja del monumento”), sobre el <i>Martín Fierro</i> o sobre
<i>El Quijote</i>, obras a las que dedica páginas lúcidas y fervorosas.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
suma, un volumen variado, lleno de reflexiones inteligentes y que se sigue
leyendo con facilidad y provecho.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-44477204558083809992024-03-05T11:36:00.000-08:002024-03-05T11:36:36.845-08:00Las Tablas de la Ley<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiFafRz5yeknqjgixMxQWHSJMI13oApIowvKG-P6l1w4V5XNlvneKURWuflKdGERd5dK_rtJX0iXRurIKbPySg9AiyLEOqyxsAGS76BkEi-trDCj5DNv8khWa7byky4-Jo3XKLi8aiVX9JVdytbYIPyGjl139LKWs9HHCzEd3X2aB6tQGd2u6AgmRxQZc/s1000/Cubierta%20Las%20Tablas%20de%20la%20Ley.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="783" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiFafRz5yeknqjgixMxQWHSJMI13oApIowvKG-P6l1w4V5XNlvneKURWuflKdGERd5dK_rtJX0iXRurIKbPySg9AiyLEOqyxsAGS76BkEi-trDCj5DNv8khWa7byky4-Jo3XKLi8aiVX9JVdytbYIPyGjl139LKWs9HHCzEd3X2aB6tQGd2u6AgmRxQZc/s320/Cubierta%20Las%20Tablas%20de%20la%20Ley.jpg" width="251" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Prácticamente
todos hemos conocido, a través del cine o de la lectura, la historia de Moisés,
el bebé rescatado de las aguas del Nilo que, al fin, se convirtió en el guía
que consiguió liberar al pueblo hebreo de la dominación egipcia y llevárselo
hacia la Tierra Prometida. Así que el “argumento” de <i>Las Tablas de la Ley</i>,
que Thomas Mann firma y que ahora leo en la traducción de Raúl Schiaffino
(Planeta), pocas sorpresas depara. Qué importa. No se acude a una historia así
en busca de “historia”, sino de matices, de tratamiento literario, de
desviaciones del canon, de reflexiones. Y está claro que esta novela contiene
un buen número de todos esos ingredientes suculentos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Recordemos,
por si alguien no guarda memoria fresca del relato bíblico, la línea básica de
la trama, con los adornos espléndidos que graba Thomas Mann sobre ella: Moisés,
después de ser encontrado en una cestita que flota en el borde del Nilo, es
acogido por la hija del faraón (quien es su verdadera madre) y comienza a ser
educado en un ambiente selecto. Ya adulto, recibe de Yahvé la encomienda de
encabezar a su pueblo para que salga de los dominios egipcios. Consciente de
que las palabras no bastarán para esa liberación, se apoya en Josué, dadas sus
virtudes como líder militar (“Ninguna tierra, prometida o no, habría de serles
otorgada de no mediar la conquista”); y se presenta ante el faraón, dispuesto a
encandilarlo con algunos recursos efectistas (“Sabía, por ejemplo, apretar el
cuello de una cobra hasta verla rígida como una vara, para arrojarla luego al
suelo, donde volvía a enroscarse y transformarse nuevamente en serpiente”).
Tras una larga negociación, en la que Yahvé colabora enviando sobre los egipcios
la pesada losa de sus plagas (las cuales son interpretadas por Mann como
sucesos más habituales que milagrosos), se inicia el éxodo, que los conduce
fatigosamente a través del desierto, donde los van erosionando “los riesgos de
la libertad”: el calor, el hambre, el arrepentimiento, la duda.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Quizá
en esos momentos se inicia la parte más interesante de la novela, porque se nos
resume cómo Moisés, improvisando, se erige en líder político, social y
religioso, dictando al pueblo normas higiénicas, gastronómicas, sexuales y
hasta jurídicas (“Moisés no sólo debía impartir la Ley, sino enseñarla”), a la
vez que se escuda en el respaldo de Dios para mostrarse más laxo cuando es él
quien infringe las normas (por ejemplo, cohabita con su esposa Séfora y con una
sensual chica etíope, pese al escándalo que se genera en su entorno).<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Recomiendo
a la persona que lea este libro que se fije de manera especial en dos detalles:
el modo en que Moisés personaliza los mensajes de Yahvé, emitiéndolos en una
ambigua primera persona; y la parafernalia (que Mann dibuja con perfecto
respeto y con magnífica ironía) que rodea la elaboración de las Tablas con los
diez mandamientos en lo alto de la montaña.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 12pt; text-align: left;">Resultaría ocioso insistir
en la estatura estilística del novelista alemán: ahí están sus libros para
hablar por él. Esta obra puede servir como aperitivo para personas que aún no
se hayan adentrado en sus relatos mayores. Un estupendo volumen.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-38558657518094913482024-03-03T06:02:00.000-08:002024-03-03T06:02:25.382-08:00La llamada<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglFpe0EboqoJB12vHEedoD6rKlZ56Ir13apZgwL2KdA_GlHy5xnh-sLRLzfCWb4YccHofvjciLwzQTai1IwU5cvY-nJzO1_xs700OGTedVSMH5hmqqvryyTTZTe16pWWNHeIhyphenhyphen3TktKqs5qGGB71qZx38VCFQJrP9wRdw5xrX4KwOc4hIVMoB8wGisxP4/s2598/Cubierta%20La%20llamada.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2598" data-original-width="1654" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglFpe0EboqoJB12vHEedoD6rKlZ56Ir13apZgwL2KdA_GlHy5xnh-sLRLzfCWb4YccHofvjciLwzQTai1IwU5cvY-nJzO1_xs700OGTedVSMH5hmqqvryyTTZTe16pWWNHeIhyphenhyphen3TktKqs5qGGB71qZx38VCFQJrP9wRdw5xrX4KwOc4hIVMoB8wGisxP4/s320/Cubierta%20La%20llamada.jpeg" width="204" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Mientras
estaba leyendo <i>La llamada</i>, de Leila Guerriero (Anagrama, 2024), me iba
acordando de aquella afirmación que recuerdo haber leído (quizá me falle la
memoria) en el murciano Miguel Espinosa: que a veces no se escriben novelas,
sino “libros”. Es decir, tomos que no admiten con facilidad (ni la requieren)
una “etiqueta” que los defina. Porque este volumen, resulta evidente para
cualquiera que bucee en sus líneas, no es una novela, ni una biografía, ni un
ensayo, ni un tomo político, ni un rastreo psicológico; pero, a la vez y de
forma gloriosa, es todo eso y mucho más. Sus más de cuatrocientas páginas giran
en torno a Silvia Labayru, una mujer real, argentina, que vivió en su juventud
una experiencia traumática. Pertenecía a la organización peronista Montoneros
y, a punto de terminar el año 1976, estando embarazada, sufrió un brutal
secuestro por parte de militares golpistas de su país y fue retenida en la
tristemente célebre ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada. Dos años
después, ya liberada, comenzó la segunda parte de su tormento: tener que
“justificar” que había sobrevivido, sin que nadie se creyera con derecho a tildarla
de puta o de traidora. La periodista Leila Guerriero lo resume con tanta
contundencia como gravedad en la página 249 del libro: “Secuestrada. Torturada.
Encerrada. Puesta a parir sobre una mesa. Violada. Forzada a fingir. Al fin
liberada. Y, entonces, repudiada, rechazada, sospechosa”. Con esas imágenes
girando en su cabeza, Leila Guerriero se embarcó en una investigación que la ha
ocupado durante muchísimo tiempo y que elaboró entrevistándose mil veces con
Silvia Labayru y con todas las personas que durante décadas han formado parte
de su entorno: familiares, amigos, compañeros de militancia… Ese océano de
detalles, como todos los océanos, estaba lleno de agua y sal, pero también de
tiburones, soledad, naufragios, lágrimas, traiciones ciertas o sentidas,
ambigüedades, matices contradictorios, pliegues oscuros e incluso algún
maelstrom. “¿Cómo saber cuál es la versión correcta?”, se pregunta la autora en
la página 337. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
principio, se trataba de reunir y conectar todas las informaciones parciales
sobre Silvia (vinieran de su boca o de la boca de quienes la han tratado
durante su niñez, su juventud, su madurez); pero tras esa fatigosa recopilación
había que ensayar un vínculo, un ensamblaje que vertebrara los datos
(recordemos: nunca hay que confundir la realidad con los datos) y que nos
ofreciera una imagen lo más rigurosa posible sobre la protagonista y su
circunstancia. No una hagiografía, no una caricatura, no un juicio: un retrato,
como bien reza el subtítulo de la obra. Un espacio narrativo donde todos los
vectores (el fervor, la admiración, la duda, el cariño, los viajes, las
suspicacias, la ternura, el rencor, las equivocaciones, las melancolías, las
carcajadas, los despistes) equilibran sus fuerzas y se convierten en tinta,
para vergüenza de quienes se permitieron la vileza de juzgar y condenar, para
alegría de quienes recibimos este regalo prosístico de primera magnitud, que
nos hace conocer, recordar y pensar.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Es
muy notable también el modo en que Leila Guerriero combina cercanía y distancia
en su construcción narrativa. Durante mucho tiempo compartió charlas y comidas
con Silvia Labayru, compartió paseos, compartió confidencias y dudas, compartió
espacios, tiempos y emociones. Pero ha logrado el gran prodigio de que el relato
y el retrato esquiven las tentaciones de la parcialidad, pensando siempre en
ofrecer a los lectores todos los ángulos, todos los matices, todos los
enfoques, y que luego cada persona decida su postura.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 12pt; text-align: left;">Utilizando un mecanismo
narrativo muy ágil, lleno de analepsis y prolepsis, de giros, de bucles, de
paréntesis, donde se aventuran hipótesis y se cotejan indicios, donde
inteligencia y emoción se alían, donde periodista y persona alternan sus
miradas, Leila Guerriero construye un tomo absolutamente fascinante, cordial,
intenso, que se erige en pieza maestra del género investigador.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-4214234235236570232024-03-01T12:26:00.000-08:002024-03-01T12:26:23.034-08:00La sueñera<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLHsxPT9pdS0VbPr4-zGFq2iUTbr3-0o0I6zvPbYfiK5G-i8G6RLcHheXx9H0DT0wEmmrjIuVL6YjiQP_nDU9sZ4K7hmgx7OG3XCBXeTCfWrktUK9on5FcjwmSlOGF1gxrxrpxuLFS44_8Hnh1fgNR8AmfObQW9pxCli2NYN-u6kr3rIS5-YvyJwtz4fo/s1000/Cubierta%20La%20sue%C3%B1era.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="661" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLHsxPT9pdS0VbPr4-zGFq2iUTbr3-0o0I6zvPbYfiK5G-i8G6RLcHheXx9H0DT0wEmmrjIuVL6YjiQP_nDU9sZ4K7hmgx7OG3XCBXeTCfWrktUK9on5FcjwmSlOGF1gxrxrpxuLFS44_8Hnh1fgNR8AmfObQW9pxCli2NYN-u6kr3rIS5-YvyJwtz4fo/s320/Cubierta%20La%20sue%C3%B1era.jpg" width="212" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El
océano de los sueños ha nutrido muchos millones de páginas en la historia de la
literatura: ni siquiera resultará necesario enumerar (ocuparía varios folios)
los títulos de libros y los nombres de autores y autoras que han recurrido a
ese gran espacio temático para enriquecer el teatro, la novela, el ensayo o la
poesía. Ahora acabo de terminar <i>La sueñera</i>, de Ana María Shua, donde se
agrupan doscientos cincuenta microrrelatos que utilizan el mundo onírico como
fuente de inspiración o como telón de fondo. Y vive Dios que la autora
argentina nos deja anonadados con el bombardeo de imágenes que nos suministra:
gritos que entran por la ventana, enumeraciones que no sólo contienen ovejas,
pesadillas salpicadas de monstruos, 328 maneras para combatir eficazmente el
insomnio, problemas con las sábanas de poliéster, lombrices de tierra que piden
música de los Beatles, dos fósforos que se comen una pizza, tazas de café que
devienen invaciables, burlas irónicas sobre el lenguaje marinero, partos
asombrosos… También llevaría varios folios la simple enumeración de todos estos
fogonazos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">¿Quieren
saber por qué me ha gustado tanto este libro? Les copio el relato 25: “Mi papá
no está contento conmigo. Me mira más triste que enojado porque sabe que le
oculto un secreto. Estás muerto, quisiera decirle. Pero tengo miedo de que no
venga más”. ¿Quieren otra explicación? Les copio el relato 48: “Los calamares
no me atemorizan. En señal de amistad, trenzo y destrenzo sus tentáculos.
Después de todo, soy casi una de ellos: yo también sé jugar a esconderme con
nubes de tinta”. ¿Necesitan más detalles? Les copio el relato 77: “De los
vegetales de hojas perennes, ninguno se reproduce tan rápidamente como mi
biblioteca”. ¿Prefieren algo más humorístico? Les copio el relato 186:
“Esperaba encontrarte, pero no así, cómo decirte, no con esos ojos, no con esa
corbata, no con ese nombre, no con ese tenedor, no con esos dientes, no yo así,
tan emperejilada, tan tentadora, tan en mitad del plato, tan tostada”. ¿O acaso
prefieren…? No, no insistan: vayan al libro y disfrútenlo de principio a fin,
como mandan los cánones.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 12pt; text-align: left;">La editorial Páginas de
espuma lo reunió con otros trabajos de la autora en el grueso tomo </span><i style="font-family: Georgia, serif; font-size: 12pt; text-align: left;">Cazadores
de letras</i><span style="font-family: Georgia, serif; font-size: 12pt; text-align: left;">. Prepárense a disfrutar.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-9281496255555103722024-02-29T11:20:00.000-08:002024-02-29T11:20:32.732-08:00Un clavel entre los dientes<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMzhwXJCs4bIkxrYw0xooX3-6tKnzfL7i7fwhvPsyMH_aRN1L6g45tLrFV1BI1UThuN8UK6x1Ol_I6WoLE2ZKbiYeRliqFZfawGgx3OkZoTugoLU2NCldOeALghjVnXoCkl16zVsdqj2MEj_TtSvVlzo0WNXKRC3U7VrRxp4wtJrLdyiFDaI9wqrZSCYk/s1000/Cubierta%20Un%20clavel%20entre%20los%20dientes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="638" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMzhwXJCs4bIkxrYw0xooX3-6tKnzfL7i7fwhvPsyMH_aRN1L6g45tLrFV1BI1UThuN8UK6x1Ol_I6WoLE2ZKbiYeRliqFZfawGgx3OkZoTugoLU2NCldOeALghjVnXoCkl16zVsdqj2MEj_TtSvVlzo0WNXKRC3U7VrRxp4wtJrLdyiFDaI9wqrZSCYk/s320/Cubierta%20Un%20clavel%20entre%20los%20dientes.jpg" width="204" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Dejo
que el año 2024 me siga sorprendiendo con autores a quienes aún no había leído,
y de esa forma pasean ante mis ojos las páginas de <i>Un clavel entre los
dientes</i>, de Jorge de Cominges (Seix Barral, 1989), quien utiliza unos
versos de Pere Gimferrer para el título. La experiencia con esta novela (lo
anotaré desde el principio) ha sido altamente seductora; no tanto por la
historia narrada (que también) como por la elegancia prosística del escritor
catalán, que me embrujó desde el primer capítulo. Qué manera tan sutil y tan
efectiva de retratar el mundo barcelonés de los años 60: desde sus estudiantes
universitarios hasta sus putas, desde las playas donde disimulan los chaperos
hasta las joyas finísimas de las damas que acuden al Liceo para escuchar la
música de Verdi.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Situémonos
en la casa donde vive el matrimonio formado por María (dictadora de la moda,
exquisita en sus modales) y Pedro (un notario mucho mayor que ella, rancio y
profundamente religioso), acompañados por Renata (madre de María y, desde hace
meses, desahuciada por los médicos). Añadamos a las dos hijas del hogar: Ana
(11 años, fantasiosa y deslumbrada con su hermana mayor) y Clara (quien estudia
Derecho y tiene un novio llamado Carlos). Ese grupo de personajes sirve a Jorge
de Cominges no solamente para retratar de forma impecable varios estratos de la
vida catalana (sobre todo, la burguesía snob), sino para introducir valiosas
reflexiones sobre la religión, la organización social de nuestro mundo o la
línea rectora que debería guiar siempre nuestras existencias (y que podemos
resumir en las palabras que Renata deposita en los oídos de su nieta, horas
antes de morir: “No hagas nunca caso a nadie. Haz sólo lo que te parezca bien a
ti después de haber reflexionado”, p.69).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
cuanto al final de la historia, permítanme que no les dé ninguna pista, salvo
que su tono melancólico es posible (muy posible, diría yo) que los conmueva y
les deje una huella indeleble.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-65927362539874904242024-02-28T09:17:00.000-08:002024-02-28T09:17:51.068-08:00El diccionario de Coll<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXtAiQO_zj1CRNaWgJNx2N4enm1YcyS2YBng2kixHr-Ay9qF1_nO69PDCAQYig-OQf80oEA1Z8P9Dwg35XsS1MFBGG5loq5oOTAEs-O2yP3_fIqGKlFMO_vDgbWTyHLJqDD4gOKZ_knhskUiT-JznNp29MjshIIlgNJCOUY_SMXj3wLdRPP76fCL1mJbU/s1000/Cubierta%20El%20diccionario%20de%20Coll.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="724" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXtAiQO_zj1CRNaWgJNx2N4enm1YcyS2YBng2kixHr-Ay9qF1_nO69PDCAQYig-OQf80oEA1Z8P9Dwg35XsS1MFBGG5loq5oOTAEs-O2yP3_fIqGKlFMO_vDgbWTyHLJqDD4gOKZ_knhskUiT-JznNp29MjshIIlgNJCOUY_SMXj3wLdRPP76fCL1mJbU/s320/Cubierta%20El%20diccionario%20de%20Coll.jpg" width="232" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Porticado
con un prólogo de Camilo José Cela (que se preocupa muchísimo por resultar todo
lo zafio y grosero que puede, quizá con la curiosa intención de que los
lectores de la obra entren en ella con cara de asco o acidez de estómago), he
vuelto a leer, treinta años más tarde de mi primera visita, <i>El diccionario
de Coll</i>, que poseo en su 29ª edición (“311.ooo ejemplares”, dice un sello
en la cubierta). Mucho más habilidoso para el humor que su prologuista, el
conquense José Luis Coll elabora un simpático prontuario de palabras que,
obviamente, no admite ningún tipo de resumen, por su condición misma. Decir que
he sonreído muchísimo en sus páginas y que he subrayado docenas de definiciones
se me antoja el mejor elogio que le puedo hacer a este trabajo, donde la
chispa, la filigrana verbal, el manejo de la ironía y el giro inesperado en las
entradas garantizan dos tardes de felicidad lectora.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Déjenme
que, como simple muestra, les anote algunas (y después les dejo que se adentren
en sus 222 páginas y disfruten sin más): <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">GALANTETAR
(“Requebrar a una mujer por la belleza de su busto”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">HABITONTO
(“Cada una de las personas que residen en este mundo, salvo raras
excepciones”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">HIDROPOESÍA
(“Acumulación anormal de poemas en una parte del cuerpo”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">IDÓLETRA
(“Que adora las letras”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">PERMEABLE
(“Que puede ser penetrado por la orina”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">PROSTETANTE
(“Enfermo de la próstata que se pasa el día quejándose del gobierno”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">RECETA
(“ZZ”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">SEVILLETA
(“Paño que, en la capital de la Giralda, sirve en la mesa para aseo y limpieza
de cada comensal”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">VIEGILIA
(“Falta de sueño en las ancianas”).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">ZUECO
(“Andaluz nacido en Suecia”).</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-1950740583221685842024-02-26T08:19:00.000-08:002024-02-26T08:19:02.493-08:00Malentendido en Moscú<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAhz-PS899mRudF-4Gw8T4gAydDNyNv7XPHyjDjvlYAGkK2yMLhV55lpvSqhX-tDT2Ces6FJufsej2dHgCwoch9HZqmk-4kxiaoKH1wvs-jElPooG4nFke1xzEHFwTISto4ZQHjPipLz3Gn60IuiF1kDqzRuWW0bw16FqHah9G4zNZUj7I1obd2MQywd8/s2003/Cubierta%20Malentendido%20en%20Mosc%C3%BA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2003" data-original-width="1481" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAhz-PS899mRudF-4Gw8T4gAydDNyNv7XPHyjDjvlYAGkK2yMLhV55lpvSqhX-tDT2Ces6FJufsej2dHgCwoch9HZqmk-4kxiaoKH1wvs-jElPooG4nFke1xzEHFwTISto4ZQHjPipLz3Gn60IuiF1kDqzRuWW0bw16FqHah9G4zNZUj7I1obd2MQywd8/s320/Cubierta%20Malentendido%20en%20Mosc%C3%BA.jpg" width="237" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Todas
las relaciones de amor, sean del signo que sean, se erosionan. No se trata de
que tarde o temprano mueran (esa evidencia resulta incontestable), sino que
sufren con el paso del tiempo un número variable de desgastes, mutaciones o
necrosis. André y Nicole, un matrimonio de profesores jubilados, que pertenecen
a la intelectualidad francesa y que han dedicado buena parte de sus vidas a
luchar por la mejora del mundo, van a descubrir, ahora que han ingresado “en la
flor de la edad postrera” (p.73), esa corrosión. Su propósito en el viaje que
acaban de comenzar es muy sencillo: encontrarse con Masha (fruto del primer
matrimonio de André) y contemplar el estado en que se encuentra Rusia tras “los
negros años del estalinismo” (p.29). Durante mucho tiempo, ellos han anhelado
que el socialismo triunfe y que elimine las desigualdades entre los seres
humanos, pero ahora comienza a ganar sus espíritus el escepticismo, porque han
constatado que todas las luchas, todas las manifestaciones, todas las protestas,
todas las reflexiones “no habían hecho retroceder ni un palmo el capitalismo”
(p.66). A ese decaimiento ideológico se une otro mucho más íntimo: Nicole se
siente cada vez más vieja y comprende que su marido ya no siente atracción
sexual por ella. Los buenos tiempos ya no existen y resulta doloroso, pero
necesario, aceptarlo (“Al galope escapan mis días, y en cada uno de ellos
languidezco”, p.112). El fervor que sentían el uno por el otro se ha convertido
en rutina; el éxtasis, en grisura; la luz, en niebla. Aunque se nieguen a poner
nombre a su declinación, es posible que ya sean “una pareja que continúa porque
ha comenzado” (p.155). Es decir, una pura inercia lastimosa. En medio de ese
panorama, un detonante bastante nimio (que André ha decidido prorrogar su
estancia en Moscú y que Nicole insiste en no haber sido consultada) provocará
una grieta bastante profunda entre ellos; y ninguno de los dos parece, en
principio, dispuesto a ignorarla.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Simone
de Beauvoir nos propone en estas páginas, que incorporan muchos tintes en
apariencia autobiográficos, una serie de reflexiones francamente lúcidas (y no
exentas de decepción y amargura) sobre las relaciones humanas y, de paso, sobre
los acontecimientos políticos y sociales que sacudieron el mundo durante las
décadas de la Guerra Fría.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Un
buen libro.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-50204584772756657872024-02-24T08:02:00.000-08:002024-02-24T08:02:39.566-08:00El color de agosto<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXJDPuaLRCEQsTQkcO9o7ekeon7vQI_Bp5rwMU2hHR7RZrR0Q1XOUczKha9KjVIz9xXAZPkMOT9aDEsBj4J9lQc5OiBWkZHFjQlMDpTdUZG-3XFaWRbZYhWT0zx4vjIF8nnXAwe47tDP7NzPNDHcpoqa25hH8j0EiuVDf0P4Cr2vNtUH2RHtFiMWf_emk/s449/Cubierta%20El%20color%20de%20agosto.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="449" data-original-width="300" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXJDPuaLRCEQsTQkcO9o7ekeon7vQI_Bp5rwMU2hHR7RZrR0Q1XOUczKha9KjVIz9xXAZPkMOT9aDEsBj4J9lQc5OiBWkZHFjQlMDpTdUZG-3XFaWRbZYhWT0zx4vjIF8nnXAwe47tDP7NzPNDHcpoqa25hH8j0EiuVDf0P4Cr2vNtUH2RHtFiMWf_emk/s320/Cubierta%20El%20color%20de%20agosto.jpg" width="214" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Fantasmas,
errores, cuentas pendientes, exabruptos que se quedaron atorados en la
garganta, recriminaciones mudas, miradas asesinas, reproches, odios… Todos
disponemos, en nuestro interior, de un baúl atiborrado de estas emociones, a
las que no dimos salida en su momento y que fermentan y pueden llegar a
pudrirnos. El tamaño y la acrimonia son variables, pero su existencia misma es
innegable.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Paloma
Pedrero, dramaturga por cuyas obras me he paseado ya varias veces (le profeso
una amplia admiración), nos presenta en <i>El color de agosto</i> a dos mujeres
que estuvieron muy vinculadas en el pasado y que ahora, tras ocho años de agria
separación, vuelven a encontrarse. María es, en la actualidad, una exitosa
artista plástica, que vende sus cuadros por auténticos dinerales. Dispone de un
estudio amplio y luminoso, de una vivienda lujosa y de una cartera de clientes
que se disputan sus obras. Laura, que fue su inspiradora y su maestra, no ha
tenido ni la mitad de su suerte, y vive casi en la pobreza. A causa del azar
(María busca una chica que pose para ella y le muestran una imagen de Laura),
se produce el reencuentro. Pero hay demasiada acidez acumulada en el espíritu
de las dos, y el choque de trenes resulta inevitable.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Rápida
en sus diálogos, profunda en sus pinceladas psicológicas y certera a la hora de
deslizar insinuaciones emocionales, Paloma Pedrero nos regala una pieza corta,
contundente, amarga, en la que descubrimos todos los laberintos que sus dos
protagonistas cobijan o esconden. Y donde también descubrimos que cada uno de
nosotros (cada una de nosotras) podríamos ser Laura.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Vertiginosa,
profunda y espléndida.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-38228863114930023962024-02-22T08:43:00.000-08:002024-02-22T08:43:05.451-08:00Estío<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgD3g7HCB94F5Nbhln8SUjdyyIftA_YT4NoToy8GA8qqQLoBw2vpO2j2kSf3swPrjFQtcK69UZxBcbAw8P6akPvmSPkJW_s7r5Pny6i2beN3kcrKCktM5sH2fJ5rlPBdugatPa-5jASkAqOqSgzg8RwkoHHuzGQvLEsZDJpeMUZzFMbKXEZbQxTAc96xUs/s1000/Cubierta%20Est%C3%ADo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="638" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgD3g7HCB94F5Nbhln8SUjdyyIftA_YT4NoToy8GA8qqQLoBw2vpO2j2kSf3swPrjFQtcK69UZxBcbAw8P6akPvmSPkJW_s7r5Pny6i2beN3kcrKCktM5sH2fJ5rlPBdugatPa-5jASkAqOqSgzg8RwkoHHuzGQvLEsZDJpeMUZzFMbKXEZbQxTAc96xUs/s320/Cubierta%20Est%C3%ADo.jpg" width="204" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Existen
bastantes autores a lo largo de la Historia de quienes podría pregonarse con
justicia que son poetas (que cada cual elija los suyos), pero muy pocos de los
que cabría afirmar que son poesía. Pura poesía. Tensión y resolución lírica
constantes. Seres cuya mirada y cuyos dedos se alían en un perpetuo ejercicio
de poetización del mundo. Se trata de un rarísimo privilegio que los dioses
conceden a ciertos mortales. Ocurre, creo, con Juan Ramón Jiménez, del que
emana la poesía como el agua cristalina lo hace de un manantial: la palmera, la
ola, el sol, la sombra, la aurora, el jardín, la rosa, una mano devienen objetos
únicos, focos de belleza insospechada que, de súbito, quedan revelados y hechos
eternidad.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Acabo
de comprobarlo nuevamente en su volumen <i>Estío</i>, publicado en 1916 y en el
que se puede apreciar, creo yo, una clara dirección depurativa, para intentar
que la <i>idea</i> y las <i>palabras</i> (“el idilio raro de un león y un
lirio”, como se indica en la página 14) acuerden un pacto apolíneo: reducir
palabras, condensar de forma estricta las emociones. Así, Juan Ramón nos
trasladará sus pesimismos (“La felicidad, / anticipado sangrar”); sus
melancolías, rematadas con una gotita de humor amargo (“Me pareces como aquella
/ pálida novia primera, / que hace tiempo se casó / con aquel juez de
instrucción”) —versos que recuerdan a aquella queja de Gabriel Celaya acerca de
las adolescentes que se terminan casando con notarios—; su visión maravillosa
sobre el amor (“Como no me ves, no soy visto / de nadie”); o la condición
sobrante de ciertos adjetivos (“¡Sufrimiento! ¡Sólo así! / ¿Para qué añadirte
nada? / —Quien inventó el adjetivo / no era digno de su alma”). O, dicho de un
modo más condensado: “Quememos las hojas secas / y solamente dejemos / el
diamante puro, para / incorporarlo al recuerdo”. Poda de imágenes, poda de
palabras. Y, al fin, el árbol delicioso y perdurable.<o:p></o:p></span></p><p>
<span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 107%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">Juan Ramón era muy grande,
vive Dios.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-20133670282975011402024-02-20T08:05:00.000-08:002024-02-20T08:06:10.231-08:00Abierto para fantoches<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQpsnbKBpdBNiRsWROXlkN8r26jI2FEFg1HqgTRCsp_hi-HT5wVdfAtsNotis9CKSigoDJt6sYZMpowqu_zZT-c8A9vOgX21JAwIrI_vDxAf3EsKddZ_5l6mS61RLvrH2a-YOQ1maHSe3pFXvEkVxcLyeCgoNxRccmmMcrF0rnXKVFlaO8xu_DvmlGhBI/s716/Cubierta%20Abierto%20para%20fantoches.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="716" data-original-width="500" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQpsnbKBpdBNiRsWROXlkN8r26jI2FEFg1HqgTRCsp_hi-HT5wVdfAtsNotis9CKSigoDJt6sYZMpowqu_zZT-c8A9vOgX21JAwIrI_vDxAf3EsKddZ_5l6mS61RLvrH2a-YOQ1maHSe3pFXvEkVxcLyeCgoNxRccmmMcrF0rnXKVFlaO8xu_DvmlGhBI/s320/Cubierta%20Abierto%20para%20fantoches.jpg" width="223" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Seis
relatos breves se reúnen en el trabajo <i>Abierto para fantoches</i>, donde la
zaragozana Patricia Esteban Erlés nos acerca a escenas protagonizadas siempre
por personajes fantasmales (en sentido físico o figurado), a los que se nos
invita a conocer y acaso a entender: una vecina inesperada, que altera el
pacífico hogar de la aburrida señora Gutiérrez; una niña que dicta a su gemela
las atrocidades que debe cometer, y cuyas consecuencias deberá arrostrar; un
popular locutor radiofónico que, una vez muerto, decide realizar su última
llamada; tres amigos impresentables, puestos hasta arriba de coca y alcohol,
que deciden burlarse de una chica poco agraciada; una esposa indefinible,
borrosa y rodeada de silencio, que desaparece de forma brusca; o el amante
shakespeareano de una bella viuda que comienza a acercarse peligrosamente a la
madurez.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El
resultado es un interesante opúsculo, con momentos memorables, que en el año
2008 fue publicado por la Diputación provincial de Zaragoza tras haber sido
galardonado con el XXII Premio de narrativa Santa Isabel de Aragón, reina de
Portugal.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-8152942306321442382024-02-18T02:46:00.000-08:002024-02-18T12:23:06.980-08:00Alexanderplatz ha olvidado los trenes<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJDhRXYNUNolSFxS5eA32DauRlccGjHLngmUQWd1KNHTIpX9lmZIbA0pmmr4KQFKgYP4PxAGHQKXOxJ_dsbe8QAdEFeuMKuICfLSqJfZ0dcVBzTx7fao8HfiaMHGojF3MSb3W1U2m3Ct75FEe-QLUAsHNhsijN_iGTLhMeeKgyKAs2ic8f_4jXJTsLSHw/s1000/Cubierta%20Alexanderplatz%20ha%20olvidado%20los%20trenes.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="646" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJDhRXYNUNolSFxS5eA32DauRlccGjHLngmUQWd1KNHTIpX9lmZIbA0pmmr4KQFKgYP4PxAGHQKXOxJ_dsbe8QAdEFeuMKuICfLSqJfZ0dcVBzTx7fao8HfiaMHGojF3MSb3W1U2m3Ct75FEe-QLUAsHNhsijN_iGTLhMeeKgyKAs2ic8f_4jXJTsLSHw/s320/Cubierta%20Alexanderplatz%20ha%20olvidado%20los%20trenes.jpg" width="207" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Me
ha gustado encontrarme (se trataba de una visita demasiado demorada) con los
versos de María Alcocer González, reunidos en el volumen <i>Alexanderplatz ha
olvidado los trenes</i> (Ars Poética). Y me ha gustado, sobre todo, porque he
podido encontrarme con una lírica diferente, musculosa e intrincada. Es cierto
que, de vez en cuando, me apetece disfrutar de poemarios fáciles, donde la
música y la temática inunden garganta y oídos con su frescor inmediato; pero no
es menos verdad que también me gusta adentrarme en selvas verbales menos
sencillas, menos complacientes, que reclamen mi atención, mi lentitud, mi
silencio.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Dueña
de una técnica soberana y de una enorme potencia para el fraguado de imágenes,
María Alcocer nos invita, página a página, para que recorramos su territorio de
mármol y de niebla, donde “la sintaxis de la locura” (p.26), “alguna noble
verdad” (p.53) y miradas “que vigilan el aire” (p.123) nos van entregando
instantes de luz y briznas de oscuridad, que tendremos que unir con la
paciencia de quien se enfrenta a un puzle fastuoso. El resultado es una
amplísima vidriera, un caleidoscopio de textura proteica, que nos deja siempre
pensativos, siempre con la duda de si habremos interpretado el texto de la
forma adecuada.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">En
realidad, nada importaría que nuestra lectura difiriese de la imaginada por la
escritora, porque de ese modo estaríamos entablando un fértil diálogo con ella,
en el que quizá ambas partes descubrirían sorpresas y atisbarían rompimientos
de gloria que no estaban previstos.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12pt; line-height: 150%;">Todo
un <i>tour de force</i> esta aventura lírica, que les recomiendo para un fin de
semana de chimenea y silencio ubicuo. Se van a sorprender.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-6853740257621521442024-02-16T07:58:00.000-08:002024-02-16T07:58:26.169-08:00Bajo el iceberg<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqxze0S3V4S8xhUBT3ZTlnj_bkfLKKCtADYgis_qPdsxZvGdSvJkA94n7-Hy1JJQHpaQ_LGxYwC2jXCfucRlyCILgnALsXYaG1PfMaz8TiZKQuOF2Cv_LxhXbUAqOFnDe3PuT3q-U8IhrerWNBhm0JVJj-HTpki5ZTBrP2tHLywHSd71azKdRWjKmw0t8/s500/Cubierta%20Bajo%20el%20iceberg.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="324" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqxze0S3V4S8xhUBT3ZTlnj_bkfLKKCtADYgis_qPdsxZvGdSvJkA94n7-Hy1JJQHpaQ_LGxYwC2jXCfucRlyCILgnALsXYaG1PfMaz8TiZKQuOF2Cv_LxhXbUAqOFnDe3PuT3q-U8IhrerWNBhm0JVJj-HTpki5ZTBrP2tHLywHSd71azKdRWjKmw0t8/s320/Cubierta%20Bajo%20el%20iceberg.jpg" width="207" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Un
hombre de carácter más bien apocado (Gabriel) y una antigua enfermera de temperamento
mucho más decidido (María) están protagonizando, en su viejo coche familiar,
una huida de lo más angustiosa, después de haber raptado en un restaurante a un
niño llamado Pedro. Podría tratarse del argumento de una <i>road movie</i> o de
un thriller de sobremesa, porque los ingredientes no difieren de los que
convencionalmente barajan los directores del género para construir sus
productos. Pero lo impresionante de <i>Bajo el iceberg</i> es la forma en la
que Manuel Nicolás Andreu adereza literaria y psicológicamente esos materiales
para que la persona que está leyendo se vaya desazonando de manera lenta e
imparable, hasta que llega a las últimas páginas con el estómago atorándole la
garganta y con el corazón latiendo a velocidad de vértigo. No exagero un ápice.
No recurro a un truco efectista para que ustedes se abalancen sobre el libro.
De verdad que no. Con paciencia narrativa y con recursos sabiamente
dosificados, el autor nos va introduciendo en el laberinto mental de María,
donde anidan ciénagas profundas y misterios que nos van siendo revelados con
calculada pericia. Gabriel, su pareja, no sabe por qué ha decidido raptar al
niño; ni sabe tampoco qué se esconde en los abultados archivadores que la mujer
transporta en el maletero. Le da miedo elaborar conjeturas, porque sospecha que
rondaría el terreno de la insania. Le da miedo también preguntarle directamente
a María, porque teme su furia e incluso su abandono (qué sería de él sin ella).
En ocasiones, ella le deja escuchar algunas aristas de la verdad, pero nunca le
permite contemplar el poliedro completo… Hasta que Gabriel, aprovechando un
acceso febril que la deja atontada y más bien adormilada, se decide de una vez
por todas a ojear los misteriosos papeles. Y le paraliza lo que descubre. Igual
que paraliza a la persona que está leyendo, que siente la piel erizada cuando
calibra las consecuencias de lo que en esos archivos se esconde.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">La
primera novela de Manuel Nicolás Andreu no puede ser más asombrosa ni más
llamativa, así que no les digo más: acudan cuanto antes hasta este volumen,
publicado por Malbec y con una imagen muy sugerente de Dasier Navarro en la
cubierta… Y ya me contarán.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-23082794541542566152024-02-15T08:26:00.000-08:002024-02-15T08:26:49.807-08:00Lagartija<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCzBPqEqr4QNpMzj399IJ_L8PBFitFOVMiXFBF1F6u5lrmPPvNPpzptW87A6Wb2rrjtEaCdHhhu7qfSwlxiyXuI25jNWPkT9U6xsHgGHg_bpvT1oGov134962wgh_f0nnw1t2A01a6p49JIXp3wOfOXvsL-mzO0b3cSMowqYpfPoaCOuI75J4-OICqrXU/s1000/Cubierta%20Lagartija.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="667" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCzBPqEqr4QNpMzj399IJ_L8PBFitFOVMiXFBF1F6u5lrmPPvNPpzptW87A6Wb2rrjtEaCdHhhu7qfSwlxiyXuI25jNWPkT9U6xsHgGHg_bpvT1oGov134962wgh_f0nnw1t2A01a6p49JIXp3wOfOXvsL-mzO0b3cSMowqYpfPoaCOuI75J4-OICqrXU/s320/Cubierta%20Lagartija.jpg" width="213" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Realizo,
con auténtico placer, mi primera aproximación a la narrativa de la autora
japonesa Banana Yoshimoto, cuyo libro <i>Lagartija</i> traduce Gabriel Álvarez
para el sello Tusquets. Son seis historias en las cuales, con un lirismo
fascinante, nos coloca ante personas jóvenes que buscan su sitio en el mundo y
que jamás están muy seguros de haberlo encontrado o de que vaya a durarles: un
muchacho que ha contraído matrimonio hace un mes con Atsuko y que, mientras
regresa de noche en el tren hacia casa, bastante borracho, tiene un encuentro
extrañísimo con un viejo más bien andrajoso (“Recién casados”); un terapeuta
que atiende a niños autistas mantiene un vínculo sentimental con una chica
silenciosa, que arrastra un misterio infantil (“Lagartija”); una joven, cuyos
padres han decidido instalarse en el seno de una secta religiosa, se traslada a
Tokio y convive con el artesano Akira (“Sangre y agua”); una fervorosa adicta
al sexo abandona su vida de orgías y opta por casarse con el hijo de un
empresario (“Una curiosa historia a orillas de un gran río”)…<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
realidad, los argumentos de estas fabulaciones son débiles y prescindibles, en
el sentido de que Yoshimoto carga todo el peso literario (que es mucho y muy
brillante) en el buceo por las almas de sus protagonistas, que pasean en
silencio por las calles japonesas, se ensimisman mientras se acodan en ventanas
o que deambulan buscando (y buscándose) de una forma tan evidente como tenue.
No hay modo de evadirse de sus atmósferas, que te empapan desde el momento en
que recorres dos o tres párrafos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">“No
hay nadie que crezca y salga indemne de ello”, afirma la escritora en la página
146. Y quizá resulte un interesante resumen sobre la evolución anímica de sus
criaturas, que buscan paraísos y, al fin, no saben si existen o si los han
encontrado.<o:p></o:p></span></p><p>
<span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 107%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">Un espléndido libro.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-82640675841548454572024-02-13T08:03:00.000-08:002024-02-13T08:03:24.160-08:00La loba gris<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeHMQ1kTJSH2YnVdqikrcQE7AY35ENPDqexEPlOpisowQ6xB_N6YvqYaex9bmCJgxw5p_nCTb8wK72LIouKPS176_oLTX7WzUU0Bp1awAk3jVnzUa7O61tn9Z1joG14lcH4461W6PpgEnH5xAE3HLv2SrxpmoM6udIBOkkt1W9SRt6ixgSfvf6bQh6fos/s1000/Cubierta%20La%20loba%20gris.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="652" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeHMQ1kTJSH2YnVdqikrcQE7AY35ENPDqexEPlOpisowQ6xB_N6YvqYaex9bmCJgxw5p_nCTb8wK72LIouKPS176_oLTX7WzUU0Bp1awAk3jVnzUa7O61tn9Z1joG14lcH4461W6PpgEnH5xAE3HLv2SrxpmoM6udIBOkkt1W9SRt6ixgSfvf6bQh6fos/s320/Cubierta%20La%20loba%20gris.jpg" width="209" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">No
hará falta detenerse a explicar qué es <i>La guerra de las brujas</i>, porque
esta trilogía narrativa de Maite Carranza ha traspasado fronteras y ha
bendecido a la autora con el aplauso internacional de todo tipo de públicos. La
densidad de sus personajes, la irresistible solidez de su trama y la brillantez
esplendorosa de su expresión literaria la han convertido en un hito novelesco
de las últimas décadas. Y ahora, para completar ese panorama, la escritora
barcelonesa nos ofrece una absorbente precuela titulada <i>La loba gris (La
historia de Deméter)</i>, en la que acapara todo el protagonismo la hija de
Yocasta y el borracho Petros, que parece señalada por las profecías para
convertirse en redentora y unificadora de todas las familias brujas. Ella posee
el don que la identifica no solamente como una destacada Omar, sino también
como la Loba que acabará con el reinado de las nauseabundas Odish, que se
alimentan de sangre y extienden su tiranía desde hace siglos. Para ello, tendrá
que absorber las enseñanzas que le van ofreciendo todas las personas de su
entorno (su madre, el pope Gabriel, la ciega Briseida, Chloe, Vara), pero
también depurando los aprendizajes (inversos, pero igual de valiosos) que
adquiere en su vinculación con implacables enemigas como Kía o Ate.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
estas cuatrocientas páginas, los lectores y lectoras encontrarán un sinfín de
atractivos: hechizos sobrecogedores, venganzas terribles, traiciones, amores
condenados a no prosperar, amistades truncas, viajes por mar y tierra,
retiradas estratégicas, secretos que deben morir dentro del corazón, planes
suicidas, diosas llenas de veneno, rencores enquistados y fidelidades
inquebrantables. Pero ese conjunto de imanes novelescos no nos debe despistar
de otras lecciones notables que el libro nos suministra: por ejemplo, el gran
vigor con el que reivindica el papel de las mujeres en la historia de la
humanidad, sufridoras de una larga preterición por la miopía de los varones;
por ejemplo, la enérgica búsqueda de la identidad, que las principales
protagonistas deberán acometer en el transcurso de sus vidas (“Hace tanto
tiempo que intento ser como los demás quieren que sea que no me he preguntado
cómo quiero ser yo misma”, murmura Ina en la página 291); por ejemplo, la
importancia vertebral del amor, de la solidaridad, de la justicia, que llena de
agua fresca el corazón de las Omar durante la obra.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Léala
el público juvenil, pero también léala el público adulto, sin distinciones de
sexo. <i>La loba gris</i> seduce y enseña, ameniza y enriquece, distrae y
concentra: es la marca de los grandes libros.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-55671174986546517772024-02-11T01:21:00.000-08:002024-02-11T01:21:34.963-08:00Los mapas transparentes<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggAAoXoj0JGfxN2ey0kXYjpflILImtmIDrJYGBe0mjOGBoAaVCGwA9CBv8sYzhyphenhyphenPdQV0GuqIYANiWxa4ScOpEqRw7w2b6Rolok4pyzBZqJpgcJcvY3DOC-4pQrEIUgxMcAuLisbHVq0ceVarv7pU-9FsHOek5vZbFozcIA4qDw648SKOfKvCicwK8eAyE/s1000/Cubierta%20Los%20mapas%20transparentes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="648" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggAAoXoj0JGfxN2ey0kXYjpflILImtmIDrJYGBe0mjOGBoAaVCGwA9CBv8sYzhyphenhyphenPdQV0GuqIYANiWxa4ScOpEqRw7w2b6Rolok4pyzBZqJpgcJcvY3DOC-4pQrEIUgxMcAuLisbHVq0ceVarv7pU-9FsHOek5vZbFozcIA4qDw648SKOfKvCicwK8eAyE/s320/Cubierta%20Los%20mapas%20transparentes.jpg" width="207" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Asomarse
a este poemario de José María Cumbreño (que se titula <i>Los mapas
transparentes</i> y que fue publicado por Pre-Textos tras obtener el III premio
de poesía Antonio Ródenas García-Nieto) es como tumbarse en el césped, de
noche, y mirar el firmamento. Observas que está lleno de estrellas, las cuales brillan
con distintas intensidades. No sabes en cuál concentrar tu mirada. Todas están
ahí. Todas emiten una luz que brotó hace cientos de años, miles de años,
millones de años; y que está llegando ahora, en el instante justo del <i>ahora</i>
de tus ojos. La luz nació cuando ni tú, ni tus padres, ni tus abuelos, ni tus
bisabuelos, ni la especie humana siquiera, existían; y ahora todos los rayos convergen,
todos están entrando en tus retinas a la vez. Cómo afrontar ese misterio. Cómo
consignarlo con palabras.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Cumbreño
también emite, en estas páginas magníficas, un elevado número de asombros,
versos, preguntas retóricas y todo tipo de ráfagas luminosas, donde hay
tristeza (“Nunca más podré llamar a mi padre / por teléfono. / De hecho, ya le
han dado su número / a otra persona”), aforismos de raigambre filosófica (“La
vida siempre es un país extranjero”), reflexiones derrotadas (“Creo que me
arrepiento / de casi todo”), inteligentes tratados de literatura (“Un libro de
poesía / es un barco que se acerca / demasiado a la costa”), interrogantes
platónicos (“¿A qué velocidad se mueven las sombras de los aviones?”) u
opciones que definen el temperamento (“Los que, delante de una puerta, /
piensan en huir. / Los que, delante de una puerta, / piensan en quedarse”). Al
final, tras resplandores y negruras, tras paradojas y fogonazos, el poeta llega
en la página 68 a la revelación melancólica, que le sirve para rotular la obra:
“A estas alturas, mi vida / se ha vuelto un mapa transparente / en el que no
soy capaz de reconocer / ningún lugar / y donde nada está / donde debería
estar”.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Si
pasean sus ojos por los escaparates de las librerías buscando un volumen que
les entregue belleza y sabiduría, les sugiero que se acerquen hasta estas
páginas. Me extrañaría que les defraudaran.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-59136384566162065902024-02-09T08:23:00.000-08:002024-02-09T08:23:12.311-08:00La leyenda de una casa solariega<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0EN78y9kMqbGtJsEdKCwE2dqDxOaaCjG3AeWhHK6cePgyl_N8vSLVha9-iiyFfCX7XE3xmzkv_fQozFYpP2KYGAy09eppnrVijOi4eUmetftvQcY-LcPCtNzsSmnmvSW8pF1b7VlpvHm3bLii9OCWSWUWxdkLu_XKFSeOsQZLh5sPQGzW189DJKU5wao/s1000/Cubierta%20La%20leyenda%20de%20una%20casa%20solariega.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="600" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh0EN78y9kMqbGtJsEdKCwE2dqDxOaaCjG3AeWhHK6cePgyl_N8vSLVha9-iiyFfCX7XE3xmzkv_fQozFYpP2KYGAy09eppnrVijOi4eUmetftvQcY-LcPCtNzsSmnmvSW8pF1b7VlpvHm3bLii9OCWSWUWxdkLu_XKFSeOsQZLh5sPQGzW189DJKU5wao/s320/Cubierta%20La%20leyenda%20de%20una%20casa%20solariega.jpg" width="192" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Realizo
mi primera aproximación a la narrativa (subyugante) de la sueca Selma Lagerlöf,
quien en 1909 se convirtió en la primera mujer reconocida con el premio Nobel
de Literatura. Se trata de <i>La leyenda de una casa solariega</i>, que traduce
Elda García-Posada para el sello Funambulista y que nos presenta una historia
donde fantasía, amor y música se alían para conformar un argumento mágico: el
joven Gunnar Hede, que pertenece a una rica estirpe de terratenientes, cambiará
de vida cuando, informado por su amigo Alin sobre las penurias secretas que
afectan a su familia, decide concentrarse en los estudios para conseguir un
trabajo con el que ganarse la vida. Eso lo obliga a distanciarse del violín, su
instrumento preferido. Este vuelco en su rutina lo conducirá a la locura. Del
otro lado, tenemos a Ingrid, una joven soñadora y que, tras sufrir una
experiencia traumática (están a punto de enterrarla viva), ve cómo su
existencia se vincula con la de Gunnar de una manera sorprendente.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Permítanme
que no les resuma más de este libro, pero permítanme también que los invite a
sumergirse en su delicadísima prosa, llena de originalidad, ritmo y elegancia;
y que llame su atención sobre la manera sinuosa y firme con la que Selma
Lagerlöf nos invita a pasear por el alma de sus personajes, quienes se
convierten en bosques, en laberintos, en pasillos oscuros, en ríos que fluyen
ante nuestros ojos y se adentran en cuevas fresquísimas. Por fin, música y amor
unirán sus senderos hasta llevarnos a un final delicioso, que tardarán mucho
tiempo en olvidar.<o:p></o:p></span></p><p>
<span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 107%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-language: AR-SA; mso-bidi-theme-font: minor-bidi; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">Tengo que conseguir más
libros de esta autora.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-79007273652583434152024-02-07T09:19:00.000-08:002024-02-07T09:19:46.770-08:00Réquiem por un guerrillero olvidado<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3z9QWRcldEZhgK2E-byY9mu8mRzEFsWWm0R8EHJQlrbmr-KIaoolxDvFp1_BCTaGcz1aV-RH8Aug-3le_NXT9ZitmObXRBkdoJGNfNHl2DP8bkEMaRV5lde3u5v1C7JW1ROS-tefS6s77yX_BagnNl3T1C2GDFaAudqq19-i2zbelKGSe-uWk6hRWm3E/s640/Cubierta%20R%C3%A9quiem%20por%20un%20guerrillero%20olvidado.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="640" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3z9QWRcldEZhgK2E-byY9mu8mRzEFsWWm0R8EHJQlrbmr-KIaoolxDvFp1_BCTaGcz1aV-RH8Aug-3le_NXT9ZitmObXRBkdoJGNfNHl2DP8bkEMaRV5lde3u5v1C7JW1ROS-tefS6s77yX_BagnNl3T1C2GDFaAudqq19-i2zbelKGSe-uWk6hRWm3E/s320/Cubierta%20R%C3%A9quiem%20por%20un%20guerrillero%20olvidado.jpg" width="320" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Yo
no sé si puede escribirse una novela relacionada con la guerra civil española
de 1936 que esté basada en “hechos reales” o si, por su misma condición de
atrocidad histórica, sería mucho más razonable y mucho más exacto afirmar que
está basada en <i>hechos irreales</i>. Pero la duda sí que florece en la mente
del narrador de este libro, quien escucha, embelesado, al anciano Rodolfo
Antúnez. Y es que la historia que le está contando resulta cautivadora y
magnética desde sus primeras líneas: un maquis llamado Pedro Morán, que se
refugia desde hace años en la aldea abandonada de Valdepiedras y que acaba de
enterrar en el monte a su último compañero, decide abandonar su escondite y
trasladarse hasta Fuente Caballeros. Allí se encuentra el cuartel contra el que
debían haber atentado, tras la masacre que los militares franquistas
perpetraron contra los guerrilleros de la Operación Reconquista, a finales de
1944. Docenas de sus amigos perdieron la vida en aquella emboscada sangrienta
y, ahora, cuando quizá ya no lo esperan, ha llegado el momento de devolver el
golpe. Lo pide la dignidad. Lo pide el rugido de la memoria.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">De
forma desorganizada y algo caótica, Rodolfo va proporcionando detalles de la
aventura al narrador, quien se esfuerza en poner orden en sus rememoraciones y
que, a la postre, estas condensen la verdad de los hechos. No quiere inventarse
nada: desea ceñirse al espíritu auténtico del pasado. Y entonces acude hasta su
cerebro la gran duda: ¿morirá el anciano Rodolfo antes de concluir su
narración? Y, de forma inmediata, la gran pregunta: ¿Pedro Morán y Rodolfo
Antúnez son la misma persona?<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Sólido
en la construcción de la trama e inteligente a la hora de irnos facilitando
informaciones sobre sus protagonistas, José Fernández Belmonte nos entrega un
libro realmente hermoso, donde reflexiona sobre la dignidad de los derrotados,
sobre la soberbia de los triunfadores, sobre la mugre de un tiempo indigno,
sobre el poder reconfortante del amor; y donde también se pronuncia sobre temas
tan espinosos como el papel de la Iglesia durante la postguerra o sobre la
eutanasia (“Tendría que existir alguna ley que prohibiera este tipo de agonías
contra natura. Pero seguro que los curas y la extrema derecha se pondrían en
contra y sacarían a sus acólitos a protestar a las calles o a recoger firmas; a
ellos les gusta vernos bien jodidos, por la gracia de Dios”, páginas 193-194).<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Les
recomiendo que no se la pierdan.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-69007916027584835552024-02-05T08:30:00.000-08:002024-02-05T08:30:10.697-08:00Tinto de verano<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP95U3q59F-4BsJrFSpHYoyT7BYPWPOxhwdlY2iHjORF6W4vo8GitPWpBPrCdCvFqNQE6LlbqyOgfHPq44DzCsZ8QikRWFv2xVv2GJmSl5eaDvvUwBQR1p30h2dVodnPNgrXYFq1HyZbooeki5YLbCzrYqKOY-In8vO4JAGdC5WH39NuEO6-Zi3LHEbP8/s768/Cubierta%20Tinto%20de%20verano.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="576" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP95U3q59F-4BsJrFSpHYoyT7BYPWPOxhwdlY2iHjORF6W4vo8GitPWpBPrCdCvFqNQE6LlbqyOgfHPq44DzCsZ8QikRWFv2xVv2GJmSl5eaDvvUwBQR1p30h2dVodnPNgrXYFq1HyZbooeki5YLbCzrYqKOY-In8vO4JAGdC5WH39NuEO6-Zi3LHEbP8/s320/Cubierta%20Tinto%20de%20verano.jpg" width="240" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El
diario <i>El País</i> propuso hace años a Elvira Lindo que escribiese una
columna diaria durante el mes de agosto y ella, tras aceptar, decidió convertir
sus letras en un dibujo bienhumorado sobre la realidad que vivió durante
aquellas semanas, habitando en una residencia veraniega fuera de Madrid,
acompañada por sus hijos adolescentes y su marido, el también escritor Antonio
Muñoz Molina (que se encontraba en pleno proceso creativo de su libro <i>Sefarad</i>).
Aquellas páginas, que ahora se reúnen en el volumen <i>Tinto de verano</i>,
pretendían “retratar a las personas por su lado más cómico, no hacer una
descripción realista”, pero se llevó la sorpresa de que muchos lectores no
entendieron bien el propósito que la guiaba y se tomaron en serio sus bromas.
Por fortuna, como anota después, “la mayoría de los lectores me siguieron el
juego, hicieron lo que yo esperaba: relajarse, leer y sonreír, y a veces, hasta
reírse”.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Este
volumen nos ofrece secuencias impagables, donde el ánimo festivo burbujea casi
en cada párrafo y nos regala felicidad lectora. En ellas, nos presenta a un
Antonio Muñoz Molina que mata mosquitos por las noches con un periódico
enrollado; a un padre que come más que la orilla del río (el artículo
“Abuelito, dime tú” es antológico); o a unos hijos que se refugian en frases de
Fernando Savater para no realizar sus tareas domésticas. Pero esa mirada jocosa
también la despliega sobre sí misma, y vemos a la escritora planteándose la
conveniencia de someterse a alguna operación quirúrgica, para parecerse a
Jennifer Aniston; o explicándonos que está apuntada a un gimnasio, pero que no
va nunca (“Bastante hago con pagarlo”); o gastándose veinte mil pesetas en una
crema facial que sus hijos se untan en unas tostadas, creyéndola crema de
cacahuete; o comprándose un colchón carísimo, que pretende desgravar en
Hacienda; o calibrando la posibilidad de adquirir un cerdo como animal de
compañía; o viéndose envuelta en una sesión depilatoria hilarante, porque los
hijos de la esteticién son lectores de sus libros de Manolito Gafotas y desean
estar presentes.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Con
una prosa refrescante, Elvira Lindo nos va trasladando la crónica de un mes
tórrido y aburrido, en la que sobrevive como puede a la lejanía de su amado
asfalto madrileño, sin el que no se siente demasiado cómoda. “De lo que yo
trataba de escribir este verano era, aunque a lo mejor no he sabido escribirlo
y nadie se haya enterado, sencillamente de la felicidad”, dice para terminar el
libro. Mi aplauso, desde luego, lo ha logrado. Y mis sonrisas (que no son
fáciles de arrancar) fueron constantes durante la lectura.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-668202775128854321.post-91606182758404361892024-02-03T11:48:00.000-08:002024-02-03T11:48:51.917-08:00El olvido que seremos<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgonWnFxdQ3e4a0WJk47f7W7rnbG2PdFNKOmB_7tEagWSlQj81EtMis7nM58gsfdITlmfmK7Kkvnmq6y48sp9ZZK8eAJaebpKQPnG-j1FB9vlEPBDifrZNAxjxrxktmPNj-0r-kIkp-bjSsJm5nP225aWqdqyJfyTRRIcClPgwzGPIoBrShXofq6XlA8Bg/s386/Cubierta%20El%20olvido%20que%20seremos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="386" data-original-width="250" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgonWnFxdQ3e4a0WJk47f7W7rnbG2PdFNKOmB_7tEagWSlQj81EtMis7nM58gsfdITlmfmK7Kkvnmq6y48sp9ZZK8eAJaebpKQPnG-j1FB9vlEPBDifrZNAxjxrxktmPNj-0r-kIkp-bjSsJm5nP225aWqdqyJfyTRRIcClPgwzGPIoBrShXofq6XlA8Bg/s320/Cubierta%20El%20olvido%20que%20seremos.jpg" width="207" /></a></div><br /><p></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Existe
un tipo de valentía que jamás van a entender, por mucho que se esfuercen (y
tampoco harán el intento, puesto que escapa a su comprensión), aquellas
personas que todo lo resuelven mediante la brutalidad y el salvajismo: la
valentía de elegir la calma. La valentía de mirar, apretar los dientes y
refugiarse en la sensatez. La valentía de la serenidad. Y esa valentía es la
que empapa, construye y guía de forma serenísima las páginas de <i>El olvido
que seremos</i>, del colombiano Héctor Abad Faciolince. No era, desde luego, lo
“lógico”, porque el escritor nos está contando la vida de un hombre, su padre,
que fue asesinado por los poderes fácticos de su país (legales o ilegales) de
forma vil e inmisericorde: a balazos y en plena calle. Para un hijo que idolatra
a su progenitor, este acto vandálico podría haberse convertido en el detonante
de un comportamiento animal, irreflexivo y virulento; mas no fue así. El autor
de estas líneas nos dice que la causa hay que buscarla en su cobardía, pero yo
me permito poner en duda esa explicación. Con el acto cívico de elegir palabras
en lugar de balas, de ordenar recuerdos en lugar de cartuchos, de iluminar
anécdotas en lugar de provocar fogonazos con bombas, Héctor Abad Faciolince
apuesta por el mármol del libro. Un mármol (es hombre inteligente y lo sabe
bien) que también será pulverizado por el paso de los años, porque ya somos el
olvido que seremos y porque todo (desde los seres humanos hasta el planeta
mismo) será una vez olvido y desintegración y nada. Pero qué gran orgullo
cívico y qué gran felicidad literaria que, durante veinte años, este narrador
haya meditado, pulido y conformado el modo de convertir su dolor en un torrente
de palabras, que los demás podemos recorrer sobre la canoa de nuestra
admiración, plenos de escalofríos y lágrimas, dejando que nuestras manos se
sumerjan en la corriente y sientan su frescor, su liquidez azul, su belleza.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En
<i>El olvido que seremos</i> hay mucha grandeza, y no solamente me refiero a la
literaria, que he completado con la audición de varias entrevistas realizadas
al autor con motivo de este libro: la grandeza de quien no usa la adrenalina,
sino los vocablos. Nos queda la palabra, decía un poeta español. Nos quedan
siempre las palabras, nos dice también este novelista colombiano. Qué enorme
suerte, haber descubierto esta obra, que ya se ha convertido para mí en
inolvidable.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: "Georgia",serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">“Cuando
uno lleva por dentro una tristeza sin límites, morirse ya no es grave”, anota
con languidez vigorosa en la página 178. Me pongo en pie ante la persona que ha
convertido esa tristeza sin límites en un monumento literario.</span></p><p></p>Unknownnoreply@blogger.com1