miércoles, 10 de abril de 2019

Noa




Solemos transitar por la vida prestando excesiva atención a las cosas insignificantes, quizá porque confundimos lo que brilla con lo que tiene luz. Y cuando la existencia coloca ante nuestros ojos un milagro, un milagro auténtico, de la textura que sea (un amor, un hijo, un nieto), se produce un fogonazo que nos deja tan embriagados como aturdidos. ¿Es posible que hayamos estado tan ciegos y que solamente ahora, cuando el prodigio acontece, abramos los ojos de verdad? Antonio Sánchez nos ofrece aquí, en estas páginas dedicadas a su nieta Noa, una demostración de que los milagros generan también a veces otros milagros. Quiso rellenar la espera y decorar su impaciencia de abuelo (de yayo) realizando la crónica de Noa, explicándonos cómo fue su viaje acuático, cómo sus células se fueron multiplicando, cómo creció y se enriqueció de órganos en el interior de su madre… En suma, quiso prestarle voz a una criatura que aún carecía de ella. Pero lo más embriagador del caso es que, para realizar ese hermoso ejercicio afectivo, Antonio Sánchez se desdobló en muchos seres: fue escritor, fue ginecólogo, fue testigo, fue pintor, fue mago, fue humorista, fue pedagogo, fue filósofo.
El experimento no necesita más explicaciones, porque es transparente y hermoso. El autor de estas páginas ha jugado con las palabras, ha creado un espacio de luz donde Noa se convierte en protagonista absoluta y ha puesto en nuestras manos un testimonio de enorme belleza, de enorme sensibilidad y de enorme ternura. No es frecuente que se consigan resultados tan espléndidos, pero aquí está este libro para demostrar que cuando el corazón habla la tinta es dulce.
Léanlo y conmuévanse, porque merece la pena.