No estoy
muy seguro de cuáles son (quizá el plural resulte hiperbólico) las virtudes que
atesoro, pero una de ellas sí que creo poseerla en razonable medida: el buen
gusto como lector. Docenas de miles de horas con los ojos metidos entre libros
me han ayudado (eso espero) a conseguir un cierto criterio en materia
literaria. Así que cuando llegaron a mis manos los primeros escritos de Salva
Solano, a finales de 2017, tardé muy poco en darme cuenta de que poseía un
notable talento para la construcción de historias breves, que ahora se
materializa en el volumen titulado La
tienda de figuras de porcelana, que el sello Malbec puso en circulación
hace un mes.
El tomo
se abre con un relato espléndido, de estirpe borgiana (“Dios mueve el jugador, y
éste la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?”, escribía el
argentino), sobre un domo de nieve tan inquietante como mágico; y se cierra con
un divertimento onírico-demoníaco, en el que Salva Solano desarrolla con gran
brillantez (y sin ningún desmayo) una trama tan fácil de explicar como compleja
de mantener narrativamente. En medio, enjoyadas con buenas adjetivaciones,
imágenes brillantes (“Una gaviota permanecía inmóvil, veinte peldaños de aire
sobre su cabeza”) y metáforas muy atrevidas (en la página 134 llama “herradura
sonora” a unos auriculares), nos entrega un plausible abanico de historias: un
episodio de ira escolar, que se resuelve de un modo vergonzante contra un débil
(“Las furias inoportunas”); el alborear de un cosquilleo amoroso durante los
días de la preadolescencia (“Aicnegreme ed adilas”); la experiencia traumática
que experimenta una joven limpiadora en la habitación de un hotel (“Dulce en tu
boca, amargo en tu vientre”); o, en fin, relatos donde el escritor cartagenero
se decanta por conducirnos hacia un final inesperado, que convierte su
narración en la mecha encendida de una bomba (“El sabor de la sangre”, “Locura
contagiosa” o “La línea circular”).
Un libro
muy notable (leer en el prólogo la justificación del título es una auténtica
gozada), que permite descubrir para el público a un nuevo escritor que tiene,
lo sé de buena tinta, muchas y muy interesantes cosas dentro de la cabeza.
2 comentarios:
Esa cita de Borges también estaba en La tabla de Flandes si no me falla la memoria...
Uuuuh, este es de los míos, si sí sí 🤗
Besitos.
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