domingo, 17 de febrero de 2019

El enfermo epistemológico




Hace ya bastantes años, la obra El enfermo epistemológico, de José Ignacio Nájera (Xauen, Marruecos, 1951), obtuvo el premio de novela Pío Baroja en el País Vasco; y aunque posteriormente sobrevino una aparatosa polémica con aquella concesión la obra fue al fin publicada por la Editora Regional de Murcia, en su colección Textos Centrales.
Dos figuras centran el relato: J.U., un pintor que ha cautivado a la crítica más avanzada con sus propuestas libres, explosivas y roturadoras de nuevos caminos, y que se encuentra exponiendo en Madrid cuando la acción de la novela arranca; y, sobre todo, su hermano, un delineante atacado por el virus del existencialismo, que descree de toda forma de religión (“A favor de Dios se exaspera uno tanto como en su contra”), que cosifica la ritualidad erótica hasta unos límites casi vertiginosos (“Del acto sexual sólo me ha interesado la mecánica, el frotamiento, y no esa baba que rezuma el cerebro y que la gente llama ternura”) y que, buscándole las costuras a la vida, como un Johnny Carter cortazariano, cae en la zozobra, la desesperación fría y el sartrianismo: no hay explicaciones, no hay motivaciones, todo nuestro existir es una gelatina que no podemos aprehender. A ese delineante lo asaltarán todos los maremotos emocionales que él mismo quiere construirse: el sexo más sórdido con su asistenta Warda; el acecho innumerable de las cucarachas que van a apareciendo por su piso; la separación paulatina de su mundo intelectual anterior, que ahora sustituye con sucedáneos (“Me refugié en Schopenhauer y en algo de Nietzsche y sentí como que se me estabilizaba la desesperanza y que ya no galopaba tan rápida. Y sobre todo poco a poco me fui apuntalando con el alcohol, más vino y menos cerveza. Luego ya no leí nada y todas las llamadas verdades me empezaron a aparecer como leprosas”); etc.
Ese camino de perdición llevará a nuestro hombre al despido laboral (su jefe, un arquitecto con altas dosis de paciencia, decide no tolerarle más sus retrasos y su desidia), a los comedores de beneficencia, a la mendicidad y a las mil ciénagas de otra índole, que la novela nos va detallando y que nos entregan el retrato íntimo de su vagabundajes interior y exterior, hasta desembocar en un final tan abierto como imprevisible e impactante.
El enfermo epistemológico no es una novela en la que el surco argumental sea demasiado hondo, ciertamente, pero sí que son intensas las semillas filosóficas e ideológicas que en ella se vierten por parte del autor. Que nadie busque en estas páginas una historia galvánica o llena de peripecias; pero sí una novela centrípeta, profundamente meditada y con un alto valor intelectual.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Será que vengo de familia de agricultores pero lo de las semillas filosóficas me ha llegado 😁
Lo anoto, besos 💋💋💋