lunes, 29 de octubre de 2018

Ocaso de un corazón




¿Qué siente un padre cuando descubre que su hija está comenzando a tener relaciones sexuales con un joven a escondidas y que, por tanto, se quiebra la condición pura y virginal que él le atribuía confiadamente hasta entonces? El acaudalado empresario Salomonsohn lo descubrirá cuando disfrute de unos días de descanso en un hotel, con su esposa y su hija Erna, de 19 años. Y el maravilloso narrador austríaco Stefan Zweig será el encargado de resumirnos los detalles de esa historia.
En ella descubriremos a un hombre que ha empleado buena parte de su vida (se encuentra ahora en los 65 años) en ganar dinero para satisfacer todos los caprichos de las dos mujeres que constituyen su universo. Y ahora, de una forma abrupta, acaba de descubrir que ambas viven en un universo paralelo al suyo: su esposa, pendiente de las fiestas, del lujo, del buen vestir, de las relaciones sociales llenas de glamour; su hija, dejándose llevar por la pasión y entregándose de noche a un muchacho cuya identidad Salomonsohn desconoce, pero al que odia de un modo profundo. Su tristeza crece conforme reflexiona sobre el asunto (“Ahora tendré que estar pensándolo siempre, en casa, en mi despacho, y a la noche en la cama. ¿Dónde está ahora? ¿Dónde ha estado? ¿Qué ha hecho?... Jamás podré volver a casa tranquilo, y hallarla sentada, y ver que salta a mi encuentro, y sentir que mi corazón se ensancha viéndola joven y bella. Ahora, cuando me bese, me preguntaré quién poseyó ayer aquellos labios… Tendré que vivir atemorizado cuando esté lejos de mí, y avergonzarme cuando vea sus ojos. No, así no se puede vivir”, páginas 168-169).
El empresario se siente abrumado por estas revelaciones e inquietudes, que lo abaten y que desmenuzan su sosiego: ni gusta de participar en la atrafagada vida social de su mujer, ni (sobre todo) puede digerir sin acidez el despertar sexual de su hija. El único recurso que contempla para aliviar sus dolores es recluirse dentro de sí mismo, tornarse silencioso y huraño, refugiarse en los cuarteles de invierno de la soledad.
Ocaso de un corazón es otra pieza magistral de Stefan Zweig, que ni siquiera los brutales errores ortográficos de la edición (“despaviló”, en la p.178; “absorver”, en la p.198; etc) pueden mancillar.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Solo a Zweig y unos cuantos privilegiados más se les puede admirar incluso rodeados de errores ortográficos, pero bien pocos...

Besos.

mariano sanz navarro dijo...

De Zweig, todo. Un final lamentablemente coherente. Lo recuerdo con frecuencia. Gracias una vez más por tus noticias literarias, equilibran mucho en estos medios.