jueves, 25 de octubre de 2018

El primer trago de cerveza




Cuando cayó en mis manos esta obra de Philippe Delerm (El primer trago de cerveza), que traduce Javier Albiñana para el sello Tusquets, me sentí atraído de inmediato por su contenido. En la contraportada se hablaba de un volumen en el que se glosaban los pequeños placeres de la vida cotidiana: circular de noche por una autopista, madrugar para comprar churros recién hechos, saborear la gelidez inicial de una copa de cerveza, colocarse el primer jersey del otoño… Y tal cúmulo de seducciones pudieron conmigo y me animaron a sumergirme en la lectura.
Acabadas las páginas, diré que el libro me ha decepcionado. Para Delerm resultan sumamente placenteras experiencias como llevar una pequeña navaja en el bolsillo, ayudar a mondar guisantes, el olor intenso de las manzanas, el ruido que hace la dinamo de la bicicleta, los vahos calientes, salir con amigos a coger moras silvestres, deleitarse con la contemplación del Tour de Francia, pedir al camarero un banana-split, leer tumbado en la arena de la playa o caminar con los zapatos mojados. Y a mí, francamente, ninguna de dichas actividades me provoca sino indiferencia, estupor o bostezos. A la postre, creo que la raíz de mi decepción lectora se encuentra ahí, en el hecho de que considero que cada persona atesora en su corazón sus propios placeres inmarcesibles, y que los ajenos le resultan sosos. Por consiguiente, la narración de dichos gustos íntimos no logra suscitar mi interés; y, manteniéndome ajeno a la sustancia del libro, difícil se me antoja entusiasmarme con su formulación literaria.
Quizá pruebe con otra obra de Delerm dentro de un tiempo.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Ayyyy, las expectativas... últimamente me pasa demasiado, empiezo a dudar de mi criterio 🤗

Besitos 💋💋💋