martes, 28 de agosto de 2018

La amante




Vuelvo a Rafael Alberti para detenerme durante una hora en su libro La amante, que tiene toda la gracia juguetona del andalucismo bien entendido. Hay aquí, como los había en Marinero en tierra, marineros, nostalgia y musicalidad breve, pero el gaditano amplía el abanico temático y visual hacia vírgenes, pedregales, carreteros, caminos y nogueras. La línea continuista frente a su libro anterior es clara, pero también es clara la impresión de que el poeta atesoraba energías y talentos suficientes como para continuar su búsqueda lírica. En cierto modo, La amante me parece un “cuaderno segundo” de poemas, que quedaron fuera de su anterior obra y que recopila y publica antes de seguir trayecto hacia moldes distintos, que no tardaría en explorar.
Además, me ha permitido evocar mis días de infancia, porque dos o tres de estos airecillos cortos figuraban en las antologías que leíamos en el colegio.
Los huracanes (el Canto general de Neruda, los Cantos de vida y esperanza de Darío, Las flores del mal de Baudelaire) revolucionan el universo poético, pero también las brisas lo hacen en ocasiones. Ésta puede ser una de ellas.

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