jueves, 19 de julio de 2018

Rudens




Plauto, el viejo Plauto, de quien leí admirativamente su Anfitrión hace más de treinta años, vuelve a mis ojos en las páginas de su celebrada comedia Rudens, traducida y anotada por Antonio López Fonseca y me encuentro, como no podía ser menos, con diálogos bien trabados, muletillas jocosas, coqueterías picantes, juegos de palabras de notable cuño, cómicas amenazas de palizas, bravucones escarmentados, falsos juramentos que se resuelven de manera ingeniosa, chicas desamparadas que deben ser protegidas y una espectacular anagnórisis que tiene como protagonista a Palestra.
En suma, los recursos que tan magníficamente manejaba aquel escritor que, antes de alcanzar la fama, trabajó moviendo la piedra de un molino.
Detalle cultural: he aprendido (nota 15) lo que era un calator, es decir, un esclavo que acompañaba al amo para recordarle el nombre de las personas con las que se cruzaba.
Detalle optimista: Esceparnión, viendo que una tempestad ha volado el techo de una vivienda, dice que al menos “ha hecho la casa más luminosa y la ha llenado de ventanas”.
Detalle kenningar: Ptolemocracia pregunta a dos mujeres a quienes ve totalmente empapadas si han venido en barco, es decir, “en un caballo de madera por los azulados caminos”.
Detalle intemporal: La frase que figura en la escena III del segundo acto y que me parece de una gran perspicacia psicológica: “Entre tanta gente, el ladrón sí que ve fácilmente al que vigila, pero el que vigila no sabe quién es el ladrón”.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Plauto me recuerda demasiado las clases de clásicas cuando siempre me decía el catedrático Benlloch: Toledo, si utilizara usted su talento para cosas útiles en lugar de tonterías, llegaría usted algo en la vida ¡Lea mas a los filósofos y menos Súper Pop! 😅😅😅

Siguen siendo mi asignatura pendiente 🙄
Besitos.